Donato, el juez que quiso ser músico

Ocupó a lo largo de su carrera plaza en tierras de Castilla, Cantabria y Cataluña, si bien fue en las ciudades de Burgos y Valladolid donde más tiempo ejerció. Magistrado, presidente de la Sala de lo penal de la Audiencia Provincial de Valladolid y juez de vigilancia penitenciaria, su profesión la entendió desde el primer día como un servicio a la comunidad. Esa forma de pensar le generó muchas alegrías y, también, algunos sinsabores que superó gracias a su fuerza interior y al convencimiento de que actuaba cumpliendo la ley.

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Pero no fue la judicatura, el Derecho y la Justicia su única pasión. Aparte de su familia, para la que vivió y trabajó intensamente, su otra gran vocación fue la música. Muchas veces pude escuchar de su boca lo mucho que le hubiera gustado estudiar y prepararse para ser director de orquesta, pero la dura época de la España de la posguerra en la que le tocó vivir le convenció de que ese anhelo era una quimera, que era imposible acometer una carrera musical. Y se inclinó por la judicial. Con todo, cumplió su sueño con el paso del tiempo y formó parte como violonchelista de la orquesta del Conservatorio de Burgos y alegraba cualquier reunión familiar o de amigos con su arte y buen humor. La música es el espíritu del alma, decía a menudo.

El Réquiem de su querido y admirado Mozart, que tantas y tantas veces hemos escuchado en casa, esta vez sonará por él, que lo disfrutará allá donde esté.

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