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En 1926 el maestro de obras Antonio Ortiz de Urbina y Olasagasti, autor de la Casa Luelmo (1907-1912), proyectó una casa para el capellán del colegio Nuestra Señora de Lourdes, fundado en 1884 por iniciativa de Paulina Harriet, justamente hoy 23 de enero, ... hace 140 años. La vivienda, independiente de la residencia colegial, se le adjudicó al contratista Nicasio García. Para su construcción, la comunidad de religiosos destinó una pequeña faja de terreno cercana a la capilla, recientemente levantada -la primera piedra de la nueva capilla se colocó en 1924, según el diseño del arquitecto José María de Basterra-. «En esa casa vivió hasta los años sesenta, aproximadamente, el capellán que atendía a los hermanos y a los alumnos del colegio. Hasta aquella época la comunidad de hermanos era bastante grande», explica Jorge Meneses, actual director del centro educativo.
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La edificación, de dimensiones considerables, tiene apariencia de vivienda unifamiliar exenta. Se construyó libre por tres de sus lados y unida por el cuarto -la fachada posterior- a un pabellón que comunicaba con la capilla. La arquitectura de ladrillo seguía la misma estética que el nuevo colegio construido apenas unos años antes. La bicromía entre el rojo del ladrillo y el gris del cemento es la nota presente. Los planos de las nuevas edificaciones se habían trazado en 1918 pero no fue hasta enero de 1923 cuando los recibió el contratista. «Después de un mes largo de preparativos, el día 26 de febrero se abrieron las primeras zanjas, continuando durante todo el mes de marzo. Con esto llegamos al día 16 de abril, cuando se colocó la primera piedra», tal y como se recoge en una anónima reseña histórica fechada en 1924 del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Nada se dice en ella de la casa para el capellán.
Las nuevas instalaciones se inauguraron el 22 de junio de 1924; el mismo día que se colocó la primera piedra de la nueva capilla. «En un colegio cristiano la parte del Señor ha de ser siempre la mejor, por eso dejándonos volar en alas de la imaginación, soñamos con una gran capilla, casi una catedral y Dios ha satisfecho colmadamente tan legítimos deseos. Será de estilo románico, con una nave única, de 38 metros de largo, 13 de ancho y 15 de altura», puede leerse en la citada reseña histórica. La casa del capellán o del cura, como se conoce en el colegio, fue rebautizada en los años setenta del siglo XX como 'El brocal', debido al uso que el centro educativo le dio desde entonces. «Se destinó a actividades pastorales. Allí se han reunido durante años los grupos cristianos del colegio. El brocal es el antepecho alrededor de la boca de un pozo. Nosotros aquí hemos dicho siempre, en sentido figurado: 'al brocal tienes que entrar si quieres entrar en el pozo'», comparte el director del colegio.
El edificio tiene dos plantas, una bodega subterránea y un pequeño patio adosado en uno de sus laterales. Cada planta tiene una superficie de unos 80 metros cuadrados; la bodega, aproximadamente, la mitad. Desde 2015 el inmueble, dotado con cocina y habitaciones, no tiene ningún uso. «Empezó a dejarse de utilizar sin más. La idea es reconvertirlo en un espacio para aulas de Infantil», apunta Jorge Meneses.
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