Iglesia de Santa María La Antigua a principios del siglo XX. Archivo Municipal de Valladolid

Valladolid desaparecido

La casa de las emparedadas junto a La Antigua

Esta construcción cayó en desuso a finales del siglo XVII tras la prohibición del emparedamiento

Sonia Quintana

Valladolid

Miércoles, 17 de abril 2024, 00:37

Adosada a la capilla de Nuestra Señora de la Zarza -imagen hoy desaparecida- de la Iglesia de Santa María La Antigua, se encontraba a principios del siglo XVI la casa de las mujeres emparedadas. Hallada dentro de una zarza en 1096, esta talla, considerada ... una de las más antiguas de Castilla y León, fue la que dio nombre a este templo vallisoletano: Santa María La Antigua. «Está adornada esta Madre de Misericordia con dos niños en los brazos, que comúnmente andan fuera para consuelo de los enfermos, por la mucha fe que tienen todos con ellos y con la intercesión de su bendita Madre, con que nuestro Señor ha sido servido manifestar su piedad en muchos milagros que ha obrado, no sólo en los tiempos antiguos, sino también en los presentes», escribió el historiador vallisoletano Manuel Canesi en su 'Historia de Valladolid', obra realizada entre 1736 y 1747.

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Junto a la casa rectoral, adosada al flanco sur de este templo, se ubicaba entonces en Valladolid esta casa de emparedadas, mujeres que se encerraban de por vida para dedicarse a la oración y la contemplación mística. Se trataba de una estancia irregular. Cada celda se sellaba tras el ingreso de una de aquellas mujeres que decidían consagrar su vida a la oración y la penitencia. Los cubículos contaban generalmente con dos ventanas, una al exterior, por la que recibían limosna y alimentos y les permitía comunicarse con vecinos y peregrinos; y otra, al templo, para seguir los oficios religiosos. No había puerta porque, una vez entraba alguien a vivir en el interior, quedaban tapiados, sin más posibilidad de apertura que la de sacar el cuerpo difunto.

Esta costumbre, también conocida como voto de tinieblas, se mantuvo desde la Edad Media hasta el siglo XVIII. Los encierros de las emparedadas se hacía también en sus propias casas o en algunos sitios públicos como murallas o puentes. Durante el Siglo de Oro fueron muchas las mujeres que se sometieron voluntariamente a este enclaustramiento en estos pequeños espacios de cuatro paredes para expiar sus pecados o demostrar su devoción. También conocidas como muradas, estas mujeres estaban muy bien consideradas por el pueblo, que les proporcionaba limosna y comida, a cambio de consejo espiritual o que rezaran por ellos. Esta construcción vallisoletana cayó en desuso a finales del siglo XVII tras la prohibición del emparedamiento.

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