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El cronista | Historias de aquí
Un baile de pasarelas desde Portillo hasta el Canal de CastillaA principios del siglo XX, la ciudad tenía un problema en el tramo ferroviario que ocupaban el edificio de pasajeros, los talleres de reparaciones, las oficinas, los almacenes y el resto de los servicios imprescindibles para el funcionamiento del ferrocarril, pues los movimientos y maniobras de las máquinas, vagones y convoyes necesitaban mucha longitud de vías, de tal manera que con frecuencia obligaban a cerrar los pasos a nivel que había tanto en la estación del Arco de Ladrillo como en el llamado Portillo de la Merced, es decir al final de la calle de Labradores para cruzar al barrio de Delicias. Enclaves separados entre sí por poco más de 500 metros.
Aquello producía el que los pasos a nivel, cerrados, generaban largas colas de vehículos y peatones esperando a cruzar las vías del tren. Téngase en cuenta que al otro lado de la vía había una población de 6.000 personas, y que los desplazamientos de los trabajadores ferroviarios eran enormes a las horas de entrar o salir del trabajo. En definitiva, muchas personas cruzaban como podían entre los vagones, con el consiguiente riesgo de accidente, de tal manera que el cruce de la Merced acabó conociéndose como «el paso de la muerte».
Hacia 1921 el alcalde, Federico Santander, tenía sobre la mesa de su despacho el informe favorable para construir sendos pasos superiores para ambos lugares: pasarela peatonal para Portillo de la Merced, y viaducto para tránsito rodado en Arco de Ladrillo. Mas, como en tantas ocasiones las dificultades económicas impedían llevar a cabo los proyectos con la celeridad deseada. Como la Compañía del Ferrocarril y el Estado no ponían mucho interés en su construcción, el Ayuntamiento acordó aportar de su cuenta 15.000 pesetas para la construcción de la pasarela del Portillo.
En junio de 1921 una comisión municipal se entrevista con el ministro de Fomento Sr. De la Cierva, que una vez conocida de la voluntad del Ayuntamiento, ante la resistencia que había puesto la compañía ferroviaria exclamó: «¡Pero esto no es asunto! Realizar una obra de 25.000 pesetas para la que ustedes comienzan dando 15.000 pesetas no puede ser una cosa más razonable».
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Aquellas palabras hicieron nacer una esperanza de que la obra sí se llevaría a cabo, de tal manera que el 3 de junio el pleno del Ayuntamiento aprueba el que se construya la pasarela y que la ejecución se saque a subasta. No obstante, aún hubo que aprobar algunas modificaciones que alargaron el plazo de ejecución. Entre ellas, el que se no se empleara hormigón –si no solo hierro- para evitar que las vibraciones de los convoyes y el calor que desprendían produjeran agrietamientos en la estructura.
Total, que el 1 de abril de 1922 el acalde Sr. Santander informa a los concejales que había recibido carta del senador Sr. Guillén comunicándole que la Dirección General de Obras Públicas había aprobado el proyecto reformado de la pasarela, llevado a cabo por el ingeniero industrial Sr. Infante.
La pasarela sería una viga de 2 metros de anchura, con barandillas en forma de cruz de San Andrés, de 1600 kilogramos de peso, con 20 metros de luz entre apoyos y elevada 6 metros desde las vías. El presupuesto ascendía a 25.960,08 pesetas.
Las obras comenzaron, mas parecieron gafadas, pues cuando se fueron a inaugurar se observó que no estaban completamente terminadas y el contratista se resistía a rematarlas, hasta el punto que el sujeto desapareció. Total, que aún debieron pasar varias semanas hasta que el Ayuntamiento consiguió terminar la obra y ya se pudo usar. Entró en servicio a finales de 1923, y el viaducto de Arco de Ladrillo quedó para mejor ocasión (de hecho, no hubo viaducto hasta finales de 1933).
No debió quedar bien rematada la pasarela, pues al parecer no se emplearon los mejores materiales (hierro y acero) por la escasez de estos, y las tablillas no estaban bien encajadas. Por eso, en 1931 –ocho años después de haberse construido- se acometieron importantes reformas. El informe que dio pie a la reforma indicaba que la construcción tenía acusadas deficiencias, y lo es más a tener en cuenta, con defecto de estructura que afecta a sus condiciones de estabilidad y resistencia, que la hacen no reunir las debidas condiciones de seguridad.
Lo más importante es reformar las vigas principales y columnas de apoyo, que acusan falta de resistencia a determinados esfuerzos, y falta de unión entre sus elementos principales comprometiendo la seguridad del conjunto. Total, 23.779,70 pesetas de presupuesto, y el 13 de enero de 1932, siendo alcalde García Quintana, se adjudican las obras.
Pero aquello no terminaba de ir bien, seguramente por la enorme carga de paso que tenía: alguna crónica habla de largas colas de espera para cruzarla cuando salían los obreros de trabajar y los vecinos iban y venían. Aquello propiciaba que con frecuencia se pasara directamente sobre las vías con el consiguiente riesgo y causa de accidentes. Así que 1946 se inició la construcción de una nueva pasarela, que al año siguiente ya estaba en servicio.
Pocos años más tarde, 9 de mayo de 1952, ya estaba en uso el túnel peatonal de la calle Labradores, y el de vehículos se inauguró el 18 de marzo de 1953. Aquello fue un enorme alivio para la ciudad. Ya no hacía falta, por tanto, la pasarela sobre las vías del tren, y sobre todo los vecinos ya no se verían sorprendidos por el pegajoso hollín de las máquinas de vapor que pasaban bajo sus pies.
Por tanto, el pleno municipal de 30 de diciembre de 1954 aprueba desmontar la vieja pasarela de hierro y reinstalarla al final de la calle Fuente el Sol para cruzar el canal de Castilla, y así mejorar notablemente la comunicación peatonal entre la Victoria, y la Cuesta de la Maruquesa y Parva de la Ría. Con este servicio, largamente demandado por el vecindario, las personas se ahorraban desplazarse hasta la carretera de Gijón para ir de una parte a otra del barrio.
Tras una espectacular caravana y sucesivas demostraciones de maniobrabilidad, varios camiones cargados con las vigas y el resto de la estructura de la vieja pasarela atravesaron la ciudad a través del viaducto de Arco de Ladrillo y el puente Mayor. En la tarde del 4 de junio de 1955 ya pudo cruzarse el Canal sobre la pasarela, no sin antes salvar, como ocurría en el Portillo de la Merced, una buena porción de escaleras. Estuvo en uso hasta 1977, año en el que se desmontó y se construyó un puente bastante más convencional y accesible.
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