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Las mesas y las sillas regresarán mañana a las calles de la ciudad. Durante las últimas horas, César, Víctor o Marta, en la zona centro, en La Victoria o en Villa del Prado, se han ajustado los guantes y la mascarilla, han agarrado las pistolas ... a presión con agua y lejía y han completado la desinfección de los elementos de las terrazas que regresarán a la vía pública en Valladolid.
Desde mañana, el 50% de los establecimientos hosteleros de la capital con licencia para este fin abrirán sus veladores y espacios exteriores para iniciar una actividad que se paralizó hace 73 días, y que se reanuda con motivo del acceso de la ciudad a la fase 1 de la desescalada del estado de alerta. «Es algo casi más simbólico que otra cosa», confiesa Marta, que retira una funda de una hilera de mesas redondas, de esas metálicas, en las que una pareja repara y en la que quizá se imaginan tomando su primera cerveza primaveral.
Coronavirus en Valladolid
Ricardo Sánchez Rico
Al «simbolismo» que señala esta joven hostelera, se une también la necesidad de «empezar a facturar» después del mayor cierre de la historia de los establecimientos del sector. «Unos abrimos, porque no nos queda otra. Es esto o no volver a levantar la persiana», agrega un empresario de Huerta del Rey. También los hay que son «relativamente optimistas», como es el caso de José Luis Pérez, del restaurante Ole con Ole, de la Plaza Mayor, quien confiesa que ya ha habido clientes que durante los trabajos de limpieza y higienización se han acercado para preguntar si ya se podían tomar un café. «El lunes –por mañana–», les ha respondido José Luis, quien añade que la reapertura también tiene un sentido «de equipo» para su plantilla. «Han cobrado solo el dinero del ERTE de la parte de marzo, y hay que echar una mano», resume el dueño del negocio de la Plaza Mayor.
Es precisamente esta situación, con las plantillas en expediente de regulación de empleo temporal, la que lleva a otros muchos negocios a decidir aplazar la apertura. «Sacar a los trabajadores del ERTE les supone a muchos establecimientos un coste que no pueden asumir ahora mismo con la perspectiva de ingresos que tienen», explica María José Hernández, presidenta de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de Valladolid. «Tienen de plazo hasta el 30 de junio, y de ahí que muchos se mantengan a la expectativa», subraya en relación a esa ratio que indica que uno de cada dos hosteleros de la ciudad han decidido abrir de un total de 1.100 establecimientos con licencia para terrazas. En ese 50% que se ha lanzado «a recuperar la normalidad», como confiesa César Blanco, del bar restaurante Montellén, la higiene y las medidas de seguridad se han convertido en «una verdadera obsesión». «Creo que es la manera de posicionarnos para el futuro también. Hay que dar confianza a nuestros clientes de que se ha incidido mucho en este aspecto», afirma el copropietario del establecimiento de la calle Sandoval. Se han volcado en los protocolos de seguridad para los clientes, pero también para los camareros. Hidrogeles, mascarillas, máscaras de plástico y hasta espacios individuales para cada trabajador, como en el caso del Ole con Ole, aunque no todos los negocios dispongan de tanta capacidad de reacción.
«Los que trabajen este aspecto y den tranquilidad a los usuarios saldrán reforzados», añade José Luis Pérez, en una línea de actuación que se ha seguido desde el colectivo a nivel nacional, que ya se ha aplicado en lugares como La Coruña o Alicante y en el que se ha fijado «mucho» la hostelería tanto de Valladolid como de Castilla y León.
La Pera Limonera, en la playa de Las Moreras, abrirá mañana con más de un centenar de plazas su amplia terraza, cumpliendo el 50% de limitación que contempla la normativa de la desescalada para la hostelería. «Preferiríamos tener todas las plazas y que fuésemos nosotros los que estableciésemos las medidas de seguridad acordes a lo obligatorio, pero somos optimistas», confiesa Víctor Redondo, uno de los propietarios del establecimiento vallisoletano que conforma el Grupo hostelero Blablaba.
«En la Pera somos muy positivos, porque anunciamos que abríamos y ya tenemos lista de espera para la terraza en determinadas horas», indica el representante de una firma que cuenta también con los restaurantes La Cacatúa y La Cotorra en la capital vallisoletana. «La Pera depende de la terraza, y la apertura era obvia, además no creemos en que nos den la posibilidad y no lo hagamos», agrega Víctor Redondo. «En La Cacatúa y La Cotorra también tenemos terrazas, pero sabemos que ahí van a ser menos importantes porque tenemos mucho menos sitio, pero también abriremos», subraya, al tiempo que explica que el grupo tratará de rentabilizar la situación a través de la comida a domicilio con «los platos más representativos» de los tres locales.
El periodo de cierre por la crisis del coronavirus se convirtió «en una montaña rusa para todos», afirma. «Llegamos a escuchar que no íbamos a poder a abrir hasta diciembre, así que poder hacerlo ahora nos hace mantenernos optimistas. Nos va a permitir también poner en marcha los almacenes y demostrar que podemos dar un buen servicio a nuestros comensales», agrega.
Las medidas de higiene, como en la mayoría de los establecimientos que abren mañana, reciben buena parte del foco de propietarios y trabajadores. «Nosotros optamos por contratar a una empresa de higienización, para desinfectarlo y limpiarlo todo», subraya Víctor. «También hemos cambiado parte del mobiliario. Por ejemplo, hemos puesto sofás y cojines con ese tejido de los barcos, que permite limpiar mucho mejor, y que tendrá una resistencia mejor y durabilidad ante productos como la lejía u otros elementos de desinfección», destaca.
Desde la Pera Limonera, «la luz se ve, porque tenemos que ser parte de ella. La gente tiene ganas de ocio y de pasarlo bien, y por eso también nos hemos decidido a estar mañana con la persiana levantada», concluye.
Aún así, retomar la actividad tras más de dos meses de parón y con una clientela limitada por las restricciones del estado de alarma hace que exista una «gran incertidumbre» en el sector. Muchos han pasado los últimos días cambiando de arriba a abajo sus locales, pendientes del Boletín Oficial del Estado (BOE) y echando cuentas, ya que los que han optado por reabrir han tenido que comprar geles, mascarillas, mamparas o incluso máquinas de ozono, una inversión que desconocen si podrán recuperar.
Otros, con las terrazas supeditadas al 50% de su capacidad, prefieren ser cautos, a la espera de que se resuelvan sus peticiones al Ayuntamiento para colocar veladores, mesas y sillas, como es el caso del Don Bacalao. «De momento, vamos a esperar», confiesa Alfonso García, en una decisión que comparten varios empresarios de la zona centro, en la que la normativa contempla una autorización individualizada para tratar de armonizar a peatón y hostelero.
En ese proceso están también todos los hosteleros cuyos negocios no tenían terraza hasta el momento y que a partir de este martes podrán solicitarla al Consistorio, e incrementar ese más de medio millar de establecimientos que ya se han decidido a reabrir tras «uno de los periodos más oscuros», reconocen desde la asociación provincial del sector.
En el restaurante Ole con Ole, en la Plaza Mayor, trabajan contrarreloj para que mañana la terraza esté «reluciente». «Nosotros hemos apostado por abrir, porque nuestros clientes tienen que saber que estamos ahí. Tenemos que empezar a tener presencia para lo que viene», afirma José Luis Pérez, quien también admite que en la decisión ha pesado el hecho de sacar a los trabajadores del ERTE. «No habían cobrado más que la parte de marzo», manifiesta.
Junto a estos motivos, desde el Ole con Ole entienden que estos primeros días serán «una buena prueba para comprobar las medidas de seguridad». «Es muy importante darle confianza a nuestros usuarios. Ellos quieren venir, pero necesitan saber que vamos a ser muy estrictos con este tema», indica José Luis, quien agrega que además de material sanitario han comprado una máquina de ozono para desinfectar a diario.
En la plaza de la Universidad, Pablo Pérez podrá colocar nueve mesas y eso le convierte en «un afortunado». «Pienso en los compañeros que no van a poder abrir, porque no pueden, y me siento así», afirma. «Dudé si abrir, porque no sabes cómo va a reaccionar la gente, porque vamos a tener que ser menos sociables y los españoles somos muy de abrazos, de socializar, y esto va a ser cosa de dos, de los que tenemos los establecimientos, pero también de los que vienen a ellos. Tenemos que ayudarnos», reflexiona Pablo, quien defiende que «los hosteleros, pero también el resto de la sociedad, vamos a tener que aprender a convivir con el virus».
El propietario vallisoletano de un negocio muy ligado al mundo del rugby entiende que se abre un periodo «en el que la confianza va a ser necesaria, y todos tenemos que ser conscientes de que tenemos que ayudarnos para sobrevivir».
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