Caballería ligera contra el coronavirus
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El Grupo Santiago del Regimiento Farnesio 12 ayuda en la crisis sanitaria con tareas de patrullaje y desinfección en instalaciones de Valladolid, Palencia y ZamoraEjército ·
El Grupo Santiago del Regimiento Farnesio 12 ayuda en la crisis sanitaria con tareas de patrullaje y desinfección en instalaciones de Valladolid, Palencia y ZamoraSe reconocen «figurantes» en este capítulo de la vida que está siendo la crisis de la covid-19, con una actitud «sin sobreactuación» y de apoyo a los intérpretes secundarios, que han sido las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y a los ... actores principales, «los médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y el personal de limpieza de los hospitales», que han sido «viga» en esta ocasión en la construcción del edificio común que es España. A ellos les ha tocado ser «ladrillo», papel también notorio porque, «si a un edificio le quitas un ladrillo, entra aire», reconoce el teniente coronel Ángel José Espiga Gómez, jefe del Grupo de Caballería Ligero Acorazado Santiago I/12 del Regimiento de Caballería Farnesio 12, con sede en la base El Empecinado de Santovenia de Pisuerga (Valladolid). «Nuestra brigada es la Brigada Ligera Aerotransportable Galicia VII, cuyo cuartel general está en Pontevedra. Se nos conoce como los 'jinetes de la BRILAT', porque somos la unidad específica de Caballería de la brigada», añade Espiga, que ha dirigido las operaciones de unos 230 militares hombres y mujeres que han participado en tareas de patrullaje en las calles y desinfección en residencias y centros de las provincias de Valladolid, Palencia y Zamora.
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Coronavirus en Valladolid
«Nuestra labor ha sido comparable a lo que se ha hecho en alguna misión en el exterior, porque en esas misiones se trata de desarrollar el sector seguridad, que en muchas ocasiones implica asesorar a las autoridades en cómo mejorar no solo el Ministerio de Defensa, sino también otros ministerios», señala Espiga Gómez, que explica cómo el grupo que dirige dentro del Regimiento Farnesio «es la parte que ejecuta, luego hay una plana mayor de regimiento que se encarga de la coordinación de asuntos institucionales y la burocracia típica de personal».
En las instalaciones en las que ha habido casos positivos «tiene que ir una unidad específica, las NBQ o los equipos de Veterinaria que tenemos en las distintas bases. Pero si un equipo de Veterinaria tiene que hacerlo todo, sería muy cargante. Así, si no hay ningún positivo, nosotros podemos hacer la desinfección interior y exterior, y si hay algún positivo, el equipo de Veterinaria hace la desinfección interior, con unos nebulizadores que desinfectan de una manera más específica, y nosotros los exteriores», comenta el teniente coronel burgalés, que finalizó sus estudios en la Academia General Militar en 1997 y que en 2010, tras realizar el Curso de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, pasó a prestar servicio en la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército de Tierra.
«Lo importante no es lo que hemos hecho dentro de la operación Balmis contra la covid, lo importante en nuestro caso es estar preparados para lo que se nos pueda requerir. Nosotros estábamos preparados en un 80% porque teníamos la preparación para poder actuar como agentes de la autoridad en apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y estamos preparados para hacer tareas básicas de NBQR, actuar en ambientes nuclear, bacteriológico o químico. Esa instrucción la alcanzamos el 40% de la unidad en una semana, y al cabo de dos semanas el conjunto ya lo había alcanzado», agrega Espiga Gómez, que incide en que cualquiera de los hombres y mujeres del grupo que ha estado de misión en el exterior ha estado en un ambiente «mucho más demandante» que durante operación Balmis, porque en una operación en el exterior «superas fácilmente las doce horas al día y puedes estar cinco meses perfectamente sin descansar ni un solo día».
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«Fundamental ha sido la participación de la Unidad Militar de Emergencias (UME). De hecho, fue la primera unidad que se desplegó en Valladolid y Palencia. La UME tiene una capacidad de despliegue inmediato, porque tiene una parte de sus unidades alertadas para emergencias, pero enseguida hay que relevarla porque no puede estar con un ritmo», afirma Espiga Gómez, que ha estado saliendo con sus patrulleros desde el primer día.
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«La mayoría de la gente lo que te transmitía al principio era esa tranquilidad de que les estás respaldando. Tanto la Policía Local y Nacional como la Guardia Civil, porque les permitías tener un poco más de margen, y luego mucha gente se concienció al vernos en la calle de la seriedad de la situación. Una de las tareas principales que hicimos en esas primeras semanas fue la explicación. Me acuerdo de que en Valladolid se acercó un señor mayor para significar que estaba dando un paseo, que tenía un certificado médico porque le había dado un ictus hacía unos meses, y simplemente el hecho de decirle que siguiera pero no tocara nada ni se acercara a nadie, yo creo que desde ese día ese hombre ni se acercó a nadie ni tocó nada», subraya.
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«El trato de la población ha sido excepcional, sus muestras de agradecimiento y, sobre todo, el reflejar la tranquilidad que tal vez les aportábamos, sobre todo en los pueblos, porque ellos temían que viniese gente de fuera y el ver uniformados les reconforta porque saben que va a haber menos posibilidad de trapicheos, robos...», añade el teniente coronel, que destaca igualmente los aplausos desde los balcones «en cualquier calle de ciudad o pueblo». «Incluso el que estés andando por Palencia y se te acerque una dependienta de un supermercado a pedirte ayuda porque tenía un señor que era el quinto día que va a comprar simplemente una lata de aceitunas para salir de casa, te muestra esa confianza en tu tarea», incide Espiga Gómez, para quien los primeros días de su despliegue fueron «bastante tranquilos».
No obstante, el teniente coronel reconoce la situación «complicada» que se vivió en Valladolid el 22 de marzo con una misa en la catedral de Valladolid. «Estábamos nosotros por las calles y vimos a gente que se estaba concentrando y avisamos a la Policía Nacional. Ellos son los que dieron la cara, nosotros estábamos apoyándoles porque los feligreses estaban muy enfadados y empezaron a soltar exabruptos», recuerda Espiga Gómez. «Nosotros desde el principio teníamos el carácter de agente de la autoridad, podíamos corregir actitudes que no se correspondían con las que regulaba el estado de alarma, pero para sancionar teníamos que avisar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, tanto en Valladolid como en Palencia. Con el paso de los días ya nos fuimos encontrando con situaciones un poco anómalas, como gente que estaba paseando el perro y los vecinos estaban criticándole porque abusaba con el paseo del perro y te llaman y se crea una discusión... En esas situaciones, como nuestra gente también tiene experiencia en misiones internacionales, sabe cómo sacar el capote y usar la mano izquierda», asegura Ángel José Espiga Gómez, para quien las situaciones más desagradables «quizás hayan sido las faltas de respeto».
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«Recuerdo en Palencia una sargento a la cual una ciudadana le faltó al respeto, ella mantuvo la situación hasta que apareció la Policía Nacional y a la señora se le sancionó no solo por incumplir el estado de alarma, sino también por la falta de respeto. Pero estos casos han sido muy pocos. casos en los que nosotros hemos empezado a requerir a la Policía Nacional para poner sanciones se han dado más al cabo de la cuarta semana, cuando se notaba ya cierto cansancio y en algunas zonas la gente intentaba forzar la situación» subraya Ángel José Espiga Gómez.
En cuanto a las labores de desinfección, «los centros más duros no los hemos encontrado nosotros, sino la UME. Y es muy injusto el tratamiento que se ha dado a algunas residencias de mayores, porque hemos visto residencias en donde los trabajadores se han encerrado con los residentes. En Zamora ha habido varias, y en las que no ha sido así, hemos visto un cuidado exquisito. La semana pasada estuvimos en Ballesol, en Valladolid, que han tenido casos, pero vemos que ha habido mucho cuidado», comenta el teniente coronel, que en su grupo ha tenido la suerte de que no ha habido ningún contagio y de que «la respuesta de mi gente ha sido excepcional».
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«Ha habido quien tenía reducción de jornada por cuidado de hijos y la primera semana vino y a sus capitanes les dijo que se quitaba la reducción de jornada, gente que pedía que le metiesen en el listado de patrullas o desinfecciones antes que estar en la base. Y somos muchos los que tenemos a la familia fuera y que en dos meses no la hemos visto», concluye.
El teniente coronel Ángel José Espiga Gómez, jefe del Grupo de Caballería Ligero Acorazado Santiago I/12 del Regimiento de Caballería Farnesio 12, ha participado con brillantez en cuatro misiones hasta ahora en el exterior, dos de ellas en Bosnia (2002-2003 y 2005) y otras dos en Afganistán (2011y 2016), las cuatro en el marco de la OTAN o de la UE.
«En la primera misión en Bosnia se constituyó una unidad hispano-francesa a nivel de ejecución táctica. Estuve a cargo de la Unidad de Inteligencia y fue una misión muy demandante», explica Espiga Gómez, que su segunda misión en Los Balcanes la llevó a cabo en el cuartel general de una brigada multinacional. La situación estaba tranquila y ello me permitió conocer el país», agrega el teniente coronel, que no pudo hacer lo mismo en Afganistán.
«La misión más difícil fue la primera de Afganistán, en un sitio donde las implicaciones de tus decisiones eran trascendentes. Fui el jefe de Operaciones de la Zona Oeste, en la que estábamos principalmente italianos y españoles, y el Centro de Operaciones es el sitio en el que todo lo que se está haciendo concluye: una evacuación sanitaria, reforzar con helicópteros de ataque, con apoyo aéreo... Es una tensión que se acumula día a día. Mi trabajo es parte de una cadena de decisiones que puede implicar una muerte. Si me ralentizo en la toma de decisiones, a lo mejor no mato al talibán, pero sí a un soldado», explica Espiga Gómez.
«La segunda misión en Afganistán fue en Kabul, en el cuartel general de la misión Resolute Support. El verdadero riesgo allí es estar afuera, lo sufren las fuerzas afganas, que llevan 40 años peleando todos los días», añade el militar burgalés, que sí encuentra una similitud entre su labor dentro de la operación Balmis con esas misiones exteriores.
«Encajan en lo que es apoyo a las autoridades civiles. Estos dos meses se pueden parecer más a las situaciones que hemos vivido nosotros a través de nuestros compañeros franceses, belgas o italianos, que tienen operaciones de apoyo a las autoridades de manera permanente», asegura.
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