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«Llevamos ya seis años en esta casa y no nos gustaría dejarla. Aquí se han criado nuestros hijos. Hemos hecho la vida en familia, pero llevamos ya unos meses que no podemos pagar el alquiler, le debemos bastante», reconoce Manu Dual, 26 años, tres críos (una niña de seis, un niño de cuatro, la pequeña de dos meses) y una delicada situación económica que se tambalea, todavía más, con motivo de la crisis desatada por el coronavirus.
La pandemia sanitaria no solo ha provocado nuevas cicatrices, sino que ha hundido sus dedos en las heridas que ya tenían abiertas muchas familias a las que la recuperación económica no había alcanzado aún. Y la de Manu es una de ellas. «He trabajado en un quiosco, en una tienda de ropa... pero hace tiempo que no tengo trabajo», explica. Llevan además cuatro meses, desde diciembre, sin cobrar la renta garantizada. «Por un error de papeleo», dice sucinto. «Ahora nos han ingresado una ayuda de 450 euros y el Ayuntamiento nos ha dado unas tarjetas de supermercado de 150, para compensar que los niños no pueden ir al comedor en el Allúe Morer. Y tenemos el apoyo de Cáritas, de la parroquia...».
Coronavirus en Valladolid
El caso de Manu y de su familia es ejemplo de una «brecha social» ya existente que corre el riesgo de convertirse en «fractura» si esta situación se prolonga en el tiempo. Con más paro, con expedientes de regulación de empleo que no se cobran a tiempo, con una incierta vuelta a la actividad.
«Aún está por ver cómo va a quedar el rostro dañado de nuestra gente. Pero ya nos vamos acercando a la realidad y vemos que las situaciones de exclusión que ya vivían no pocas familias (hacinamiento en las viviendas, fracaso escolar, trabajo precario o en paro, dificultad para pagar la luz, el agua,…) se están acentuando», asegura Carlos San Segundo, educador de Cáritas.
La entidad solidaria ya ha percibido «un aumento de familias con necesidades básicas», pero que también se han agravado las situaciones de emergencia. «Atendemos, sobre todo, a familias con bebés y varios hijos menores», cuenta San Segundo. Cáritas desveló la semana pasada que, desde el inicio de la pandemia sanitaria, ha realizado casi 30.000 intervenciones sociales en Castilla y León. En el programa de acogida, por ejemplo, se ha atendido a 7.074 personas (con ayudas de alquiler, pago de suministros, transferencias de urgencia) y se han entregado alimentos a 3.241, sobre todo a través de parroquias, como la de Santo Toribio, en Delicias. O con ayuda de entidades, como San Vicente de Paúl, donde acude Manu con su familia.
También la de Adela Hernández, 32 años, de luto en su hogar después de haber perdido a seis seres queridos, víctimas del coronavirus («cuatro tíos, una tía, un primo de 42 años»). «Vivimos con mucho miedo, con mucho temor, sin salir de casa», asegura Adela, madre de dos niñas de 10 y 3 años. Su marido cobra la renta garantizada. «Trabajamos en lo que va saliendo. En el campo, vamos a vender ropa... Pero ahora la situación está muy parada, cada vez peor. Dicen que los niños van a empezar a poder salir a la calle, pero nosotros tenemos miedo. Les ha pillado muy de cerca a varias personas en nuestra familia. Y el miedo es libre», comenta Adela, quien sí que ha tenido que dejar un día su hogar para acercarse hasta la calle Pérez Galdós y obtener alimentos a través de la asociación San Vicente de Paúl.
La situación en la que vive Adela es, explican en Cáritas, cada vez más común. «Muchas mujeres que atendían a personas mayores o enfermas, empleadas de hogar, con empleos precarios... han dejado de trabajar». El coronavirus les ha arrebatado su empleo. «Y además, hay circunstancias que se agravan porque, en muchos casos, estas personas trabajaban sin contrato». En la economía sumergida. Sin derecho a finiquitos, expedientes de regulación de empleo o prestaciones del paro. Sin ingresos de la noche a la mañana.
«Aquí ya no van a valer los parches que no rompen con la transmisión intergeneracional de la pobreza. Es la hora de reinventar los modelos y las políticas sociales. No es que vaya a haber cambios, es que ya los está habiendo», aclara San Segundo, quien más que las políticas asistenciales (que pueden servir como tirita en algunos momentos) apuesta por acciones que rompan con la «pobreza heredada» y permitan «prevenir la exclusión». «Hay que potenciar las competencias, destrezas y habilidades, tanto académicas como sociales de los niños, los jóvenes y adolescentes, generando espacios de convivencia, ocio y participación».
Y aquí la educación juega un papel importante. Widad Ait Biloughman Belkass tiene 16 años. Sus padres son marroquíes. Ella ya nació en España. Estudia tercero de Secundaria en el instituto La Merced. Los educadores, voluntarios y trabajadores de Cáritas le echan una mano a través de tutorías y apoyo escolar por el teléfono e Internet. La parroquia de Santo Toribio ha creado un grupo de Whatsapp al que se han sumado 15 adolescentes (entre los 14 y los 18 años)a quienes se ofrece ayuda para el estudio.
La concejalía de Servicios Sociales trabaja ya con un «incremento muy importante» de las peticiones de ayudas urgentes motivadas por la crisis económica derivada del coronavirus y prevé una escalada de las necesidades para los próximos meses. «Ahora se atiende la primera línea, los problemas de alimentos o el arreglo de pequeños electrodomésticos. Las grandes dificultades llegarán en los próximos meses, cuando haya de verdad problemas para pagar alquileres o suministros», indica la concejala Rafi Romero. El Ayuntamiento ha tramitado, durante las dos últimas semanas, ayudas de emergencia para 180 familias, por un valor de 122.000 euros. Y la cifra está en aumento, lo que ha llevado al Consistorio a analizar cada caso en comisiones semanales (cuando lo habitual era que se celebraran cada quince días). «La previsión con la que empezamos el año es que el presupuesto bajara. La situación económica apuntaba bien, mejoraban las cifras de empleo. Habíamos reducido el presupuesto de 1,8 a 1,2 millones al año. Pero esta situación, evidentemente, lo ha trastocado todo. Y habrá que destinar mas fondos», asegura Romero, quien recuerda que todavía es difícil cuantificar cuánto esfuerzo tendrán que destinar las arcas municipales para hacer frente a los profundos rotos que ocasione la crisis económica que se avecina. Los cálculos del primer mes dicen que el desembolso económico extra ronda los 450.000 euros. «Habrá que ver a partir de ahora cómo evoluciona la situación y con qué recursos contamos». Esta misma semana, el Gobierno central anunció una inyección, a través de las comunidades autónomas, con becas para garantizar la alimentación infantil de las familias más vulnerables, al tiempo que se habilitaban fondos para la contratación de personal de refuerzo que atienda la petición de nuevas ayudas y prestaciones.
De este modo, se suplen con las nuevas tecnologías los programas que hasta hace apenas unas semanas se celebraban de forma presencial. En el caso de Widad, con clases de refuerzo los viernes. Con horas de estudio los martes y jueves. En total, 403 jóvenes (entre los 6 y los 32 años) participan en los programas educativos y sociales de la parroquia de Delicias. Ese acompañamiento sigue en marcha. «En mi caso, sobre todo, para las asignaturas más difíciles, como Física y Química o Biología», explica Widad, quien quiere en el futuro prepararse una oposición para ser policía municipal. Vive con sus dos hermanos (11 y 6 años, estudiantes en el Cardenal Mendoza) y sus padres, cuya vida laboral también se ha visto afectada por el coronavirus. «Mi padre no trabajaba, pero mi madre estaba al cuidado de un señor... y por esta situación ya no puede ir», asegura.
«Ante la inseguridad, los chicos y chicas tienen que sentir la certeza de que los queremos y estamos cerca», explica San Segundo. «Para ello, estamos realizando un seguimiento telefónico de los participantes y sus familias, y coordinándonos con los centros educativos. Esto nos permite continuar con los procesos que veníamos realizando y solucionar otras dificultades surgidas del confinamiento: falta de acceso a Internet, de soportes tecnológicos, y dificultades en el ámbito académico, que se suman a las necesidades en torno a la alimentación, el pago de alquileres y suministros...».
El riesgo, alertan en Cáritas, es que se produzca un «abismo de exclusión». «Para evitarlo tenemos que tender puentes de participación. Estamos elaborando material educativo y de ocio para este tiempo, también a través de las redes sociales. Ahora vamos a poner en marcha la actividad 'Un dibujo para alegrar el mundo' para que los chavales transmitan esperanza a aquellos que peor lo están pasando». Porque el riesgo no es solo que la fractura socioeducativa se acentúe aún más», sino que además «se pierden los espacios reales de sociabilización, convivencia y participación».
Un ejemplo es el equipo de fútbol de la parroquia en el que Manu juega como portero. Iban quintos en la liga. «Ya nos habíamos enfrentado a los de arriba.Los puntos iban a caer». Cáritas patrocina este equipo, creado para favorecer la integración juvenil y evitar el abandono escolar (si no se va al instituto, no se cursa un módulo de FP, no se puede pertenecer al equipo). El temor es que el coronavirus también destroce estas iniciativas y que la vuelta a la normalidad no permita recuperar proyectos como este, de estrecha vinculación social.
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