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Un ejército formado por distintos colectivos y asociaciones vecinales se ha congregado esta mañana en la Plaza Mayor para reivindicar una Valladolid solidaria con las ... personas migrantes y refugiadas. Armadas con pancartas, canciones, poemas y mensajes reivindicativos, decenas de personas han llevado a cabo un acto de homenaje y de reconocimiento a quienes huyen de sus países de origen para dejar atrás conflictos armados, delincuencia organizada o catástrofes naturales.
Tras un desfile de pancartas, el 'Colectivo Indignado' ha reprochado al actual equipo de Gobierno local el proyecto fallido de un centro para personas refugiadas en Valladolid, que contaba con la financiación de la Unión Europea pero que se vio frustrado tras el cambio de siglas. «Cuando llegó el Ayuntamiento que tenemos ahora dijo que no quería saber nada ni de refugiados ni de personas migrantes», censuraba uno de los portavoces, que pedía que la convocatoria sirviera «para descargar la conciencia de estos señores».
Algunos de los presentes fueron los encargados de poner voz al drama de los desplazados que han tenido que dejar atrás su vida en países como Yemen, Afganistán, Bolivia, Ucrania o Palestina, cuyos refugiados cifraban en millones. Mientras que al otro lado del círculo formado en torno a la entrada del Consistorio, de donde colgaba una pancarta en la que podía leerse «no más sueños ahogados» por las vidas perdidas en el Mediterráneo, otros asistentes lanzaban proclamas de agradecimiento a estos colectivos por «cuidar de nuestros mayores», «incrementar la población de zonas rurales» o «favorecer el interculturalismo».
La lectura de un poema en honor a la «antiquísima» historia de Palestina y en contra del «comportamiento cruel» de Israel, un coro con canciones de Víctor Jara o José Antonio Labordeta y un grupo de bailes interculturales, amenizaron un acto que atrajo a muchos de los paseantes. Algunos abandonaban la zona al percatarse de la presencia de banderas palestinas, mientras otros se acercaban decididamente para quedarse.
«Mi nombre es Ana, vengo con mi niña Ana Valeria y llevamos aquí un año y tres meses», explicaba esta hondureña, que llegaba rezagada. Junto a su hija de once años está en proceso de refugio «por problemas de seguridad y de violencia de género». Ana, que llegó a Valladolid gracias a una casa de acogida de la fundación Cepaim, agradece a las organizaciones que le han hecho la travesía y el choque cultural «más fácil».
Una travesía que no ha estado exenta de episodios de racismo, aunque en un «pequeño porcentaje». «Me dijo una señora que no podía confiar en alguien que llegó sin papeles para darle trabajo. Yo le respondí que veníamos a prestar un servicio a cambio de un pago y que no todos éramos así, la mayoría venimos a buscar un futuro», recuerda.
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Alberto Echaluce Orozco y Javier Medrano
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