Su segundo apellido, Iglesias, parece que ha sido premonitorio para Óscar Agüera. Un vallisoletano de 52 años, cuya vida está marcada por una profunda devoción religiosa, un matrimonio sólido y una carrera profesional como economista y como contable. El próximo 19 de noviembre será ordenado ... diácono permanente, y con ello logrará consolidar su compromiso con la Iglesia y su comunidad.
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Desde una edad muy temprana, la fe ha sido para él un pilar fundamental en su vida aunque reconoce que en su época adolescente pasó por una etapa rebelde. Cuenta que sintió la «primera llamada del Señor» en el año 2006, tras realizar unos ejercicios espirituales. «Esto no entraba para nada en mi vida. Era algo que no iba conmigo», reconoce. Con el tiempo, aquella llamada a servir a la comunidad de una manera más profunda y comprometida, se fue haciendo más y más fuerte. «Cuando yo ya lo tenía claro, las reticencias vinieron por parte de mi mujer. Ella sabía lo que suponía ser la esposa de un diácono, y que no podría contar conmigo para muchas cosas, sobre todo los domingos. Puso resistencia, hasta que en 2015, durante una peregrinación que hicimos a Fátima, ella me dio su aprobación para ser diácono. Entonces hablé con el obispo y empecé mi preparación en 2016. En todo este tiempo, mi mujer ha tenido que escribir 4 cartas para darme permiso para participar en este proceso», recuerda.
Lleva 8 años formándose y reconoce que completar sus estudios de Teología no ha sido tarea fácil. «Mi trabajo es muy intelectual, me llevaba a casa algunos problemas y eso hacía que no me concentrara. Ya he completado la formación litúrgica y ahora estoy completando mi formación pastoral», explica Óscar, quien ha sabido encontrar el equilibrio perfecto entre lo racional de las finanzas y lo espiritual de la teología. «Los diáconos, antiguamente se dedicaban a administrar los bienes de la iglesia, además de la liturgia, la palabra y la caridad. En mi entorno laboral enseguida se enteraron de que me estaba preparando para ser diácono. Nunca he ocultado que soy católico practicante. Creo que debo dar testimonio de ello. Al principio mis compañeros se quedaron alucinados, no sabían qué era un diácono», prosigue.
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El próximo 19 de noviembre es una fecha marcada en rojo en su calendario. Será el día de su ordenación. «Sólo espero no defraudar en a mi Señor en el ministerio que me va a otorgar y en ese don que me va a dar. Deseo estar a la altura de lo que me pueda exigir. Cada uno estamos llamados a entregar nuestra vida a una causa. A mí, Dios me ha pedido que entregue mi vida al diaconado y es lo que tengo que hacer. Sólo así seré feliz», concluye.
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