![«Quería a mi madre más que a nada en el mundo», solloza el parricida de Parquesol](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201912/12/media/cortadas/matricida-kdGD-U90944266093yTB-624x385@El%20Norte.jpg)
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Con vacilaciones, cierto tartamudeo, no me acuerdos y disculpas por sus lapsus de memoria, César F. M., de 39 años, acusado del asesinato de su madre el 30 de enero de 2018, ha asegurado al jurado que mató a su progenitoraporque así ... lo decidieron ambos, a pesar de que la mujer, que había sufrido un ictus, no podía comunicarse verbalmente a excepción de ciertos sonidos que emitía. Sin embargo, el autor confeso del parricido, ha insistido una y otra vez que se comunicaba «perfectamente» con su progenitora, que interpretaba sus gestos y sonidos después de tantos años de convivencia y que ella estaba en sus cabales cuando, a sabiendas de que él estaba muy deprimido y quería suicidarse, tomó la decisión de no sobrevivirle ante el temor de que sus otros hijos le ingresaran en una residencia.
César F. M., solo se ha derrumbado una vez durante su declaración, en la primera jornada del juicio con jurado en la Audiencia de Valladolid. Ha sido cuando su abogada defensora le ha preguntado directamente si quería a su madre. En medio de un único sollozo, el acusado respondió, con la cabeza hundida entre los hombros: «Con toda mi alma». La defensa ha aprovechado este momento para apuntalar ante el jurado la idea de que su cliente no tenía motivo alguno para matar a su progenitora, entre otras cosas, porque vivía de su pensión, ya que él tuvo que dejar su empleo en la desaparecida Lauki para ocuparse a tiempo completo de cuidar de su madre. Su padre también estuvo años postrado en una silla de ruedas hasta que murió, en 2017 y luego tuvo que ocuparse de los dos porque la mujer,tras el ictus, tampoco se podía valer por sí misma.
A las preguntas de la fiscal Mónica Campo, el encausado ha negado la afirmación de que su madre fuera incapaz de comprender y de comunicarse con él. «yo sabía perfectamente lo que ella quería decir: sí o no con la cabeza, se acordaba de todo y se daba cuenta de todo. Me dio a entender que quería morir, no quería sobrevivirme porque no quería ir a una residencia». Ha llegado a asegurar durante el interrogatorio que las más de 70 pastillas que la mujer ingirió el 28 de enero de 2018, dos días antes de morir, se las tomó ella sola, una a una, consciente de lo que hacía. Solo que en lugar de dejar de respirar, se quedó dormida, en un sopor profundo. Entonces, recurrió a la almohada. «Claro, porque tenía que acabar... Cómo decirlo.. Tenía que hacer algo para que dejara de sufrir, tenía que acabar con eso».
Después, ha relatado, se marchó a Benidorm, donde había decidido suicidarse. ¿Por qué allí?, le preguntó la fiscal. «Busqué el hotel más alto de España porque quería asegurarme al cien por cien». Así que desde las dos de la madrugada empezó a beber, ha declarado «para envalentonarse» y las pastillas que también se había llevado. «Esas fueron para asegurarme, soy muy tiquismiquis». Pero su intento de precipitarse por el balcón lo frustró uno de los recepcionistas del Bali, que encontró la nota de suicidio y alertó a la Policía, que se presentó en la habitación reservada por el vallisoletano.
A la acusación de asesinato que realiza el ministerio fiscal para César, por planificar y ejecutar la muerte de su madre aprovechándose de su incapacidad e invalidez (alevosía), motivo por el que pide al jurado un veredicto de culpabilidad y a la magistrada presidente que emita una sentencia condenatoria de 20 años de prisión, la defensa, que pintó a su cliente como un hijo ideal y entregado al cuidado de sus padres opone, el homicidio piadoso o como mucho, el delito de cooperación al suicidio, con los atenuantes de anomalía psíquica y embriaguez. Solicita, en el caso de que se le declare culpable, la pena de internamiento de dos años en un centro psiquiátrico. «Si hizo lo que hizo, fue por amor a su madre», argumenta la defensa, quien ha hecho referencia a las seis horas de grabaciones realizadas por César, en las que también se ve a su madre, donde trata de explicar a su familia «la decisión de ambos». «No os preocupéis, que los dos nos vamos al cielo», dice el acusado en una de las tomas que visionará el jurado. «Soy una persona muy exigente conmigo mismo. Quería que todo quedara lo más claro posible», ha subrayado.
Para la fiscal, por el contrario, aunque reconoce que el acusado tiene trastorno mental, depresión y un coeficiente intelectual medio-bajo, sus capacidades volitivas y cognitivas para diferenciar el bien y el mal no están mermadas. No obstante, aplica el atenuante de confesión, pues el joven se lo contó todo a la Policía cuando fueron a detenerle a su habitación del hotel Bali de Benidorm, donde se alojó después del crimen con la intención, ha asegurado, de acabar con su vida arrojándose al vacío.
Cuatro mujeres y cinco hombres, sin contar a los dos suplentes, con una edad media de 35 años, son los encargados de decidir si César es culpable o no de la muerte de su madre y si en ello incidió su trastorno mental.
En la sesión de la vista oral del juicio prevista para hoy declararán los funcionarios policiales que le detuvieron en el hotel de Benidorm, así como los miembros de la Comisaría de Policía Nacional de Valladolid que acudieron al domicilio familiar de Parquesol para comprobar que, efectivamente, allí se encontraba el cadáver de Sacramento, a quien le había suministrado «al menos setenta pastillas». Como no se moría, su hijo le tapó las fosas nasales con algodón, cinta aislante y luego la asfixió con una almohada.
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