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Da igual la calle. En principio, cualquiera sirve. Basta con caminar por Valladolid, levantar la mirada un segundo y fijarse en los edificios que el ... paseante tiene a su alrededor. Allí, en esas paredes (seguramente de ladrillo) y con ventanas mil, habrá, casi con total certeza, una terraza que lo fue en su día y que ya no es tal. Un espacio que algún arquitecto concibió como desahogo, como respiro urbanístico, como detalle curioso para el diseño del edificio, pero que el propietario de la vivienda decidió después que no iba a necesitar. Así que echó mano de la carpintería de aluminio, de la cristalera, el PVC. Bienvenidos a Valladolid, la ciudad de la terraza cerrada, el paraíso de la galería cubierta.
«En realidad, esto no solo ocurre en Valladolid, sino también en otras ciudades que tienen una climatología adversa, de mucho frío en invierno y mucho calor en verano», explica Manuel Vecino, presidente del Colegio de Arquitectos de Valladolid. En núcleos así, la terraza es casi un privilegio, un lujo que apenas se usa. Y si no se usa, ¿para qué conservarla?
Hay dos grandes motivos para cubrir la terraza, evidencia Vecino. El primero es por pura eficiencia energética. Cerrar la galería contribuye a que el frío no entre en verano y el calor se conserve en invierno. La terraza cerrada, aunque es una estampa habitual en casi toda la ciudad, prolifera en los barrios del primer cinturón, en esos polígonos residenciales construidos entre los años 50 y 70 bajo el paraguas de la industrialización y espoleados por el éxodo rural. Hablamos de Delicias, de Pajarillos, de Pilarica, La Rubia, La Rondilla, Circular. Barrios donde se levantaron cientos, miles de pisos a velocidad récord, a menudo con materiales de baja calidad, las paredes delgadas como obleas y, por supuesto, sin criterios de eficiencia energética. Cambiar las carpinterías de las ventanas y cubrir la terraza era la forma más directa y habitual de garantizarse mejor temperatura en el hogar y menos gasto en calefacción.
«Este es el motivo que esgrime mucha gente a la hora de optar a ayudas para la mejora en el hogar», apunta Ana Serrano, presidenta del Colegio de Administradores de Fincas de Valladolid, quien recuerda que hay líneas para efectuar reformas que mejoren la eficiencia energética en los hogares. Eso sí, advierte de que esto no incluye el otro gran motivo para cerrar la terraza: ganar superficie útil para la vivienda.
«Meter la galería en el salón o la cocina es una forma directa de sumar metros cuadrados al piso», cuenta Vecino, quien recuerda que, en la mayoría de los casos, no es una práctica lícita. «Te apropias de unos metros cuadrados que la vivienda en realidad no tiene, ya que la terraza computa con menos edificabilidad». Y puede ocurrir que, al sumar la terraza, el límite de edificabilidad se supere.
Para cubrir la terraza, recuerda Serrano, se necesita licencia municipal, que requerirá a su vez la autorización de la comunidad de vecinos. «Si es un edificio donde no hay ningún elemento cerrado, se precisa del 60% de respaldo con doble mayoría (tanto de propietarios como de coeficiente)». ¿Y si ya hay un vecino que antes cerró su terraza? La autorización se da por supuesta, «porque si no, conllevaría un agravio comparativo. Pero, para evitar problemas, lo mejor es contar con ese permiso de la comunidad», cuenta Serrano, quien desvela que las consultas sobre el cerramiento de terrazas es habitual («pasa todos los días») en su trabajo. Lo que se suele recomendar, eso sí, es que se mantenga la estética en todos los casos. Aunque, en la práctica…Hay edificios donde cada cubrimiento es de su padre y de su madre.
«Hay bloques que son un auténtico desmadre», dice el arquitecto José Luis Pardo, quien subraya cómo estas intervenciones puntuales desvirtúan el diseño original de quien ideó el edificio. De hecho, recuerda que en Valladolid (como en otras ciudades) existe un antecedente de estas terrazas cubiertas: el mirador, un elemento que otorgaba volumetría a las fachadas. «Estos miradores no tienen en realidad mucho que ver con esas galerías de los años 60, de 1,5 metros de profundidad (dos como mucho), que son las que luego se empezaron a cubrir».
El hecho de que se inutilizaran tantas galerías en Valladolid llevó a que los arquitectos, durante varios años (sobre todo a principios del siglo XXI) se plantearan nuevos diseños y decidieran construir edificios sin estos elementos. Ocurre, por ejemplo en varias zonas de Huerta del Rey, en Parque Alameda. Allí, los bloques de viviendas tienen ventanas, pero no balcones ni terrazas. La pandemia parece haber revertido de nuevo la situación. Desde la asociación vallisoletana de promotores inmobiliarios recuerdan que una de las grandes preguntas que hacen los futuros propietarios es si la vivienda que tienen previsto comprar cuenta con terraza.
Desde la covid, parece que se reclama más ese espacio al aire libre dentro del hogar. Y por ahí parece ir parte de la nueva construcción, como puede apreciarse en Ciudad de la Comunicación o las nuevas promociones en zonas como El Peral o la avenida de Burgos. Eso sí, nadie garantiza que, dentro de unos años, esas mismas terrazas hoy tan valoradas acaben con cristal doble y reborde en PVC.
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