Es complicado colgar el teléfono a Emilio Laguna. Conversar con este actor vallisoletano supone abrir la enciclopedia del último siglo del teatro patrio, empaparse de las décadas doradas de la comedia cinematográfica española y comprobar de primera mano que se puede llegar a los 94 – ... los cumple el 13 de mayo– con la lucidez de un chaval. Y no de un joven cualquiera, sino de un muchacho que se licenció en Derecho en Valladolid y que dejó todo para irse a Madrid y dedicarse a esa pasión incontenida por interpretar que tuvo desde la cuna. Es un tesoro nacional. Abro hilo:
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↓ Emilio Laguna Salcedo vino al mundo en la calle San José de Valladolid el 13 de mayo de 1930, el día de la fiesta del Patrón de la ciudad, San Pedro Regalado. Aprendió a leer, leyendo teatro. Estudió Bachillerato en Los Maristas y acabó Derecho en la facultad de Filosofía y Letras. Pero nunca ha ejercido, porque lo que él quería desde que tuvo uso de razón era ser actor. Su padre, Vicente Laguna, le puso como condición sine qua non para ir a Madrid a recorrer los caminos del teatro acabar la carrera de leyes. Y así lo hizo. «Me gradué, cogí la maleta y, sin conocer a nadie, me presenté en el despacho de Claudio de la Torre, entonces director del Teatro Nacional, con una cartita de recomendación de Luis Maté», rememora en su casa de Cubillas de Santa Marta. «'¿Está usted loco? Pero si es abogado. ¿Cómo se va a dedicar a esta profesión tan insegura? No se lo aconsejo'», recuerda que le dijo De la Torre. Hizo caso omiso. «Cuando me marchaba, me paré en el escenario, que estaba completamente a oscuras, y me juré a mí mismo que en ese mismo teatro me aplaudirían». Y así fue.
↓ La primera oportunidad en el teatro de la capital llegó en 1958, en el Nacional. «Fue un papel corto pero lucido». El director Modesto Higuera estaba ensayando 'Camino Real', de Tensesses Williams. «Me aseguró que todos los papeles estaban dados, pero no era cierto. El de mariquita nadie quería hacerlo. 'Si usted se atreve...', me dijo. Y di el personaje, teatralmente hablando», ha contado el actor vallisoletano en infinidad de ocasiones. Porque Laguna tenía tablas, pero sobre todo vocación. «Empecé en Valladolid en el Teatro Español Universitario con Ángel Platero y haciendo teatro de cámara con Luis Maté. Además, estuve en los Coros y Danzas, con los que hice una gira por América. Fui miembro de la Tuna y me curtí en los festivales de Medicina que dirigía Rita Recio en el Teatro Calderón», resume de carrerilla.
↓ Emilio Laguna ha tenido y tiene una pasión incontenida por interpretar, en el escenario y en la vida. Ha hecho teatro clásico de Calderón y Lope de Vega, Tirso de Molina o Goldini «para matar el gusanillo», pero también contemporáneo, comedia y vodevil. Si le preguntas por una obra concreta no puede contestar. «Es como preguntar a qué hijo quieres más», asegura. Con especial cariño recuerda los espectáculos musicales y de revista. Porque él ha sido primer actor cómico con Lola Flores, Paquita Rico, Juanita Reina y María José Cantudo. «Se me encasilló en lo cómico, pero no me quejo. Hacer reír es más hermoso que hacer llorar. La gente va al teatro con la lágrima puesta, todos tenemos un motivo para tender la lágrima. En cambio, la carcajada hay que provocarla con texto, con gracia, con aire, con vocación, con entrega». Y así lo ha hecho durante toda su vida. «He hecho teatro desde que tengo uso de razón. Y ahí es cuando demuestras que eres artista, tú solo delante de una cortina improvisando y metiéndote al público en el bolsillo». Tampoco despreció los papeles en el cine y en la televisión.
↓ Ha participado en más de 130 películas. Su incursión en la gran pantalla llegó en 1963, con la película 'El Verdugo', un de las joya del cine español premiada con el León de Oro del Festival de Venecia, dirigida por Luis García Berlanga con Pepe Isbert como protagonista. «La echaron el otro día en la televisión. Soy un inspector de aduanas que ni siquiera habla, que hago una cruz a un féretro, pero supuso el primer paso de una carrera larga, inolvidable y bonita», sentencia. Emilio Laguna ha compartido cámara, entre otros, con José Luis López Vázquez, Alfredo Landa, Sara Montiel –con quien participó en 'Varietés', de Juan Antonio Bardem– y Lina Morgan, una «gran amiga» para la que escribió algunos de los episodios de '¿Se puede?', una peculiar serie que marcó en 2004 la vuelta a la pequeña pantalla de la popular actriz española.
↓ Ha sido dirigido por los mejores, en cine, teatro y televisión, pero más que actor, cómico o dramático, siempre ha sido un artista, alguien que sabe hacerlo todo, actuar, cantar y bailar. Y escribir. Desde comedia y poemas en los que vuelca su sentido de la vida, hasta su propia biografía, 'Parece que fue ayer', editada en 2017. «Fue una herencia que cogí con mano cariñosa de mi padre, que tenía mucha afición por la escritura. He escrito muchas de las obras que he interpretado, como 'Lo mío es de nacimiento', pero también escribí mucho para Las Hurtado», recuerda. De su pluma no solo salieron muchas de las ocurrencias de las televisivas Paloma, Teresa y Fernanda Hurtado, sino que, incluso, Laguna compuso las letras de las diez canciones de '¡Viva España, vamos a ganar!', un disco que las tres hermanas grabaron en 1981 con los ojos puestos en el mundial de fútbol de 1982. «Siempre he sido mañoso para escribir», reconoce sin un ápice de vanidad.
↓ Aunque es vanidoso. «Los artistas debemos creernos que lo nuestro es lo mejor, porque si no estamos convencidos de nosotros, ¿cómo vamos a convencer a los demás?», afirma. Esa soberbia bien administrada, junto con el don innato de la interpretación, le ha reportado a Emilio Laguna el aplauso del público en toda España. «A Barcelona le gusta mucho el teatro, te escucha, te ríe y te sigue, pero soy un fan de Madrid. Son dos ciudades donde el público nunca me dijo que no», explica. «Si en el cartel aparecía yo, el teatro se llenaba. Pero el empresario no era yo, era solo un obrero... Hasta los últimos años, que tiré la caña y también fui empresario. Me fue muy bien y me dije: '¿Por qué no lo habré pensado antes?'». La última obra en teatro tarde y noche fue '5 gays.com', allá por el año 2003, donde tenía un papel «extraordinario» que dejó para acudir a las órdenes de José Luis Moreno en 'La sopa boba', una serie protagonizada por Lolita, éxito de la sobremesa televisiva del verano de 2004. «Luego hice 'Se va y se viene', lo penúltimo, porque siempre queda una entrevista pendiente», dice con melancolía.
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Berta Muñoz Castro
Berta Muñoz Castro
Berta Muñoz Castro
↓ Y no puede dejar de recordar su participación en las cinco temporadas del concurso televisivo 'No te rías que es peor'. Con chaleco, bigote fijo y los años ya estampados en las arrugas de la frente, Emilio Laguna se convirtió en uno de los humoristas de las sobremesas de la primera cadena de TVE. Gracias a este trabajo, entre 1990 y 1995, consiguió los ahorros suficientes para hacerse una casa en Cubillas de Santa Marta, donde reside desde la pandemia. «Lo gordo lo pasé en Madrid, pero cuando tuve ocasión me vine a Cubillas a pasar unos días... Y han pasado cuatro años», reconoce Laguna, que llegó a la localidad vallisoletana de la mano de su gran amigo Pablo Montenegro con solo 17 años. «Me trajo una tarde y nuncaaaaa lo hicieraaaaaa», bromea Laguna. Pero su corazón no puede evitar trasladarle a otro lugar, también en la provincia de Valladolid: Sardón de Duero. «Mi madre era de allí. Sardón me quitó el hambre en la posguerra. Es un pueblo al que tengo mucho cariño, donde han tenido la gentileza de ponerme una calle a mi nombre. En Sardón aprendí a hacer teatro cuando era un mico. Allí aprendí a bailar, a recitar y, una noche de San Juan, hice el amor por primera vez».
↓ No se ha casado, tampoco tiene hijos, pero siempre ha contado con el calor que desprende la lumbre de los buenos amigos. «Ahora el parkinson y las gaitas de la edad no me dejan cocinar, pero hace años había cola para comer en mi casa. Igual te hacía un cocido que una tortilla de patata, que una merluza en salsa verde. A mí comer no me gustaba mucho, lo mío era la tertulia, hablar de fulano, mengano, zutano y perengano para reírnos un poco. Siempre rodeado de íntimos, como la cantante Concha Márquez Piquer, Concha Velasco o los actores Alberto Closas, José María Rodero y Alfredo Landa». Además de cocinillas, se reconoce supersticioso. Y se pone serio. «Como culto que soy es absurdo que sea supersticioso, pero hay una canción muy famosa, que no voy a decir, que no puedo escuchar. Esa superstición me la pegó Adolfo Marsillach y si no corto la música cuando suena, en 24 horas ocurre algo malo», afirma.
↓ Rápido, como el tempo de su conversación, retoma el tono amable. «Antes, en las entrevistas, incluía chistes y canciones. Ya no los puedo contar porque los chistes necesitan un compás, un punto y coma, un respirar, un sitio que es...», explica. Ese arte para contar chistes y para levantar el ánimo a los compañeros de carrera que no llegaban al suficiente le valió el apodo de 'El aspirina'. Otro buen recuerdo que guarda de Valladolid. «No puedo decir que no he sido profeta en mi tierra», dice. En el Teatro Zorrilla tiene una butaca desde la reinauguración del 2010. Una década antes, el 18 de septiembre de 2000, recibió junto a Natalia Dicenta el Premio Valladolid de Amigos del Teatro. «Más vale tarde que nunca», dijo ese día con un humor cargado de ironía, que le llevó a recordar durante la entrega del premio que un día soñó que se lo daban, pero cuando estaba muerto.
↓ El discurso surtió efecto porque doce mese después, el 11 de septiembre de 2001, recogió en el Palacio Pimentel el premio de Teatro de la Provincia de Valladolid, un galardón que antes habían conseguido Aurora Bautista, Juan Antonio Quintana, Concha Velasco o Lola Herrera. Embutido en un traje azul índigo, barba blanca y pelo hacia atrás, Emilio Laguna se emocionó antes, durante y después de la entrega, a la que acudió en su ayuda Luis Merlo, hijo de María Luisa Merlo y Carlos Larrañaga.
↓ «Mi vida ha sido alegre y triste, como todas. He tenido muchos desengaños, muchos llantos… Pero a mis alegrías les he puesto comillas y las he encerrado entre signos de admiración para saborearlas más», resume Emilio Laguna, que conserva intacta una apabullante memoria que continuamente le traslada a tiempos mejores: «Cuando me pongo a recordar, las cosas que veo son tan hermosas, que cierro los párpados y digo basta. No quiero recordar porque duele».
↓ Como duele esa pequeña espina que sigue clavada –aunque él le reste importancia– en el fondo de su gran corazón. «Quisieron ponerme una placa en la calle San José de Valladolid, pero yo dije que prefería que me la pusieran en la puerta del Teatro Calderón con Conchita Velasco, muy amiga mía, y Juan Antonio Quintana, un gran actor. Pero ya no tengo fuerzas físicas para insistir», reconoce. Quizá esta es la única deuda que tiene con el gran Emilio Laguna la ciudad que le vio nacer hace casi 94 años. Los cumple dentro de un mes. Hay tiempo.
En la siguiente entrega de 'El Hilo', la periodista Berta Muñoz relata la historia de José Luis Ortega, oficial de protocolo del Ayuntamiento de Valladolid y macero de la coorporación municipal desde hace tres décadas.
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