Kevin y Anastasia estudian en el salón de su casa. GABRIEL VILLAMIL

Colegios y ONG se alían en Valladolid para cicatrizar la brecha educativa del coronavirus

La supresión de las clases y la enseñanza telemática ha destapado las dificultades de cientos de familias, ahondadas por la falta de recursos y competencias

Víctor Vela

Valladolid

Sábado, 9 de mayo 2020

«Papá, otra vez los datos», le decía a su padre Samara Ramírez, 17 años, con el móvil en el mano, en cuanto notaba que se hacía más lenta la conexión a Internet. A veces, la tarjeta prepago de diez euros duraba apenas unas horas. ... Olvídate de dilatar la recarga como hubiera que entrar en la plataforma educativa 'on line' y descargar lecciones, ejercicios, el temario en PDF para hoy. Volaban los megas del móvil de Samara (cuarto de la ESO en el colegio del Carmen) y era muy difícil devolver a tiempo la tarea. «Y luego, que no es nada fácil estudiar en una pantalla tan pequeña. Yo no tenía tablet ni tal, tenía que hacer los deberes y mirar la lección por el móvil». Las fórmulas, ecuaciones, la sintaxis y la revolución francesa en unas pulgaditas de cristal líquido. Copiaba Samara la lección en el cuaderno, resolvía los problemas, completaba los ejercicios, sacaba de foto del resultado final, y de nuevo a gastar conexión para subir los resultados a la aplicación educativa. «Papá, otra vez los datos».

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La casa de Samara (vive allí con sus padres y sus tres hermanos, de 5, 10 y 13 años) es uno de los 79% hogares de familias gitanas en los que no hay ordenador ni conexión fija a Internet. Nada de 'wifi'. Tampoco líneas de contrato para el móvil. Se tira de tarjetas prepago. Y eso, no solo complica el seguimiento de las clases 'on line' en estos tiempos de coronavirus, sino que además acentúa la brecha educativa que ya existía con anterioridad.

Save the Children apuntó la semana pasada que hasta un 40% de niños en situación vulnerable no dispone de ningún equipamiento tecnológico en el hogar.

La Fundación Secretariado Gitano advierte de que la falta de recursos cibernéticos es uno de los indicadores que ahondan la situación. La brecha convertida en precipicio. Pero también están las carencias en competencias digitales, que impiden trabajar a pleno rendimiento con esas herramientas. «La brecha digital tiene que ponerse en el contexto general de las familias, que se ven trastocadas con cambios en los hábitos, las rutinas, la desmotivación...», indica Isabel Pérez, orientadora educativa de la Fundación Secretariado Gitano.

La entidad ha reforzado durante estas semanas de confinamiento su programa Promociona, que acompaña a 28 familias en su camino al éxito educativo. Las habituales tareas de seguimiento y refuerzo escolar se tienen que hacer ahora a distancia, a través del teléfono. El profesor de aula del programa, con financiación de Caixabank, ha ampliado sus horas de trabajo porque esta atención que antes se establecía en grupos, ahora ha de hacerse de forma individualizada y a través del teléfono o videollamadas.

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En función de sus necesidades (y también del rendimiento y compromiso de los alumnos), la Fundación Secretariado Gitano ha facilitado a varias familias ordenadores y router inalámbricos (dos de la mano de Caixabank), una línea de Internet (financiada por Fundación Orange) y se han prestado dos ordenadores, dos tablets con teclado y una tableta que formaban parte de la dotación de la Fundación y que, en estos tiempos de teletrabajo, no se utilizaban en su sede.

En el caso de Samara, le han entregado un portátil y ofrecido una conexión a Internet para que continúe su formación. «Pensé que cuarto de la ESO iba a ser más complicado. Y no se me está dando tan mal», cuenta Samara, quien confía en rematar la educación obligatoria (no es lo habitual, cuando el abandono escolar de los jóvenes gitanos ronda el 63,7% frente al 19,4% del conjunto de la población) y cursar después un módulo de peluquería o de comercio.

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«La suspensión de las clases ha roto por completo el ritmo escolar que ya habíamos conseguido con muchas familias», asegura Alberto Rodríguez 'Bertoni', director del Cristóbal Colón, colegio de Pajarillos con 199 alumnos, la mayoría de etnia gitana y llegados de otros países. El centro le planta cara al abandono y absentismo escolar con imaginación y esfuerzo. «En los últimos tiempos, con Red Pajarillos, con otras entidades del barrio, con los profesores, hemos trabajado mucho para im plicar a las familias, para que vean la importancia de la educación, para que vengan a clase... Y ahora, esta situación lo está complicando todo. Esa dinámica de venir al colegio se está perdiendo en varias familias», dice Bertoni, volcado para que la «llama educativa» no se extinga.

«Durante las primeras semanas, citamos a las familias para que vinieran al colegio a recoger los libros, los cuadernos, el material. Pero de algunas no tuvimos el 'feedback' deseado», reconoce. Hay cuarenta chavales que se han «descolgado» del cole. «La mitad, por falta de medios. Cuando se puso en marcha la plataforma educativa, solo se conectaba uno de nuestros alumnos. Poco a poco hemos conseguido que sean muchos más, pero había en torno a veinte chavales que no tenían posibilidad de conectarse». La Junta ha abierto una línea de ayudas para suturar esta cicatriz digital y el Cristóbal Colón ha solicitado sesenta tarjetas de datos para repartirlas entre los alumnos con deseos de aprender y sin recursos para seguir el ritmo de la educación 'on line'.

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El problema es que hay otros 20 chavales que están totalmente desconectados del centro, que no atienden a las llamadas de los profesores, que no responden a los 'whatsapp'. «Y hemos recurrido a los trabajadores sociales, a los centros de acción social, para que nos ayuden a acabar con esta nueva forma de absentismo telemático». Hay un grupo «reducido» de chicos que no van a clase y que no parece que no tengan intención de seguirlas desde casa.

«Lo importante es que no se rompa la conexión de afectos que ya habíamos creado, que sean conscientes de la importancia de la educación, que mantengan unos horarios, que no se acuesten muy tarde, que se levanten para estudiar y hacer ejercicios, aunque no vengan al cole. Es muy difícil trabajar 'on line' con esta realidad. Y esto va a crear todavía más diferencias, no solo entre estudiantes, sino también entre centros», augura Bertoni, quien ha implicado al humorista J. J. Vaquero, el chef Javier Peña, el futbolista Antoñito del Real Valladolid, a la actriz Rosy Rodríguez para que graben vídeos colgados en youtube donde sugieren tareas para los alumnos del Cristóbal Colón.

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«El trabajo que están haciendo los profesores y los colegios es extraordinario», asegura Elena Martín, responsable del área de Infancia y Juventud de Red Íncola. La entidad solidaria trabaja de forma coordinada con los centros para mantener a distancia las clases de refuerzo escolar que hasta marzo prestaba de forma presencial. Tres educadoras y un grupo de voluntarios (estos últimos sobre todo en Secundaria, en asignaturas de Ciencias) hacen seguimiento telefónico con el apoyo educativo para los niños de 80 familias y para los cuarenta estudiantes que recibieron una beca de la ONG.

«No basta con tener los dispositivos, hay que luchar contra el analfabetismo digital»

«Esta situación de confinamiento, de teletrabajo, de educación 'on line' nos demuestra que no se puede dar nada por supuesto. Están aflorando muchas situaciones que no pensábamos que existían. Hay una realidad invisible que ahora se pone de manifiesto», asegura Carlos Entrambasaguas, director del Colegio San José. «La prioridad tienen que ser las familias más vulnerables, el principal esfuerzo tiene que estar ahí porque hay complicaciones añadidas», asegura. Pero eso no tiene que ocultar otras dificultades destapadas por la crisis del coronavirus. El Colegio San José ha hecho una encuesta entre las familias de sus 1.500 estudiantes para conocer cómo afrontan este periodo de educación telemática. El 80% asegura que dispone de una conexión a Internet con capacidad para soportar el incremento del tráfico. El 35%, que no hay en su casa dispositivos suficientes para hacer frente a las necesidades.

«Hay hogares de un nivel socioeconómico medio alto donde también existen complicaciones logísticas. Solo los centros que disponen del programa un alumno, un dispositivo lo han podido afrontar con más facilidades. En el resto de casos, a lo mejor los padres utilizan el ordenador para el teletrabajo y los hijos no disponen de él la mayor parte del día. Los estudiantes de Primaria no tienen móvil. En cualquier crisis, los más desfavorecidos tienen que ser el foco de la intervención, pero no hay que perder de vista el resto de realidad»s, indica. Porque, más allá del manejo logístico, la principal dificultad encontrada es «el analfabetismo funcional». Sabemos usar las nuevas tecnologías para el ocio, para consumir contenido, pero no para crearlo. Tener un ordenador no es suficiente garantía. Como tener libros no asegura la comprensión lectora. La educación tiene que insistir más en esta formación en capacidades tecnológicas», asegura Entrambasaguas.

«Y hay que estar atentos también a la creciente desmotivación de los alumnos. Va en aumento. Les cuesta más estudiar. No saben qué va a ser de ellos el curso que viene, cómo se hará la evaluación. Esa incertidumbre, también afecta en su estudio», dice la orientadora Isabel Pérez.

«La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto que hay una desigualdad de oportunidades educativas que perciben, sobre todo, las familias más vulnerables». Porque la mayoría de estos hogares no disponen de una conexión, de un ordenador, de una impresora («copian la tarea de la pantalla al cuaderno»). Los niños no cuentan con teléfono propio (tienen que usar el de los padres).

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En el caso de la población extranjera que no habla español, se añade otra dificultad. «En sus casas, con sus familias, hablan su lengua materna. Hay niños que llevan semanas sin venir a clase, sin jugar con sus compañeros, sin hablar español. Y hemos percibido que, en algunos casos, pierden competencias. Por eso, también ahí hacemos un seguimiento», cuenta Martín.

El Servicio de Jesuitas del Migrante ha habilitado en toda España 350 tarjetas de datos y tabletas para hacérselas llegar a estudiantes afectados por esta brecha tecnológica. 35 se repartirán en Valladolid. «El 'whatsapp' se ha convertido en una herramienta fundamental, porque casi no gasta datos. Es el modo en el que tenemos que contactar con ellos. Allí nos escriben, nos dicen las dificultades que tienen y nuestros educadores y voluntarios les llaman para resolver las dudas», explican desde Red Íncola.

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Kevin tiene 12 años estudia quinto de Primaria en el Amor de Dios. Desde hace tres años acude (lunes, miércoles y viernes) a clases de refuerzo escolar con Red Íncola. «Y en ese tiempo ha avanzado muchísimo, se ha hecho más responsable, tiene más confianza», explica su madre, Maya Vasileva, preocupada porque estos meses sin acudir a clase presencial terminen por pasar factura. «A Kevin le cuesta un poco más la comprensión lectora. Yo le pido que lea y que luego haga un resumen, para demostrar que lo ha entendido. Le hago dictados. Y estamos muy pendientes para que se conecte con el ordenador a la 'classroom'», cuenta Maya, quien confía en que regrese pronto la normalidad educativa.

«Lo que esta situación está demostrando es la conexión que las ONG tienen con las realidades de lo que sucede y demuestra que su labor es más esencial que nunca», asegura Lola Villarrubia, coordinadora de la Fundación Secretariado Gitano.

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