
Secciones
Servicios
Destacamos
El fin parcial de 43 días en cautividad no dio lugar a tumultos ni aglomeraciones de menores de 14 años en el primer día que disfrutaban de una hora de paseo acompañados por un adulto. En los parques imperaba el silencio, roto por el canto de los pájaros al que ocasionalmente se imponía el run run de los patinetes, el golpeo de balones y decenas de carreras infantiles que cambiaron la estrechez de tantos días de pasillo por las calles y plazas de Valladolid.
Tal vez la clave de esta agitación callejera controlada la dio Mario Sanz (8 años), mientras jugaba una pachanguita futbolera junto a su hermano Diego (5 años) y su padre Juan Manuel en la cancha aledaña al Campo Grande: «Después de tantos días encerrado he mejorado mi paciencia». Así lo resumía uno de los convocados a salir entre los seis millones de menores de 14 años en España, unos 285.000 en Castilla y León y más de 68.000 en la capital y la provincia de Valladolid. Hoy han vivido el primer día de liberación para pasear durante una hora y no más allá de un kilómetro de su docimicilio.
A las once de una mañana, con nubarrones que amenazaban con aguar la ansiada escapada domiciliaria, comenzó el goteo callejero familiar en el que apenas el 15% llevaba mascarilla: En patinete, con bicicletas, detrás de balones y con muñecas en brazos se vio a los clientes preferentes de las tiendas de chuches aparecer por el barrio de Villa del Prado. Los columpios del parque cercano a las Cortes estaban precintados, así que los accesos de los alrededores iban siendo tomados por peques vigilados de cerca por mamás o papás (en algunos casos por ambos, aunque la orden del Gobierno estipulaba que solo un adulto con un máximo de tres menores).
Coronavirus en Valladolid
Frente al parque de las Cortes una solitaria niña en chándal rosa daba vueltas y vueltas con su patín sin nadie alrededor. De fondo, un coche fúnebre atraviesa la Avenida de Salamanca y lleva a pensar en el coronavirus. Entre unos árboles aparece un padre arrastrando un cochecito de bebé que se detiene a charlar a varios metros de una mamá que empuja otro. Guardan la distancia de seguridad, como Claudia Palencia, de ocho años, alumna del colegio Corazonistas, que ha salido al parque «pero no eufórica», constata su progenitora. «Vivimos en un tercero luminoso, con balcón, y ella es tranquila, así que no lo ha llevado mal a base de deberes y manualidades».
En la plaza Juan Pablo II descansan junto a sus bicis Santiago y Miguel Salgado (6 y 4 años). «Nos hemos aburrido, pero lo que más queríamos era salir a andar en bici», cuenta uno de ellos antes de arrancar disparado en busca de su hermano.
Sobre el césped de otro parque del barrio pugnan por un balón Alejandro y Álvaro Villarino (13 y 7 años). «Bendita Play Station», clama el padre resumiendo un confinamiento aliviado por consolas y videollamadas, aunque nada parecido para estos dos jugadores del Parquesol y Corazonistas como la sensación de pisar hierba con un balón. «No tocaban uno desde hace mes y medio y lo echaban de menos», cuenta el progenitor, aunque, matiza que le costó sacarlos del piso: «Se han hecho a estar en casa y ha habido que insistir».
Esa querencia por las cuatro paredes fue tendencia entre algunos testimonios recogidos. Como si de repente el coronavirus hubiera mutado el sol y calle del espíritu mediterráneo por la placidez casera de los países nórdicos.
El arcoíris infantil con el 'Todo saldrá bien' adorna cientos de ventanas. Es el cartel más replicado después de los 'se vende' y 'se alquila'. Pintando muchos de ellos –los del arcoíris– han pasado horas niños como Diego San José. «Sí –confiesa–, pero lo que más deseaba era montar en bici». «Y yo también», le secunda el padre.
En el Campo Grande los pavos reales despliegan su esplendor plumífero como agradeciendo la presencia de público al cabo de tantos días de exhibicionismo solitario. Una ardilla se encarama al brazo de Ada Villafáfila ante la mirada absorta de sus hijas Noa y Aitana Nieto, de 6 y 3 años. «Ellas lo han llevado mejor que nosotros; como no tienen cole y pasan todo el tiempo con los papás están tan a gusto. Es más duro para nosotros, pendientes del teletrabajo y con los niños pululando alrededor»,
Por el Paseo Central se abren paso entre una una flota de patinetes infantiles Alicia y Elena López Muñoz, de 4 y 2 años. «Soy sanitaria y las niñas han notado más que he faltado de casa», refiere Henar, la madre de ambas mientras la más pequeña cubre a su muñeca Elsa en su regazo. Durante el paseo se han encontrado con Celia, una compañera del cole, pero, advierte, «no nos podemos juntar».
Por el centro de la ciudad se camina como si los semáforos en rojo no existieran. Muchos viandantes se lo saltan. Es domingo en época de coronavirus y los automóviles son anécdotas rodantes. Mientras, por la calle Santiago desfila un goteo de mayores con niños y patinetes, muchos patinetes. De dos de ellos se apean Inés y Álvararo González, de 5 y 4 años, que han acudido a saludar a sus abuelos. Los ven alborozados, agitando los brazos desde el cuarto piso de una balconada mientras gritan con asombro '¡Pero cuánto habéis crecido'.
Quizás la amenaza de lluvia unida al temor al contagio desanimó a algunas familias a salir. Al medio día en la plaza del Carmen, en las Delicias, se percibía más presencia de mayores haciendo cola en tiendas y panaderías que de niños.
«La Policía local no ha registrado ninguna incidencia, no ha habido que llamar la atención a nadie», señaló Jose Antonio Otero, concejal de Salud Pública y Seguridad Ciudadana. «El comportamiento de la población ha sido muy respetuoso». Por unas horas, los peques borraron el aire fantasmal de tanta calle vacía, contagiando un mundo de juegos y risas que con los días se irá imponiendo al coronavirus.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.