Comercios históricos de Valladolid: Almacenes Cuadrado

El almacén vallisoletano que hoy divisa los montes Apalaches

Considerado uno de los emprendedores más sobresalientes de principios del siglo XX, Jaime Cuadrado Gutiérrez (Valladolid, 1889) comenzó trabajando para su padre, propietario de una carpintería y contratista de obras, pero pronto decidió establecerse por su cuenta y abrió su propio despacho en la calle Joaquín Costa (hoy Dos de Mayo), en el domicilio familiar. Se presentó, como contratista de obras, a varios de los concursos públicos más importantes del momento. Corría el año 1914 cuando se hizo cargo del relleno y drenaje del brazo sur del río Esgueva, monumental obra que marcó el comienzo de su fama, especializado en obras hidráulicas, «defensas fluviales, corrección de torrentes, desviación de cauces, construcción de presas, puentes, protección de márgenes, galerías de drenaje, saneamientos, etc.», según recogen los anuncios de la época. Obra suya fue también, entre otras, la desecación de la laguna de Laguna de Duero.

Encargado del derribo de los restos de la antigua Academia de Caballería tras el devastador incendio de noviembre de 1915 y la explanación del terreno para la nueva construcción, en paralelo, desde 1903, Jaime Cuadrado regentaba en el número 14 (hoy 13) de la plaza de San Nicolás otro negocio: un almacén de maderas que llevaba su nombre y que heredó su única hija. Hoy se han incorporado ya a la empresa familiar varios de los biznietos del fundador, que llevan las riendas de una de las cuatro empresas dedicadas a la producción y distribución de madera y productos derivados que forman parte del grupo familiar. El negocio que fundó su bisabuelo tiene 122 años después.

Casado con María Dolores Barbero, Jaime Cuadrado Gutiérrez falleció en 1957. Su única hija, María Dolores Cuadrado Barbero (Valladolid, 1938), heredó el almacén de maderas que, desde entonces, pasó a llamarse Hija de Jaime Cuadrado. «Mi padre levantó el almacén en un terreno que compró junto al Puente Mayor, donde había estado la Iglesia de San Nicolás de Bari», rememora a sus 86 años María Dolores Cuadrado. El almacén se construyó sobre los restos de la desaparecida iglesia. Se mantuvieron parte de la planta y parte de los muros originales del templo, datado en 1593. Se aliñó con arcadas, paredes de ladrillo caravista y se colocó la cubierta sobre cerchas salidas de la empresa francesa de Gustave Eiffel. «El edificio de los almacenes sigue existiendo», apunta María Dolores Cuadrado, aunque en 2009, «por temas de logística», la empresa cambió su ubicación a Íscar. «Ya teníamos allí un almacén y trasladamos todo». Hoy está en el número 114 de la Avenida de San Miguel. «Mi padre también tuvo un tiempo un aserradero y un depósito en el municipio guipuzcoano de Beasain».

«Cuando murió mi padre fue mi marido, Mariano Calderón, quien se puso al frente de la empresa. Era abogado. Sabía mucho de leyes y nada del negocio de la madera, pero en muy poco tiempo se puso a la altura. Tuvimos que luchar muchísimo«, recuerda orgullosa su mujer. El negocio familiar creció con otro almacén en Valencia -»puerto rey de la madera«, señala María Dolores Cuadrado- y después con otros dos en Estados Unidos, donde hoy trabaja la quinta generación (no hay que olvidar que su tatarabuelo también se dedicó al negocio de la madera). »Desde hace más de cien años, en nuestra familia, no hemos hecho otra cosa que cuidar la madera. Nada nos gusta más«. María Dolores y Mariano tuvieron cinco hijos. El pequeño, Jaime (Valladolid, 1975), que lleva el nombre del fundador de Almacenes Cuadrado, es el único de los Calderón Cuadrado que ha seguido los pasos de su abuelo materno. Dos de los yernos de María Dolores también trabajan en el negocio familiar.

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