El cronista | Callejeando por Valladolid
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El cronista | Callejeando por Valladolid
Una calle en honor al político y militar más influyente de su épocaCorría el año 1843 y el Ayuntamiento de Valladolid pidió al intendente de la provincia que cuando se enajenaran los terrenos que ocupaba el desamortizado convento de San Francisco, se dejara a disposición de la ciudad terreno libre para ensanchar la calle de Olleros. Y así se hizo, por lo que trece años después se comenzó el ensanchamiento de la calle y la alineación de los edificios, lo de dio lugar a unas cuantas expropiaciones de solares. Una calle que a partir de abril de 1856 pasó a recibir el nombre de Duque de la Victoria, uno de los títulos que ostentaba el general D. Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro, el político y militar más influyente en su época, hasta el punto de que se pensó en él para ser elegido rey de España. El título de Duque de la Victoria, entre otros, se lo otorgó la reina Isabel II por sus triunfos militares durante la primera Guerra Carlista.
La decisión municipal para cambiar el nombre de la calle, que desde el siglo XII tenía el de Olleros -por la existencia de talleres de alfarería-, vino dada por la presencia del general en Valladolid el 26 de abril de 1856 para poner, en nombre de la Reina, la primera piedra del tramo ferroviario Valladolid-Burgos, de la nueva línea ferroviaria que el gobierno autorizó a construir para unir Madrid con Irún, pasando por Valladolid, Palencia y Burgos. Aquel acto desató la euforia de la ciudad y el ayuntamiento, además de haber acordado cambiar el nombre de la vieja calle de Olleros, declaró tres días de fiesta, con corridas de toros, fuegos artificiales y representaciones teatrales.
Y hechos estos imprescindibles comentarios, comenzamos a caminar por esta céntrica calle de Valladolid.
Nace en la calle Ferrari, en cuya esquina con Duque de la Victoria se conserva íntegra la columna que forma parte de los soportales que se construyeron tras el incendio de 1561. Solo se mantienen completas en granito de Cardeñosa esta y otra en la esquina de la Plaza Mayor con la calle Jesús.
Sin perder esta acera pronto alcanzamos el edificio del Círculo de Recreo, cuya fecha que figura en la placa (1844) es la de creación de la institución, no de la construcción del edificio, que es del año 1901. Construido sobre otro anterior de 1853, lleva el sello del arquitecto municipal Emilio Baeza Eguiluz. Este arquitecto firma, también, una de las casas más consideradas por los estudiosos del Art Nouveau en Valladolid: la Casa de Lesmes Álvarez, en la calle Gamazo, 12.
Como buena parte de las construcciones que se fueron levantando en los terrenos de San Francisco, al excavar en el solar aparecieron montañas de huesos y algunos objetos no demasiados importantes que se depositaron en el Archivo Municipal, y a los huesos se les dio sepultura en el Cementerio.
Atravesada la calle Constitución. En la misma acera veremos un edificio (el número 10) de sencilla apariencia pero de interés arquitectónico: el de la antigua Compañía Telefónica, de 1928, que consigue no desentonar de los edificios del XIX que quedan en la calle, debido a su estética entre decó y racionalista.
Mas, el gran edificio de Duque de la Victoria es el que actualmente ocupa el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria al haberlo adquirido en su día por absorción del Banco Castellano. En su fachada figura la fecha de 1900, lo que puede llevar a confusión pues se trata de un edificio de mediados del XIX. El año 1900 fue cuando se fundó el Banco Castellano. No se conoce el nombre de su arquitecto, pero sí el del que hizo la reforma de 1900, Antonio de Iturralde, y el arquitecto que hizo la reconstrucción tras un incendio que sufrió en noviembre de 1917 fue Manuel Cuadrillero. El edificio lo mandó construir D. Antonio Ortíz Vega, un acaudalado hombre de negocios y tras el incendio de 1917 perdió el aire afrancesado original. El interior está completamente cambiado pues se ha remodelado varias veces para adaptarlo a las actividades bancarias que alberga.
El edificio conoció otros usos, pues en él se ubicaron las dependencias municipales durante unos años del último tercio del siglo XX cuando se derribó la Casa Consistorial de la Plaza Mayor. Y también durante un tiempo el Gobierno Civil ocupó una de sus plantas. La puerta que da acceso a los jardines -con unos magníficos magnolios que rodean el palacio, está coronada con una estatua titulada Alegoría de la Abundancia, esculpida hacia 1860 por el escultor municipal Nicolás Fernández de la Oliva, autor de la estatua de Cervantes erigida en la plaza de la Universidad y de varios magníficos panteones del Cementerio Municipal.
Y frente al banco, entre los números 15 y 17, el urbanismo nos hace un curioso guiño, pues sobre la puerta que da acceso a la farmacia se levantan unas celosías pertenecientes al convento de Porta Coeli cuya fachada y capilla dan a la calle Teresa Gil. La mayoría de las casas están catalogadas por el Plan General de Ordenación Urbana por unos u otros motivos. De entre todas, además de los edificios comentados, podríamos destacar el que en la acera derecha hace esquina con Montero Calvo, cuyo autor es Jacobo Romero, arquitecto, entre otros edificios del famoso que hace esquina entre la Plaza Mayor y plaza del Corrillo, en el que destacan las esculturas que parecen sujetar las fachadas.
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Es imprescindible indicar otras referencias en la calle: la redacción y talleres de El Norte de Castilla ocuparon los bajos y varios pisos del edificio que en la acera de los números impares hace esquina con Montero Calvo desde el año 1906 hasta 1995. Y también durante unos años en Duque de la Victoria tuvo su redacción el otro diario histórico de Valladolid: el Diario Regional, que inició su andadura en 1908 y cerró en 1980.
La calle que estamos recorriendo se cruza con dos calles de curiosos nombres: Alegría, en la acera de los pares, y callejón de Chisperos por la acera izquierda. Agapito y Revilla dan a ambos nombres alguna explicación, más por especulación que por certeza: Alegría es porque al llegar a ella los reos condenados a ser flagelados por la calle, paraban los latigazos de sus verdugos, con la correspondiente alegría por parte de los afligidos, y Chisperos porque en ella había fraguas de las que saltaban chispas al machacar los herreros el hierro candente.
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