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Un mes y medio después de la explosión en el primero C del número 32 de la calle Goya, en el barrio de La Farola, la Policía Científica ha vuelto a inspeccionar los escombros para dar continuidad a la investigación iniciada momentos después de la ... deflagración. En esa primera valoración, completada desde un perímetro prudencial, se establecía la hipótesis de una fuga de gas en el domicilio de Teresa Bergondo, víctima mortal en la deflagración.
Con esas premisas, los agentes de la Científica han retornado este jueves hasta el número 32 después de que el epicentro se decretara inaccesible por riesgos de desprendimientos ante los «graves» daños que presenta el edificio. De esta forma, la principal actuación hasta la fecha, según reflejaba el primer informe, era asegurar la zona con una gran zapata de hormigón que soportara uno de los pilares más dañados por la explosión.
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Y esa llegó esta semana para dejar vía libre a la Nacional para elaborar el informe y conocer pormenorizadamente lo que sucedió minutos antes de las 23:00 horas de ese 1 de agosto. «La intención que tenemos es que la Policía haga y pida todo lo que necesite para liberar a la empresa y esta pueda desescombrar», recalca el concejal de Urbanismo, Ignacio Zarandona.
Con esos antecedentes, los agentes se han centrado este jueves en recabar toda la información para rematar una investigación que ahora mismo solo se basa en la hipótesis de la explosión de gas accidental. Sobre las 10:00 horas, operarios y técnicos, acompañados por representantes de la aseguradora de la comunidad, se han subido a un pequeño andamio para lanzar las primeras fotografías para desprecintar, después de un mes y medio, los tres accesos (boquetes) al interior de la explosión (el portal, un garaje privado y un local).
La intervención de este jueves se ha centrado en recoger restos de los escombros, así como una pequeña tubería de gas, para retirarlos y analizarlos en las próximas semanas. «Se prevé que en esta semana concluya la labor de la Científica en el interior del edificio», añade Zarandona.
Tras obtener la información de los restos, los agentes se centrarán en elaborar un informe que llegará en los dos últimos meses del año. Será el definitivo y vinculante para saber qué pasó. «Elaborar ese informe, según nos han comentado, llevará tiempo. Llegar a una conclusión es de una gran responsabilidad, en este caso», agrega.
Dos meses más de incertidumbre para los propietarios de Goya,32, quienes este jueves se acercaron hasta la que era su vivienda para conocer el avance de la investigación. Pero antes de que se concluyan las pesquisas, lo que verán los vecinos del inmueble dañado serán más labores de desescombro. Quedan muchos elementos deteriorados por retirar y que hasta la fecha no podían ser eliminados al ser claves para la investigación.
Muy poco sabe el propietario de un garaje particular, ubicado debajo del foco de la explosión, de los diez vehículos que en la noche del 1 de agosto iban a dormir bajo techo. Desde entonces, no ha podido acceder. «Solo he visto desde el exterior, no he podido entrar», afirma Luis Manuel Polanco. Un BMW 520, un Renault Modus, un Peugeot 3008, un Smart, un BMW X5, un BMW 530, un Ford Focus y tres motos. De todos ellos, poca información ha recibido. «El local es un amasijo de escombros y del Focus no se ve ni la matrícula. El Smart también debe estar quemado, pero ningún coche ha explotado. Tengo un gran disgusto con las motos porque una era prácticamente nueva», lamenta Polanco a la espera de que le periten los daños.
Desescombro para apuntalar el interior del edificio, según reflejaba el informe preliminar. Y para tal fin se empleará el mismo mecanismo que se ha instalado en el medio de la acera a la altura de los locales anexos al portal. «Ahora, cuando finalice la Policía, se tendrá que demoler paños de forjado que están sueltos y corren peligro. Tendremos que hacer algo parecido al nudo exterior. Se completará el apeado interior para recuperar el uso de las escaleras», apunta el concejal de Urbanismo.
Y a partir de ahí, sin saber qué sucederá definitivamente con el edificio (demolición o rehabilitación) «se trabajará en la posibilidad de reparación de viviendas menos afectadas», manifiesta Zarandona.
A pesar de todo, no está previsto que los propietarios vuelvan pronto a la que fuera su casa hace mes y medio.
Y mientras la Científica buscaba entre los escombros con linternas y fotografiaba cada rincón, en el exterior, los afectados de los números impares continuaban con labores de arreglos. Los restos de la terrible deflagración aún son visibles seis semanas después. Cristales en las repisas y casas, como la contigua al número 32, aún sin poder acceder. Así como persianas desencajadas y que siguen bajadas a la espera de ser sustituidas.
Una normalidad que aún no termina de reaparecer y que se escenificaba en una farola que también salió por los aires esa noche. Estaba enfrente de la explosión y este jueves pretendía ser reemplazada. El accidente se la llevó por delante y esta mañana operarios municipales se disponían, ante la mirada de la Policía, a instalarla. Pero finalmente no fue así. Ese punto, cerrado a cal y canto para evitar posibles actos vandálicos, seguirá entre tinieblas como símil de lo sucedido el 1 de agosto.
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