Valladolid

La desconocida finca de Los Quemadillos arrasada por indigentes, grafiteros y botellones

La casona en cuestión, en cuyo lateral muestra parte de la arquería del desaparecido convento de la Merced Descalza, que será recuperada para devolverla a su emplazamiento (casi) original en la plaza de San Juan, está hoy llamada al derribo fruto de un cuarto de siglo de abandono y del inmisericorde saqueo al que ha sido sometida al paso de indigentes, ladrones, grafiteros y gamberros. Su llamativa fachada, en la que destaca un torreón, al margen de los nueve arcos del siglo XVII, muestra a las claras las marcas de su reciente historia en forma de pintadas, cascotes en torno a cada uno de sus huecos abiertos a mazazos y restos del humo de los incendios que acabaron de arruinar su estructura (sus tejados están hundidos) en los últimos años.

La finca, vaya por delante, está siendo recuperada con mimo por su actual dueño, un empresario local, que la ha limpiado, saneado y vallado para poner fin a las visitas indeseadas que acabaron con sus inmuebles destrozados (cuenta con la casona y con tres edificaciones auxiliares) con anterioridad a su adquisición.

Los Quemadillos fue en su origen, situado en torno a mediados del siglo XX, una finca ganadera y agrícola que llegó a gozar de cierta popularidad y que, en los años setenta, contaba, incluso, como una marca propia, 'Manzanas de Castilla', con las que sus propietarios comercializaban «manzanas riquísimas golden y verde doncella, y también alguna escarola, por poco precio», tal y como rezaban sus anuncios.

Pero antes, a principios de los sesenta, la finca se anunciaba como punto de venta de novillos y, según recogían sus carteles, era propiedad de los 'Hermanos Maroto'.

«En ella vivieron distintas familias y la última debió irse hace 25 años más o menos...», recuerda una vecina que vive justo enfrente de Los Quemadillos -el nombre de la finca aún está grabado en un antiguo arco de entrada que se conserva en un lateral- antes de lamentar que después vino el declive y el saqueo hasta llegar a la situación actual.

En su interior llegó a vivir posteriormente, hace poco más de un lustro, una familia extranjera que tenía un perro... Y después llegaron los botellones, más que habituales hasta que su actual propietario compró la finca y la valló, los grafitis y el saqueo definitivo que llevó al borde de la ruina a su casona. Sus arcadas (las del convento) se tapiaron en algunas ocasiones, pero volvieron a abrirlas a porrazos y los restos de botellas, sillas y colchones retirados recientemente de su interior dan fe del uso final que tuvo la finca de Los Quemadillos.

Su dueño, no obstante, tiene previsto recuperar el lustre de este pedacito de historia de Valladolid. Su más que centenaria arcada -lo único catalogado de la finca- será desmontada piedra a piedra para volver a ser mostrada en el entorno original que ocupó el convento mercedario y, a continuación, sobre lo restos de la casona se levantará una nueva en una finca adecentada que delimita los términos municipales de Valladolid y Simancas. A ella se puede acceder bien por el camino de las Berzosas, que une los dos municipios (a 2,4 kilómetros de la segunda fase de El Peral), bien por la calle Severo Ochoa (de Simancas), que parte del Camino Viejo. Los anuncios de los novillos y productos que vendía la finca en su día explicaban así como llegar a ella: «Razón en el kilómetro cinco del Camino Viejo de Simancas, pasado Inea, al final del camino de la izquierda». Y allí se encuentra desde entonces.