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En una época donde cada vez más pequeños negocios cierran sus puertas, la reapertura de uno de ellos siempre es motivo de alegría, especialmente si ... se trata de un establecimiento histórico de nuestra ciudad. Este es el caso de la Cerrajería Guerra, la más antigua de Valladolid, cuyos orígenes se remontan a 1931 y que, tras cuatro años de inactividad, ha reabierto sus puertas gracias a un hombre que lleva el oficio en la sangre: Albert Jhonnathan Serrano Picón, 'Jhonny', un venezolano que ha sabido resucitar este legado y con él, parte de la historia de la ciudad.
Corría el año 1931 cuando Eugenio Guerra fundó esta cerrajería en la calle Doctor Cazalla (que antaño se llamaba calle Héroes de Teruel). Las llaves de este negocio han pasado por tres generaciones de la misma familia: su hijo Manuel y más tarde su nieto Fernando.
«Mi bisabuelo y mi abuelo trabajaron en la ferretería Jorge Sáez, en la calle Santiago. Cuando mi abuelo Eugenio cumplió 18 años, quiso ponerse por su cuenta. Abrió el primer establecimiento, que inicialmente era una ferretería cuyo producto estrella eran las jaulas de pájaros y ratoneras que él mismo fabricaba. Más tarde se especializó en cerrajería. Le iba bien, pero tuvo que cerrarla temporalmente para ir a la guerra, donde destacó como maestro armero. Al regresar, retomó la actividad convirtiéndola en un referente en la ciudad. Fue la primera cerrajería especializada de la época. Después vinieron muchas más», relata con orgullo Fernando Guerra, el último gerente de este mítico establecimiento.
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Al fallecer el abuelo Eugenio, la cerrajería pasó a manos de su hijo, Manuel Guerra, quien creció observando a su padre en el taller. Bajo su dirección, la cerrajería continuó prosperando y adaptándose a los tiempos. Fue entonces cuando se trasladó a la calle Claudio Moyano, donde permaneció durante 30 años. «Yo me crié siempre entre llaves. De hecho, teníamos la vivienda en la parte trasera del negocio. A mí siempre me apasionó desarmar los bombillos para ver como funcionaban por dentro. Con la llegada de las cerraduras de seguridad el oficio se complicó un poco, pero todo fue cuestión de irse adaptando», prosigue Fernando, que trabajó codo con codo con su padre durante muchos años.
La mayor parte de los bancos de la ciudad recurrían a ellos cada vez que necesitaban un experto en abrir cajas de seguridad. «Cuando el cliente perdía sus llaves nos llamaban a nosotros. Otro servicio muy solicitado era el de abrir cajas fuertes. La verdad es que tengo la suerte de poder decir que mi oficio es apasionante», añade satisfecho de haber mantenido viva la esencia de tres generaciones de cerrajeros.
En 2003 trasladó su cerrajería de nuevo a la calle Doctor Cazalla, donde ha dado un buen servicio a los vallisoletanos, hasta que, en 2021, un inesperado problema familiar le obligó a jubilarse de forma repentina. «En ese momento no tenía intención de retirarme. Lo hice deprisa y corriendo y ni siquiera liquidé el stock ni vacié la tienda. La cerré y la dejé tal cual, con la esperanza de que hubiera alguien interesado en dar continuidad al negocio. No quería que el local cambiara de actividad después de tantos años», cuenta. Y sus deseos se cumplieron.
El destino tenía un plan para la cerrajería Guerra. Hace unas semanas Jhonny Serrano contactó con Fernando con la intención de reabrir el negocio. Ambos comparten la misma pasión por este oficio. También lo lleva en la sangre. A sus 36 años, este venezolano lleva más de 20 años en la cerrajería. Sus cuatro tíos y todos sus primos llevan décadas dedicándose al oficio en las conocidas cerrajerías Órbita en su país. «Mi padre falleció cuando yo era un niño y mis tíos, cuando cumplí los 16, me formaron para continuar el legado familiar. Me pusieron delante de un cubo lleno de bombines. Habría más de 500 y yo tuve que encargarme de hacer las llaves de cada uno de ellos. Me pagaban 3 bolívares por cada uno. Aquello me sirvió para enamorarme de esta profesión», relata.
A principios de 2020 llegó a Valladolid dispuesto a trabajar en lo suyo. Se ofreció en todas las cerrajerías de la ciudad hasta que le contrataron en una muy conocida de Valladolid. Antes de 15 días llegó la pandemia y se encontró sin trabajo. Durante un tiempo se dedicó a la vendimia y más tarde encontró un empleo en una gran factoría vallisoletana. «Soy una persona muy inquieta y trabajadora. Siempre tengo que estar haciendo cosas. En la fábrica estaban muy contentos conmigo, pero yo echaba de menos mi oficio. Tengo sangre de cerrajero. Durante un tiempo regresé a la cerrajería donde me contrataron en 2020 e intenté coger el traspaso, pero tras una serie de problemas, vi la oportunidad de montar mi negocio en la calle Doctor Cazalla, en la mítica cerrajería Guerra y no lo dudé».
Para Fernando, la llamada de Jhonny fue un regalo inesperado. La idea de que el negocio que fundó su abuelo Eugenio continuaría adelante era un alivio y una gran alegría. Ambos se reunieron y aunque son de generaciones distintas y provienen de países muy lejanos entre sí, comparten un mismo vínculo: la sangre de cerrajeros que fluye en sus venas. «Me pareció una oportunidad ideal. No es fácil que alguien quiera dedicarse a este oficio hoy en día», cuenta Fernando. «Enseguida congeniamos porque compartimos la manera de entender la profesión. Ver de nuevo el local abierto y en manos de Jhonny, que es tan majo y cercano con los clientes, me hace muy feliz. Además, él es muy joven y eso dará muchos años al negocio», añade satisfecho.
Jhonny asumió la tarea de reabrir Cerrajería Guerra con un respeto absoluto por su historia, pero también con la intención de adaptarse a las demandas actuales. Reabrió el establecimiento el pasado 4 de noviembre y en unos días cambiará el letrero que identifica su cerrajería. «Lo tengo clarísimo. A partir de ahora se va a llamar 'Cerrajería Jhonny Guerra. Me parece lo más adecuado. Así unimos fuerzas y dos familias de tradición cerrajera bajo la misma denominación», cuenta este cerrajero que hace todo tipo de servicios tanto en local como a domicilio. «También trabajo con la policía y hago desahucios y muchas empresas de la ciudad demandan mis servicios. Mis proveedores me animan muchísimo. Me conocen de la otra cerrajería y cuando se han enterado de que me he hecho cargo de la cerrajería Guerra, se han alegrado muchísimo», concluye.
Los clientes que vuelven a Cerrajería Guerra, (ahora Jhonny Guerra), se encuentran con un nuevo rostro tras el mostrador, pero con la misma esencia. El nuevo dueño tiene dos hijos de ocho años y le encantaría que el día de mañana continuaran con esta tradición familiar. Ahora cada vez que repara una cerradura, piensa en Fernando, que le ha confiado su legado. «El nuestro es el mejor oficio del mundo», concluyen ambos cerrajeros, que son más conscientes que nunca de que cuando una puerta se cierra, otra se abre para las nuevas oportunidades.
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