La intervención para construir el último piso acabó con su «llamativa» torre y la «hermosa» balaustrada que recorría todo su perímetro. Calificado en su inauguración –el 4 de febrero de 1922– como un «magnífico palacio», «uno de los más bellos edificios modernos de nuestra capital» ... e incluso «lo mejor de los mejores en España», el edificio sede de la Casa de Correos y Telégrafos de Valladolid perdió su esencia de palacio neoplateresco en las obras de reforma que se llevaron a cabo en este inmueble en los años sesenta del siglo pasado. Compuesto de sótano y tres pisos, El Norte de Castilla destacaba en una crónica las trazas renacentistas del edificio y la abundante iluminación del mismo, su patio «claro, alegre», presidido en el centro por un enorme escritorio, su puerta principal, «hermosa pieza de hierro repujado, con adornos de flores y dragones, que circundan el escudo de la ciudad», y la torrecilla que lo remataba, con reloj y escudo de Valladolid incluidos, pues «recuerda las del Palacio de Monterrey de Salamanca y armoniza muy bien con las del Ayuntamiento».
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Levantado sobre «el solar existente entre las calles de Jesús y del Caballo de Troya, plaza de la Rinconada y prolongación de la calle de Poniente», resultado del derribo de las expropiaciones realizadas para urbanizar el centro de la ciudad, destaca de él su planta irregular, en forma de pentágono, para maximizar las dimensiones del sitio. El Ayuntamiento cedió gratuitamente este solar al Estado ya que, según lo estipulado por la Dirección General de Correos, liderada por Emilio Ortuño, el nuevo edificio de Correos y Telégrafos tenía que ubicarse «en una situación urbana privilegiada y presentar una imponente concepción monumental».
Obra del arquitecto palentino Jerónimo Arroyo –autor también en Valladolid de la Casa del Príncipe–, y su colega madrileño Luis Ferrero Tomás, el concurso de proyectos arquitectónicos para realizarlo recibió ocho diferentes propuestas. El contratista Mariano Tranque se hizo con la subasta de las obras. El Norte de Castilla destacó entonces la perfecta distribución de dependencias, la belleza e iluminación del edificio, basado en «el plateresco del siglo XVI modernizado y con severas líneas», así como las tres fachadas previstas, «impregnadas del arte de Castilla, tan sobrio, fuerte, adusto acaso como sus llanuras, mas como ellas brillante de luz y de energía». El presupuesto ascendió a 519.869,45 pesetas.
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Sonia Quintana
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Para su construcción se utilizó granito, piedra natural y artificial, ladrillo y azulejo cerámico. En el porche de la calle de Los Molinos están ubicados los tres buzones más famosos de Valladolid.
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