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Gregorio Cantalapiedra Recio (La Seca, 1845) estudió Farmacia en Madrid. «Es el primer boticario del que tenemos constancia en la familia Cantalapiedra», cuenta Marta Cantalapiedra de las Heras, biznieta del fundador de la Farmacia Cantalapiedra en La Seca. Aunque en una sesión de 1868 del Ayuntamiento del municipio vallisoletano se habla de «una botica que hay desde tiempo inmemorial» -tal y como recoge Ángel Suárez Aláez en su libro 'Historia de La Seca-, cuando Gregorio abrió su botica, en 1873, no existía otra en La Seca. Antes de convertirse en el farmacéutico de La Seca, Gregorio ejerció un tiempo en Potes.
Casado con Petra Hidalgo Romo (Medina del Campo, 1849), el matrimonio tuvo cinco hijos: Teresa, Carmen, Filomena, Santos y Alberto. La farmacia la heredó su hijo pequeño, Saturnino Alberto Cantalapiedra Hidalgo (La Seca, 1892), quien permaneció al frente de la farmacia hasta su jubilación. Saturnino Alberto, como su padre, también estudió Farmacia en Madrid y, antes que en La Seca, ejerció como farmacéutico en Portillo, Mayorga y Huerta del Rey. Se casó con Petra Cantalapiedra Pérez (La Seca, 1902), quien ejerció como farmacéutica oficiosa de la botica durante años. «Mi abuelo enseñó a mi abuela a hacer las fórmulas magistrales. Quien realmente ejercía de farmacéutica era ella», apunta Marta, nieta de Saturnino Alberto y Petra. El matrimonio tuvo seis hijos: Teresa, Nines, MariPetra, Puri, Goyo y Arsenio.
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Sonia Quintana
Sonia Quintana
Petra «llegó a dominar la técnica de componer más de una docena de medicamentos, como el jarabe de Ratania, la limonada alcalina o el láudano de Sydenhán. En invierno se envasaban a diario hasta veinte cajas con 20 ó 30 'sellos' de oblea que contenían los polvos del medicamento para tratar los catarros. O 'papelillos' con dosis infantiles, aunque también hacían dosis de caballo en grandes morteros para los veterinarios», recuerda José María Nieto en un libro familiar (inédito) donde recoge la historia de la familia Cantalapiedra. Estos conocimientos le permitieron continuar con la botica mientras su marido se dedicó al mundo del vino.
Saturnino Alberto fue uno de los padres de la cooperativa vitivinícola de La Seca; uno de los tres ideólogos, junto al veterinario y al médico del pueblo, que plantearon, tras la inundación de las bodegas de La Seca, agrupar, en 1935, a los pequeños productores en cooperativa. El boticario utilizó sus conocimientos químicos para analizar en su casa los vinos y así se convirtió en el enólogo oficioso de la cooperativa. Se dedicó a asesorar a los vinateros de la zona (Medina, Rueda, Serrada o Nava del Rey), dejando la farmacia en manos de su mujer y sus hijos. Saturnino Alberto murió en 1967. La farmacia permaneció abierta en manos de su viuda.
De los seis hijos del matrimonio fue el quinto, Gregorio, 'Goyo', Cantalapiedra Cantalapiedra (La Seca, 1937), quien se hizo cargo de la botica. «Mi padre empezó a estudiar Farmacia, pero no terminó la carrera; y ninguno de nosotros estudió Farmacia. El negocio se cerró a principios de los años noventa (del siglo pasado)», apostilla Marta, quien atesora varios botes con las etiquetas originales de su bisabuelo y su abuelo.
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