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El cronista | Callejeando por Valladolid

La avenida de Salamanca, una emblemática vía hasta la actualidad

Difererentes edificios históricos y modernos rascacielos de la silueta vallisoletana se distribuyen en sus cinco kilómetros, que hacen de esta la más larga de la ciudad

Jesús Anta

Valladolid

Viernes, 19 de julio 2024, 10:27

Dos potentes referencias históricas tiene la avenida de Salamanca: el desaparecido Palacio de la Ribera, y el magnífico monasterio de Nuestra Señora de Prado.

Tan importante es este último -incluso por encima del palacio real- que la actual avenida de Salamanca está trazada sobre dos tramos de caminos: el primero llamado camino del Prado (por el monasterio), y el segundo –a partir del monasterio- camino de La Flecha (pues era la granja y finca de verano de los monjes del Monasterio de Nuestra Señora de Prado). Ahora La Flecha forma parte del municipio de Arroyo de la Encomienda.

La avenida de Salamanca va del puente Mayor hasta algo más allá del de Hispanoamérica. Data de la Edad Media el primero y del último año del siglo XX el otro. Total, cerca de cinco kilómetros, lo que la convierte en la calle más larga de Valladolid, que termina allí donde comienza Arroyo de la Encomienda.

Arranca la avenida en la plaza de San Bartolomé, en el barrio que durante años se conoció como «fuera el puente», o la «puebla del puente» luego barrio de la Victoria, y en la que cuando la Corte se instaló en Valladolid en 1601 se construyó una fuente «muy linda» que arrojaba gran cantidad de agua hasta mucha altura, antesala del camino particular que conducía hasta el Palacio de la Ribera.

La avenida articula el barrio de Huerta del Rey cuyo nombre viene de la extensa Huerta que tenía el palacio veraniego de los Austrias en esta orilla del Pisuerga. Un barrio que solo fue posible a partir de que entre 1954 y 1961 se construyeran los puentes del Poniente, de Isabel la Católica y de Adolfo Suárez. Con estos puentes ya transitables y los terrenos urbanizados,  comenzó la construcción de una nueva ciudad, cuyos primeros habitantes llegaron en los años 70, y que por mor de las diferentes promociones de viviendas (privadas, cooperativas y sociales) ha dado lugar a un vecindario que semeja un mosaico de muy variada extracción social.

Mas, la longitud de la avenida hace que también de servicio a los barrios de Villa de Prado, Parquesol y Arturo Eyríes.

La antigua fábrica de Harinas la Perla, a mano derecha, y el edificio Duque de Lerma, a mano izquierda, dan la entrada a la avenida. La Perla, declarada Bien de Interés Cultural, funcionó como fábrica de harinas entre 1856 y 2006, y ahora está en espera de nuevo destino, una vez que fuera hotel entre 2008 y 2016, y un edificio «okupado» entre 2018 y 2023. Al parecer volverá a ser un hotel.

El edificio residencial Duque de Lerma, tras una azarosa historia, se inauguró el día 12+1 (tal como reza en su placa) de diciembre de 1999. Es el testimonio de una de esas aberraciones urbanísticas de la década de 1970, pues entre otras cosas invade el cauce el Pisuerga. Debía haber formado parte de un trío de torres llamadas «Vigías de Castilla» y con sus 88 metros de altura ostenta el honor de ser el más alto de Valladolid.

Avenida de Salamanca en el cruce con Puente Colgante, 1970. AMVA

Hay una singular construcción inmediata al Duque de Lerma: cuadrada y pintada de blanco, es una toma de emergencia de agua del Pisuerga por si fallara el suministro de los canales del Duero y Castilla. Valladolid tiene otra toma de emergencia en el Duero junto al puente que lo cruza para llegar a Boecillo. Está construido sobre la base del antiguo ingenio de Zubiaurre: una gran noria que en 1603 comenzó a abastecer de agua al Palacio de la Ribera, y que dejó de funcionar en 1758.

A partir de este punto, a lo largo de la avenida van asomando la Feria de Muestras, la Escuela de Arquitectura, la Agencia Tributaria, las Cortes de Castilla y León, la sede de la Federación Regional de Municipios y Provincias de Castilla y León (junto al Puente Colgante), el antiguo restaurante la Goya inaugurado en 1902 que cerró sus puertas en 2021, el Museo de la Ciencia, y el monasterio de Nuestra Señora de Prado.

A esto habría que añadir varios centros docentes, como La Inmaculada (Maristas), y el Sagrado Corazón (corazonistas).

Jardines de la avenida, con una escultura de Fernando Sánchez Calderón. NC

Mas, no debe pasar desapercibido el jardín lineal que en el primer tramo de la avenida, a mano derecha, separa la calzada de las viviendas, y que está diseñado de tal manera que interponga una barrera visual y acústica entre el tráfico rodado –intenso- de la calle y las casas. Por el interior de jardín, de amable estancia, hay algunas formas escultóricas, como El efecto del viento, realizadas por Fernando Sánchez Calderón, artista vallisoletano de notable trayectoria profesional.

Sin duda el monasterio es una de las joyas de la historia y la arquitectura vallisoletanas. Conocido como el Escorial Vallisoletano, se fue construyendo a partir de 1440, cuando los monjes jerónimos se instalan en las inmediaciones de una ermita. Fueron muy protegidos por los Reyes Católicos que mandaron instalar en él la Real Imprenta de Bulas. Y en él se alojó Colón en espera de una audiencia de Isabel la Católica. Era un monasterio muy concurrido, especialmente cuando a medio día los monjes repartían comida entre los pobres de la ciudad. Tras la desamortización fue presidio, manicomio y, después de unos largos años de abandono, la Diputación –propietaria del mismo- en 1989 lo cedió a la Comunidad Autónoma, que lo rehabilitó y destinó a sede de las consejerías de Educación, y de Cultura, Turismo y Deporte.

Junto al río, restos de la antigua fábrica de la luz y talleres de carburdores IRZ. J Anta

Hay dos elementos muy particulares que prácticamente no se ven desde la misma avenida, sino que hay que bajar al río. Se trata de los restos del Palacio de la Ribera, un muro en el que se adivinan algunas dependencias, y el Transformador que hay a la altura del número 5 de la avenida: un conjunto de dos edificios que integraban la primera central eléctrica de la ciudad. Una instalación que data de 1896 que en 1908 pasa a pertenecer a la Electra Popular Vallisoletana y en los años 30 pasó a manos de la Sociedad Española de Carburadores IRZ.

Varias esculturas van jalonando la avenida: «El Monumento al IV Centenario de la ciudad de Valladolid», de Ángel Mateos, frente a la Feria de Valladolid; «Metamorfosis», de Cristóbal Gabarrón, junto a las Cortes; sendas estatuas de Pío del Río Hortega y Albert Einstein, de Luis Santiago, en el exterior del Museo de la Ciencia; el «Monumento al IV Centenario de la presencia española en América», de José Manuel Barrio, Ignacio Camarero y Alberto Sáinz, en la Glorieta del Descubrimiento, inmediata al barrio Arturo Eyríes; y, cerca de terminar la avenida, en la esquina que forma con la calle Manuel Jiménez-Alfaro (hacia Parquesol), está el Monumento al ciclista, del escultor Gonzalo Coello Campos.

La próxima semana

Jesús Anta camina por la avenida Real Valladolid, una vía que homenajea al club deportivo más emblemático de la ciudad y está repleta de construcciones señeras como la sede de las Cortes de Castilla y León, el Centro Cultural Miguel Delibes o el Estadio José Zorrilla.

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