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El joven huésped que entró solo y casi de madrugada en el hotel Bali de Benidorm el 30 de enero de 2018, les pareció «un poco raro» a los recepcionistas y se lo comentaron, sin más, a la directora adjunta cuando ella entró de turno. ... Así que cuando una empleada de la limpieza le entregó un papel que se había encontrado en el vestíbulo, a todas luces una nota de suicidio, a la testigo le saltaron las alarmas: en un complejo hotelero con 2.100 habitaciones y una altura de 186 metros ya les había pasado de todo. «Fijo que este es el de anoche», pensaron. El membrete de Cruz Roja Valladolid que había en el papel les sirvió para discriminar, entre los cientos de clientes registrados, la procedencia del cliente y en que habitación estaba alojado César F. M. Acompañada del empleado de seguridad, llamó a la puerta de su habitación, la 03 de la planta 23 de la torre 2 y el huésped abrió, recuerda, muy tranquilo. Pero el enorme desorden que había en la estancia, las botellas de alcohol medio llenas y, sobre todo, un gran 'tupper' lleno de pastillas de todas clases, les decidió a llamar a la Policía, pensando que estaban ante un intento de suicidio.
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Marina, la testigo, ha declarado por videoconferencia desde los juzgados de Alicante y con su manifestación ha arrancado este viernes la segunda sesión del juicio al parricida confeso de Parquesol, que se enfrenta a 20 años de prisión por el asesinato de su madre el 29 de enero de 2018. La joven se ha mostrado bastante alterada, atropellada y no especialmente receptiva a las preguntas, tanto, que la magistrada presidente del jurado ha tenido que pedirle que esperara a que le fueran formuladas las preguntas por parte de la fiscal, porque apenas se le entendía. A ello se sumaron los fallos de la tecnología, hoy también, que ha impedido que el jurado pudiera ver las caras de los agentes de la Policía Nacional de Benidorm que intervinieron en la detención de César, puesto que la cámara de los juzgados de Alicante fallaba y solo funcionaba el audio.
Fiscal y defensa no han tenido inconveniente en seguir con la vista oral y el interrogatorio continuó con el segundo de los testigos, el subinspector de la Policía Nacional que acudió, junto con sus compañeros, cuando les requirieron del hotel pidiendo ayuda porque una persona podía tener intención de acabar con su vida. A la par llegó el médico del centro de salud que, al ver que era «un tema psiquiátrico» pidió una ambulancia del SUMA para trasladar al supuesto suicida al hospital de Villajoyosa.
El policía, ha relatado, se encontró a César en el vestíbulo, a donde le habían acompañado los empleados por el miedo de que, si continuaban en su habitación, intentara tirarse por el balcón. En la habitación encontraron teléfonos de sus familiares y el subinspector contactó con un primo y un hermano del acusado, quienes confirmaron que se encontraba en tratamiento por depresiones desde que falleció su padre. Cuando realizaba estas gestiones para que sus parientes le recogieran en Benidorm, el policía que en ese momento acompañaba al vallisoletano y le daba conversación para tranquilizarlo «porque estaba un poco enfadado y violento», dio la alerta. «El compañero nos comunicó que le había dicho al menos en dos ocasiones que se había querido suicidar porque había quitado la vida a su madre y, temiendo que fuera verdad, comuniqué de nuevo con su hermano para que se acercara al domicilio de Valladolid y comprobara si su madre estaba bien o no«.
El agente que se quedó a solas con el acusado ha recordado que le dijo, enfadado, que «no quería vivir, porque había matado a su madre, porque su madre estaba muy cansada de él por sus problemas psicológicos, que tenía un ictus y que decidió matarla, que le dio opiáceos para calmarla, le tapó la boca con algodones y le puso la almohada en la cara«.
Al principio, el agente de Benidorm no dio mucha credibilidad al relato, pero ante la insistencia, se lo contó al subinspector, que contactó con homicidios de la Comisaría de Valladolid. El hermano y los agentes entraron en el piso de Parquesol y se encontraron a la mujer en su cama, muy tapada con mantas, un forro polar encima y una bufanda. Tenía marcas moradas en el cuello. En la silla de ruedas que también estaba en la habitación había dos almohadones, uno de ellos, con restos biológicos y manchas que se correspondían con la boca y la nariz.
Antes de que en Valladolid tuviera lugar el macabro hallazgo, la ambulancia de César fue escoltada hasta las urgencias del hospital de Villajoyosa, donde se trasladó al joven por su supuesto intento autolítico. Allí fue detenido. El psiquatra del centro que le atendió, que ha declarado este viernes como testigo y perito también por videoconferencia, ha señalado que el parricida le contó que tenía un pacto con su madre por el que ella fallecería antes que él. «Lo relató con frialdad, como que era un pacto de tiempo y convencido de que lo tenía que hacer, no se le veía emotividad al contarlo. Era como una misión que tenía que hacer».
Según este doctor, estaba «con los pies en la tierra», no presentaba delirios y, aunque tomaba medicación antiobsesiva, no vio síntomas de que en su estado fuera aconsejable un ingreso involuntario en el hospital. «No presentaba una crisis aguda. Me dijo que era muy autoexigente y meticuloso, presentaba rasgos obsesivos de personalidad, pero no etaba para ingresar«, concluyó el psiquiatra.
El inspector de homicidios de Valladolid que participó en la primera inspección ocular de la vivienda ha descrito al jurado lo que se encontraron al entrar en el piso de Parquesol acompañando a uno de los hermanos del acusado, que les facilitó la llave para acceder a la vivienda de su madre. En el salón, sobre una mesa, había una cámara de video con tarjetas de memoria, unas notas con instrucciones. Una de ellas dirigida a sus hermanos y a la empleada de hogar, a la que pedía perdón y daba las gracias. En el dormitorio principal se encontraron a la mujer, tumbada en la cama boca arriba, tapada hasta el cuello con mantas y vestida, sin más signos de violencia que unas marcas moradas en el cuello. Fue en un segundo reconocimiento del piso cuando encontraron en la basura las gasas y algodones con la cinta adhesiva que supuestamente utilizó el hijo para asfixiarla y así completar el crimen cuando vio que las pastillas que le había administrado no eran suficientes para que su madre dejara de respirar.
Algo que llamó la atención de todos los agentes que han intervenido en el caso es la «gran cantidad de medicación» que había en la habitación del acusado, la única estancia desordenada de la casa.
Para los policías que han testificado esta mañana la planificación del crimen es evidente tras analizar las grabaciones y las anotaciones con guiones. Lo que no está tan claro, han apuntado, es que la mujer, que sufría un ictus y no podía hablar, estuviera al tanto del plan de su hijo y lo aceptara. Hay seis horas y media de grabaciones, realizadas por César del 25 al 30 enero de 2018. Casi todas, realizadas en el salón y de madrugada. Solo en dos aparece con su madre. En ellas reitera sus intenciones de acabar con su vida pero siempre con eufemismos y nunca alude directamente al plan para ejecutar la muerte de su madre y la suya propia. «No usa el término muerte, dice cosas como nos queremos ir los dos y le hace preguntas indirectas a ella que ella no puede responder, pero yo en las grabaciones no veo que haya un concierto entre ellos«, ha explicado el instructor del atestado, aspecto que ha corroborado el policía que ha estudiado las grabaciones. En una última toma, la víspera de irse a Benidorm, César se dirige a ella: «Mamá, ya está hecho».
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