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Catedral de Valladolid: los 'achaques' de un templo de 427 años

La seo vallisoletana necesita infinidad de actuaciones en su interior para lucir en su máximo esplendor, pero la falta de financiación impide acometer las obras

Sábado, 26 de noviembre 2022, 00:01

La catedral de Valladolid ha cumplido 427 años. Este templo inconcluso diseñado por Juan de Herrera tiene los 'achaques' propios de su edad y la persona encargada de hacerle los 'chequeos' necesarios para que esas dolencias no vayan a más es el deán, José Andrés ... Cabrerizo, que no oculta su preocupación por algunas deficiencias que muestra la seo a pocos meses de que se cumplan 100 años de aquel 24 de junio de 1923, en el que se inauguró la polémica estatua del Sagrado Corazón en lo alto de la torre.

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Uno de los problemas más graves que afectan a la catedral se puede observar en la capilla en la que reposan los restos mortales del Conde Ansúrez, primer 'dominus villae' de Valladolid. Las humedades llevan años afeando el absidiolo del Evangelio y amenazando las tablas flamencas que se albergan en su interior. No obstante, este problema se subsanará pronto merced a un protocolo firmado por el cabildo catedralicio, el Ayuntamiento y la Junta. El Consistorio ha incluido la actuación en los presupuestos del próximo año y ahora tramitará el convenio con la Asociación de Amigos de la Catedral para transferir los fondos e iniciar la necesaria reparación de las humedades, que han levantado la pared.

Por su parte, la Junta asumirá la restauración de la tabla del siglo XVI de San Miguel Arcángel, de la reja, del bulto funerario del fundador de la ciudad y de su epitafio, cuya epigrafía se ha utilizado como ejemplo en varias obras.

Para finalizar todas las actuaciones necesarias en la capilla, los Presupuestos Generales del Estado de 2022 reservaron una partida de 133.000 euros para la restauración de 'La Crucifixión', tabla del artista flamenco Michel Coxcie, conocido como el Rafael de los Países Bajos. La obra se encuentra en mal estado, con pérdidas de policromía en varios puntos, y se desconoce dónde se van a llevar cabo las labores de restauración. «No sabemos si se harán en Madrid o si, por tamaño, se acabarán haciendo en la propia catedral», apunta el deán.

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Más información sobre la catedral

La necesidad de actuación más acuciante que presenta la catedral, a juicio del deán, está bajo los pies de feligreses y visitantes. Hay partes del suelo que se encuentran levantadas y otras que están ligeramente hundidas, lo que confiere una irregularidad a la superficie que pone en riesgo a las personas que pasean por la seo que, en muchos casos, son de avanzada edad. Ya son varias las personas que se han caído por culpa de las anomalías del piso y José Andrés Cabrerizo no oculta que, aunque esta actuación es la más necesaria que habría que abordar, será complicado que se lleve a efecto en su totalidad por su elevado coste. «No creo que Patrimonio permitiese hacer una intervención global y cambiar todo el suelo, aunque hay partes que son un riesgo», lamenta.

Otro de los aspectos que sería más que conveniente afrontar es la retirada de los paños rojos de algodón de Damasco que cubren el presbiterio. El gran problema reside en que no se sabe qué hay tras estas enormes telas rojas. «¿Si quitamos esto, qué nos vamos a encontrar debajo? No lo sabemos porque no tenemos un testimonio gráfico completo. Lo único que tenemos claro es que habrá mucha porquería. Son 100 años de trapos colgados ahí. Probablemente habrá instalación eléctrica vieja, insectos, mucho polvo y alguna rata muerta», señala el deán para explicar que este trabajo permitiría al templo ganar en salubridad, aunque todo hace indicar que el aspecto no mejoraría de forma notable, ya que bajo los tejidos hay solo ladrillo estucado pintado posteriormente para imitar piedra. «Si lo quitamos, luego se nos plantea la duda de qué hacemos después. Si lo volviéramos a cubrir de telas, habría que comprar una cantidad de metros importante y nos podíamos ir a un presupuesto de 60.000 euros utilizando poliéster, nada fino», añade.

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La catedral mantiene un volumen más o menos constante de visitas a lo largo del año. Pero todo cambia en Semana Santa. En esta época, la seo se convierte en un hervidero de personas que entran y salen. Las cofradías cobran un gran protagonismo y precisamente es de los cofrades una de las demandas de actuación más constantes en los últimos años. El acceso lateral se reformó para convertirlo en el vestíbulo que recibe a las visitas. En realidad, este espacio es un patio interior que se cubrió con placas de uralita y se revistió con pladur. Es ese revestimiento el que hace que los pasos grandes no puedan girar. «Es una de las cosas que las cofradías han pedido y el arzobispo está interesado en que se haga. La idea es que sea un gran espacio de recepción de la catedral que permita, además, un desahogo a las cofradías para que no tengan que entrar y salir por la misma puerta», explica el deán, quien asegura que esta obra se llevará a cabo en el futuro. «Esto se hará, no sé si dentro de dos o tres años, pero se hará», recalca José Andrés Cabrerizo.

No deja de ser curioso que una catedral tenga una cubierta de uralita en un patio interior y retirar estas placas parece una necesidad. «Encima del falso techo tenemos la uralita, que habría que desmontar siguiendo una serie de normas por los peligros del amianto. Esto se hizo así para las Edades del Hombre, en 1988. Antes esta puerta no se habría», explica Cabrerizo.

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El cambio del alumbrado interior, fundamental para bajar la factura

La factura de la luz de la catedral ha pasado de los 6.250,53 euros del primer semestre de 2019 a los 9.577,49 euros del primer semestre de este año. El gasto corriente hace que las cuentas de la catedral se descompensen y el deán cree que una buena medida sería el cambio del alumbrado. «La luz del presbiterio se puso hace seis años y va con led, pero el resto de la catedral, no. Va con alógenos. Solo en la bóveda hay 8.000 vatios. Lo suyo sería cambiar al menos las luminarias y limpiar la piedra interior porque la catedral blanca ganaría mucha luminosidad», afirma el deán de la catedral.

Un proyecto demasiado ambicioso

La idea inicial a la hora de encargar el proyecto de la seo en el siglo XVI fue hacer la iglesia más grande de Europa, y así se lo pide la ciudad a Carlos V. Pero el emperador tenía otros problemas en estas tierras, que desencadenaron en la batalla de Villalar. Las cosas cambiaron con Felipe II, nacido en Valladolid, quien fue el que solicitó a Juan de Herrera que proyectase una nueva catedral, aunque embutida entre restos de las dos iglesias y las tres colegiatas que la precedieron.

Fue el papa Clemente VIII el que elevó la categoría del templo a Catedral en 1595. Pero dos años después muere Juan de Herrera y tres más tarde, su valedor, el rey. Todos estos problemas complicaron su finalización y mucho más tarde, el 31 de mayo de 1841, un suceso marcó el devenir del proyecto. El famoso terremoto que arrasó Lisboa en 1755 también agitó las tierras de la ciudad hasta tal punto que dañó los cimientos de la segunda torre, que terminó por caer 86 años después.

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Todos estos problemas han llevado al edificio a contar con condicionantes que impidieron su finalización y ahora, más de cuatro siglos después de que obtuviera la categoría de catedral, cuenta con una serie de necesidades que le impiden mantener su máximo esplendor. Otro punto que habría que mejorar es la restauración del Museo Diocesano, que no se centraría solo en la colección, sino en dar un acceso exterior a la muestra, a la que se pueda acceder desde la calle para que el turismo no interfiera en el culto. También sería conveniente limpiar la piedra interior, restaurar el órgano o cambiar la iluminación, pero, una vez más, la falta de financiación lleva a la seo a no poder abordar las obras que precisa. «La catedral no es fea. Es un edificio diferente, un monumento importante y el desarrollo ha sido como ha sido. Sería conveniente abordar estas mejoras, pero ahora los tiempos son como son y parece que nos tendremos que conformar con mantener lo que hay, que no se estropee más de lo que está», concluye resignado el deán.

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