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Su peso asciende a 66 arrobas de bronce, aproximadamente 759 kilos. Históricamente colocada en la desaparecida Iglesia de San Miguel, la llamada la Queda sirvió para reunir en marzo de 1520 a tropas y vecinos, por haberse tocado a rebato, ante el desarrollo de ... las circunstancias políticas derivadas de la Guerra de las Comunidades, según dejó escrito el historiador Casimiro González García-Valladolid. Aquel toque de esta campana vallisoletana, hoy situada en el vano central de la espadaña de la Iglesia de San Miguel y San Julián, también reunió en la capital a una gran cantidad de personas llamadas a las armas, como demostración del enojo causado tras haber incendiado las tropas realistas la localidad vallisoletana de Medina del Campo.
Tras años de uso continuado, la Queda se quebró y tuvo que ser refundida en 1755. Años más tarde la campana se colocó en el lugar que hoy ocupa. Sesenta años después de su traslado, se rompió de nuevo. En 1837 tuvo lugar su penúltima refundición. En esta ocasión fue costeada por el Ayuntamiento, que pagó 1.500 reales. Su última refundición tuvo lugar en 1871. Esta última rotura fue intencionada. Durante la Revolución de 1868 -la Gloriosa o la Septembrina-, las campanas de todas las iglesias de Valladolid fueron hechas añicos. El organismo militar dispuso dejar únicamente una campana en cada iglesia para los oficios litúrgicos y el resto fueron arrojadas desde los campanarios. Muchos de los restos fueron empleados para acuñar monedas.
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Sonia Quintana
Por temor a la repetición de actos similares, las parroquias de la capital tomaron la decisión de hacer cesión simbólica de la propiedad de sus campanas a favor de parroquianos ilustres. La Queda pasó entonces a ser propiedad de Hilaria Galván, tal y como figura en la inscripción que mantiene: «María Josefa. Año 1871. Propiedad de doña Hilaria Galván». También puede leerse en ella: «Se fundió por Eusebio Allén siendo cura ecónomo el licenciado doctor don Antonio González Pérez». En el medio tiene una cruz de Calvario sobre pedestal, decorada con estrellas, figuras romboidales y trazos geométricos en su interior.
La campana tiene un diámetro de 105 centímetros en la parte inferior del vaso. A los fundidores, Lorenzo y Eusebio Allén, latoneros de oficio, se les abonó la cantidad de 36 reales por cada arroba. La campana se conecta con el yugo de madera a través de unas gruesas asas que sirven de soporte. En la actualidad permanece inmóvil, embutida por los muros. Parte del labio se ha despegado por efecto de un fuerte golpe de badajo.
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