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Un apretón de manos. Una palmada en la espalda. La cercanía del tú a tú. Eso es lo que más echa de menos Manuel Corzo Delibes en el desempeño de su trabajo. Él es de trato fácil y amable, y desde la aparición del coronavirus en nuestras vidas ha tenido que sustituir esos gestos afectuosos con sus clientes por un trato más aséptico, aunque igual de cordial y sincero.
Este vallisoletano de 37 años lleva catorce años en el sector de la banca. once de ellos en Banco Sabadell, donde ha encontrado su sitio. Hace tres años que es director de Negocio de Pymes en la oficina principal de la calle Miguel Íscar. Su cartera la componen pequeñas empresas y autónomos. Los más afectados por la crisis. Su trabajo en estos días consiste en ayudarles a sobrellevarla mejor. «Estoy en contacto muy directo con todos mis clientes. La mayoría están pasando por situaciones realmente difíciles y acuciantes», señala Manuel, que sabe bien lo que es dar consejos a aquellos que peor lo están llevando.
manuel corzo delibes
Él también es un héroe. De corbata y experto en finanzas. Pero un héroe, al fin y al cabo. No recibe aplausos, aunque percibe la sonrisa de sus clientes tras las mascarillas. «Veo sus caras de satisfacción cuando les resuelvo sus problemas. Saber que puedo reconfortar su angustia me da ánimos para seguir trabajando», dice. No quiere aplausos, solo el bienestar de los que llevan tantos años confiando en su buen hacer financiero. Asegura que, aunque su trabajo pueda parecer frío, «es más cercano de lo que la gente piensa». «Mi cometido es resolver problemas, especialmente en estas circunstancias. Muchos clientes se han convertido en amigos y me resulta difícil mantener las distancias con ellos», reconoce.
Manuel dedicó los días posteriores a la declaración del estado de alarma a llamar a su larga cartera de clientes, que ya considera amigos. Todos ellos son pequeños empresarios, autónomos y emprendedores. No lo hacía para ofrecerles sus productos financieros. Contactaba con ellos con sincera preocupación y el único interés de tenderles una mano.
Una de esas llamadas le marcó de forma muy especial. «Era uno de mis clientes. Un empresario del sector del turismo rural. Solo le pregunté cómo estaba y me puse a su disposición para lo que necesitara. Surgió un largo silencio y, a partir de ahí, una conversación sincera y entrañable», relata este empleado de banca. «Me dijo que yo era la primera persona con la que hablaba en días. Él se sintió tremendamente agradecido y yo me sentí útil para esa persona. Con mi llamada había conseguido aliviar un poquito su preocupación por sacar adelante su negocio, pagar las facturas y las nóminas de su gente. Hablamos también sobre su salud y su familia. La sensación que tuve tras esa llamada fue fantástica. Estas semanas estoy trabajando muchísimo, sobre todo porque noto que mi trabajo sirve para liberar la angustia de mis clientes», indica.
Dos semanas las pasa teletrabajando en casa, algo «que funciona muy bien». Otras dos acude la oficina, a la primera línea. La entidad se ha preocupado de implantar protocolos internos para proteger a su plantilla y sus clientes. Mascarillas, guantes y aforo muy limitado. «Ahora trabajamos el triple para resolver las necesidades financieras que nos reportan, que son muchas. Estamos haciendo un plan de acompañamiento y llamando a todos los negocios, sobre todo a los más afectados, solo para decirles que aquí nos tienen para lo que necesiten», afirma.
Cada día se le presentan nuevos casos de pequeños empresarios con situaciones duras de llevar y difíciles de resolver. Él pone todo su empeño para hacer fácil lo difícil. «Los autónomos tienen puestos todos los huevos en la misma cesta. Su vida es su negocio y ahora lo tienen cerrado. Para ellos sus empleados son su familia y no saben cuándo volverán a abrir. Están en un momento de shock inicial, viendo cómo se enfrentan a toda esta situación y, sobre todo, pensando en cómo les irá una vez que pase todo. Estamos poniendo solución a todas las dificultades que nos plantean y aportando liquidez para que salgan adelante, para que puedan pagar las nóminas y a sus proveedores. El objetivo es que este parón no les repercuta demasiado. La incertidumbre de lo que pasará en el futuro ya la gestionaremos poco a poco», comenta animado.
Manuel Corzo Delibes
«En la atención en oficina los trámites son rápidos y ágiles. Normalmente somos cerca de 20 empleados y ahora estamos haciendo turnos alternos de solo cinco o seis compañeros. Tenemos un aforo máximo y tratamos de ser muy eficientes porque sabemos que hay gente esperando fuera. La mascarilla, los guantes y la mampara nos limitan a la hora de atender y a veces hay cierta tensión porque estamos pendientes de evitar cualquier contacto. Teletrabajando la operativa es la misma y estamos firmando muchas operaciones pero con la ventaja de que las conversaciones son más tranquilas y relajadas. Considero que estamos dando un servicio esencial», explica.
Al inicio del estado de alarma eran muchos hacían las gestiones de forma presencial en el Sabadell. Una tendencia que va a la baja. «Muchos desconocían las herramientas de banca a distancia que tenemos a su disposición. Están descubriendo que a través de su ordenador, móvil, teléfono o cajero pueden seguir pagando impuestos, recibos o hacer transferencias. Todos debemos quedarnos en casa, por solidaridad y responsabilidad, y por eso la mayoría está empezando a usar canales remotos».
Cada día los empleados de banca como Manuel se exponen al virus que paraliza el mundo. Él es muy consciente de los riesgos y reconoce que a veces le resulta complicado afrontar la situación. «Llegas a casa y tienes que extremar los cuidados para no contagiar a los tuyos. Es un sentimiento de gran responsabilidad. Algún día me he encontrado a mi madre en el supermercado y no poder abrazarle por esto que estamos viviendo se me hace difícil», confiesa.
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