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Vicente Gay y Forner. EL NORTE
Un catedrático que enseñó en Valladolid, al servicio de Hitler

Un catedrático que enseñó en Valladolid, al servicio de Hitler

Aunque valenciano de nacimiento, Vicente Gay desarrolló su vida profesional en la capital vallisoletana y tuvo un papel fundamental en la propaganda nazi

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 2 de julio 2024, 11:23

Sostenía que los campos de concentración nazis eran un ejemplo de orden y limpieza, que Dachau cumplía una misión educativa y que Adolf Hitler era el purificador de la raza y el salvador de la humanidad. Se llamaba Vicente Gay Forner, era valenciano de nacimiento (de Almusafes, para ser más exactos) pero desarrolló en Valladolid su etapa profesional más destacada. Defendió y difundió las ideas nacionalsocialistas en los años 30, hasta el extremo recibir ayudas económicas del Ministerio de Asuntos Exteriores nazi para publicar obras favorables a su ideología. A la ciudad del Pisuerga llegó en 1905 después de ganar la Cátedra de Economía Política y Hacienda Pública. Gay, que se había licenciado en Derecho en Valencia y doctorado en Madrid, fue también profesor honorario de las Universidades de Santiago de Chile y Buenos Aires y, más adelante, de la Facultad de Derecho de la Universidad Central madrileña.

Discípulo de Flores de Lemus, en Valladolid participó en numerosas actividades culturales, desde el Ateneo, que llegó a presidir, y el Círculo de Recreo, hasta diferentes iniciativas políticas de corte castellanista. Popularizó sus ideas de corte derechista y corporativista en diversos foros. En un primer momento se especializó en cuestiones americanistas, económicas y sociológicas, e incluso viajó en varias ocasiones a América «para fines pedagógicos». Escribió sin cesar desde principios del siglo XX, dando a la imprenta obras como 'Constitución y vida del pueblo español' (1905), 'El imperialismo en la guerra europea' (1915), o 'El pensamiento y la actividad alemana en la guerra europea' (1916). Sus colaboraciones en prensa anteriores a los años 30 propugnaban una suerte de renacimiento social y político de España muy cercano al defendido por la Alemania de la primera Gran Guerra.

Estas propuestas le granjearon las simpatías del dictador Miguel Primo de Rivera, bajo cuyo mandato autoritario (1923-30) fue subsecretario de Economía, director general de Industria y Aranceles, Tratados y Valoraciones, y secretario de la Asamblea Nacional. La llegada de la Segunda República, en abril de 1931, radicalizó su postura. Católico convencido y monárquico intransigente, en junio de 1934 acogió con entusiasmo la creación del partido Renovación Española, en el que no tardó en militar y participar en mítines y otras actividades. Su fascinación por el nazismo le llevó a viajar a Berlín para contemplar en persona el ascenso al poder de Hitler. Su propuesta de crear en la Universidad de Valladolid una «palestra para promover la gimnasia entre los estudiantes» fue contestada por colegas como Arturo Pérez Martín, para quienes Gay solo pretendía crear «un batallón dentro de la Universidad».

Como han demostrado autores como Ángel Viñas y José Luis Rodríguez Jiménez, el catedrático recibió dinero de los nazis para propagar sus ideas en España. En 1933 solicitó a la embajada alemana una subvención de 14.000 pesetas para fundar un semanario «que pondría al servicio de los puntos de vista alemanes». Y a tenor de un contrato firmado con el Ministerio de Propaganda de Goebbels, le fue costeado uno de sus libros sobre la «nueva Alemania» con una ayuda de 2.500 marcos, unas 7.500 pesetas de entonces. De su pluma saldrían obras como 'La revolución nacionalsocialista' (1934), 'Qué es el socialismo, qué es el marxismo, qué es el fascismo' (1935) y 'Madre Roma' (1935), algunas elogiadas por el semanario falangista 'F.E.' Hitler aparecía en ellas como salvador de la bolchevización del mundo, de la ruina y del caos marxista. Gay alababa la «seguridad personal» que garantizaba el Tercer Reich y el «orden que rige toda la vida pública», mientras consideraba el campo de concentración de Dachau «un verdadero establecimiento educativo» en el que los prisioneros vivían como en una especie de «aldea higienizada».

Arriba, Hitler y Mussolini, por los que Gay sentía fascinación. Portada de uno de los libros del catedrático y fotografía del mismo en los primeros días de la Guerra Civil. ARCHIVO MUNICIPAL/EL NORTE
Imagen principal - Arriba, Hitler y Mussolini, por los que Gay sentía fascinación. Portada de uno de los libros del catedrático y fotografía del mismo en los primeros días de la Guerra Civil.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Hitler y Mussolini, por los que Gay sentía fascinación. Portada de uno de los libros del catedrático y fotografía del mismo en los primeros días de la Guerra Civil.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Hitler y Mussolini, por los que Gay sentía fascinación. Portada de uno de los libros del catedrático y fotografía del mismo en los primeros días de la Guerra Civil.

«El antisemitismo ha dado también la batalla, recordando a los judíos su acción violenta, en unión de los marxistas, contra los nacionalsocialistas», escribía Gay, a quien su fe cristiana no le permitía comulgar con las atrocidades raciales de Rosenberg, pero sí atacar con dureza a los judíos, a quienes consideraba deicidas. Fascinado por Onésimo Redondo, atacó con dureza a los socialistas y apoyó a los estudiantes falangistas encarcelados en 1936. Como ha escrito Ignacio Martín Jiménez, Gay infló la nómina de sobresalientes para conseguir que dichos alumnos eludiesen la justicia: «Le pedí al gobernador civil, Campos Torregosa, que los estudiantes detenidos que tenían buen curso y que eran acreedores por ello de una nota brillante, bien merecían que fuesen puestos en libertad. El buen señor aceptó la propuesta y yo me hinché dando sobresalientes y sacando estudiantes de la cárcel», dejó escrito. Apoyó el golpe de Estado del general Franco, delató a compañeros izquierdistas y fue, durante tres meses, delegado de Prensa y Propaganda del Nuevo Estado. Tras la Segunda Guerra Mundial, derrotadas las potencias fascistas, moderó su tono. Se postuló monárquico ante todo, apoyó la restauración de la Monarquía en la persona de don Juan de Borbón y la instauración en España de un sistema respetuoso con los derechos ciudadanos, la libertad, la moral y la religión. Falleció en Madrid en diciembre de 1949.

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