El Cronista

Jesucristo, republicano y de izquierdas

A Ángel Rodríguez Bachiller, autor del citado manifiesto, no se le ha hecho justicia. Vallisoletano de Montemayor de Pililla, donde nació el 18 de octubre de 1901, fue uno de los pensadores y teólogos más reputados de su tiempo, se carteó con los filósofos más en boga y colaboró en relevantes publicaciones de su disciplina. Sin embargo, los avatares políticos de nuestro país lo expulsaron de las cátedras universitarias y lo obligaron a ganarse la vida dando clases particulares. De su vasta cultura da cuenta, por ejemplo, su periplo durante la posguerra como profesor, en academias privadas, de Filosofía, Letras, Derecho, francés, inglés, italiano, alemán, latín, griego, hebreo y sánscrito, pero también de otros idiomas como húngaro, portugués, arameo, árabe y euskera.

Hijo de Tomás Rodríguez, cónsul de España en Hong-Kong, y de Julia Bachiller, cursó las primeras letras en Puerto Rico, Cuba y Ayamonte (Huelva) antes de matricularse para realizar el Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, donde, además de codearse con lo más granado de la cultura local y nacional, también estudió Humanidades en el Seminario Conciliar. Tomó el hábito dominico en el convento abulense de Santo Tomás y en 1923 salió de España para ampliar estudios en Bélgica y Roma. Se ordenó sacerdote en la iglesia de la Minerva en 1926. Luego, en Filipinas, se doctoró en Filosofía y Teología bajo la tutela del dominico Francisco Marín Sola y fue profesor de Filosofía, Griego y Hebreo en la Universidad de Santo Tomás de Manila.

Escribió sobre pensamiento y problemas de su tiempo, sobre el independentista tagalo José Rizal y sobre los avatares de la isla, al tiempo que se carteaba con representantes de las religiones judía, brahamánica y protestante. Regresó a Valladolid en 1933, se familiarizó con el ambiente republicano e impartió conferencias sobre las tendencias filosóficas de su tiempo. Cada vez más inclinado hacia la izquierda política, abandonó en 1935 la Orden de Predicadores y comenzó a cursar la licenciatura de Derecho, compatibilizándolo con su responsabilidad como miembro de la junta directiva de la revista Philosophia (Belgrado), fundada por su amigo Arthur Liebert. De aquel tiempo data el Manifiesto enviado a Largo Caballero, titulado «Necesidad de una transforma religiosa» y concebido para ayudar a las izquierdas en las elecciones de febrero de 1936.

«Bajo la apariencia del celo, de la caridad, de lo más santo de la religión, se da y se saca del pueblo una religión que tiene tantos caracteres de materialismo que está muy lejos del Evangelio (...) COMPÁRESE la humildad, sencillez y pobreza de Jesucristo con la pompa, vanidad, lujo y fastuosidad del papa, de los cardenales y de los obispos, los cuales viven en palacios como si fueran ministros completamente mundanos, con el pensamiento puesto en el dinero, en rozarse con la gente alta y rica, y metidos con frecuencia en cosas peores todavía», sostenía el vallisoletano, que proponía una transformación radical de la Iglesia católica: «COMPÁRESE el amor y caridad de Jesús completamente desinteresados, con el odio del clero para todo el que no sea católico a la manera de ellos, con la crueldad inquisitorial que ejerce si encuentra a uno que le corrige y canta las verdades tales y como son».

La sublevación militar que provocó la Guerra Civil le sorprendió preparando oposiciones a Instituto en Madrid. Se alistó en la Federación Española Universitaria, con destino en Levante, y combatió por la República como teniente de Artillería. Lo detuvieron en julio de 1938 en Campanario (Badajoz). Peregrinó por las cárceles de Córdoba, Carmona, Yeserías y Alcalá de Henares, localidad esta última donde fue condenado a 20 años de cárcel por un tribunal militar. En libertad condicional desde mayo de 1943, fijó su residencia en Madrid, donde contrajo matrimonio por el rito protestante con la poetisa Matilde Pérez Martínez, más conocida como Matuka Peris, con la que tuvo cinco hijos. Su condición de apóstata republicano le alejó forzosamente de los ambientes académicos. Una condena dolorosa que le obligó a ganarse la vida como profesor de clases particulares. Hasta 1965 no obtuvo la dispensa de votos; entonces se casó por el rito católico.

Autor de numerosos artículos en revistas y medios de comunicación, pudo difundir su pensamiento desde finales de los sesenta, participó en congresos de Filosofía nacionales e internacionales y fue miembro de numerosas asociaciones de su especialidad, como, por ejemplo, la Société Astronomique de France o la American Philosophical Association de Washington, entre muchas otras. Durante muchos años, desde 1969, colaboró en El Norte de Castilla con tribunas sobre Filosofía, Teología y Política. Fallecido en Madrid el 8 de noviembre de 1983, ocho años después la Orden de los Caballeros de Rizal, en Manila, le concedió a título póstumo la Cruz de Rizal.