Dos vecinas de Velilla posan con un décimo del 50.076 para este próximo sorteo. L. Negro

Cuarenta años del Gordo que ilusionó Valladolid

El 50.076 llevó la alegría a muchos pueblos de Valladolid y a la capital. La lotera que lo vendió, el niño de San Ildefonso que lo sacó y los agraciados, lo recuerdan con mucho cariño

Laura Negro

Valladolid

Sábado, 21 de diciembre 2024, 08:35

El viernes 21 de diciembre de 1984, una lluvia de millones llenó de alegría y champán las calles de la capital y, sobre todo, de los pueblos de la provincia. El Gordo de la Lotería de Navidad, caía íntegramente en Valladolid, gracias al número el ... número 50.076, lo que desencadenó una euforia colectiva que no se había vivido en 163 años, desde que el mismo premio tocara en Valladolid en 1821 con el número 08.364.

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Eran las 11:45 horas cuando José Manuel Jiménez, un niño de 13 años, alumno del colegio San Ildefonso, sacó la bola 20 del alambre 8 de la séptima tabla. Sus compañeros cantaron el Gordo transformando así los mil millones de pesetas jugados en la provincia en un premio de 12.000 millones de pesetas (unos 72 millones de euros actuales). Este acontecimiento marcó el inicio de unas Navidades inolvidables y cambó la vida de los agraciados, muchos de ellos, agricultores.

El epicentro de esta lluvia de millones fue la administración de lotería número 22, ubicada en la calle Santiago de Valladolid. Detrás del mostrador estaba Beatriz Álvarez Gilsanz, quién con solo 22 años, era la lotera más joven de España. Beatriz, que llevaba en la administración de la calle Santiago apenas unos meses, recuerda con emoción aquel día. «Estaba escuchando la radio cuando dijeron el número. Levanté la cabeza y a continuación, ya tenía a toda la prensa delante de mí. Fue rapidísimo», comenta.

La mayoría de las series del 50.076 habían sido adquiridas por la Caja Rural de Valladolid, que distribuyó los décimos y participaciones en la capital y en pueblos como Villalón de Campos, Íscar, Tordesillas y Pedrajas de San Esteban. La Caja devolvió algunas series a la Administración 22, donde se vendieron en ventanilla y otras pocas se devolvieron a Hacienda. «Era un número raro por tener dos ceros en medio y no a todo el mundo le gustaba. Lo teníamos colgado en el mostrador y hubo clientes que la noche antes del sorteo lo rechazaron y luego lo lamentaron», comenta Beatriz, quien todavía recuerda el intenso trabajo que siguió a la alegría inicial. En aquel entonces los premios no se pagaban automáticamente como ahora. Los décimos premiados se presentaban en las administraciones y, tras la autorización de Loterías del Estado, se abonaban manualmente. Beatriz pasó días sellando décimos en las oficinas de la Caja Rural para garantizar que todos los ganadores recibieran su dinero.

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La comarca de Tierra de Campos fue una de las más beneficiadas, con Villalón de Campos como gran protagonista de la fortuna. De los 12.000 millones de las antiguas pesetas, esta localidad y sus alrededores recibieron unos 5.500 millones. En Villalón, donde la mayoría de las familias eran agricultores, el premio se repartió entre decenas de pequeñas participaciones de 200 pesetas (1,20 euros), que devolvieron entre dos y diez millones por boleto. La alegría inundó los bares del pueblo, donde el vino y el champán se sirvieron sin descanso. «Aquí estamos todos tomando vinos y nadie paga nada», decía el entonces alcalde de Villalón, Juan Ignacio Álvarez en declaraciones a El Norte de Castilla.

En otros pueblos de la comarca, como Castroponce, Bustillo de Chaves y Villardefrades, los premios también cayeron de lo lindo. En la cooperativa 'Villalonesa', que agrupaba a 23 mujeres dedicadas a la confección, todas las integrantes tenían participaciones del número premiado, y la alegría se tradujo en una fiesta espontánea nada más anunciarse el premio. En Valladolid capital, las escenas de alegría se concentraron frente a la administración de la calle Santiago y las oficinas de la Caja Rural. Curiosos y viandantes se agolpaban entre abrazos y felicitaciones, mientras los bares cercanos se llenaban de celebraciones espontáneas.

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Historias de suerte y anécdotas inolvidables

El Gordo de 1984 dejó un rastro de historias emocionantes que todas fueron contadas por el decano de la prensa española. En Íscar, un parado que había recibido la noticia de la concesión de su subsidio de desempleo horas antes, descubrió que también era millonario, con un premio de 10 millones de pesetas (60.101 euros), mientras que en Tordesillas, el puesto de la Guardia Civil celebró haber recibido 100 millones de pesetas (601.012 euros). También hubo episodios desafortunados, como un talonario del número premiado que fue robado, aunque nunca pudo ser cobrado ya que estaba sin firmar, o una vecina de un pueblo limítrofe a Villalón, que perdió dos millones de pesetas tras meter una participación premiada en la lavadora.

El impacto del premio fue especialmente significativo en la economía rural. Tras dos años de sequía y una cosecha complicada, los agricultores utilizaron parte de sus ganancias para amortizar deudas y modernizar sus equipos. En Íscar, por ejemplo, los agraciados compraron 40 coches nuevos en los días posteriores al sorteo. Pero más allá de las adquisiciones materiales, el premio trajo un soplo de esperanza a toda la provincia, ya que no pudo estar más repartido. Y hoy, cuatro décadas después, el recuerdo de aquella lluvia de millones sigue muy presente en toda la provincia. Muchos de los que ganaron el Gordo aquel año, han vuelto a comprar el 50.076 por si la suerte repite en Valladolid.

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