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Buscan a un tercer implicado por cocinar cocaína tras huir después de un tiroteoFueron casi tres meses de investigaciones por parte de la Policía Nacional. De vigilancias continuas allá por donde los sospechosos viajaban para adquirir, cocinar y vender cocaína. Trayectos asiduos a Madrid para llevar el producto final hasta Asturias, previo paso por un municipio cercano a ... la capital vallisoletana, donde en una finca de una urbanización, almacenaban y cocinaban la droga antes de ser derivada al norte del país.
La operación policial explotó el 10 de julio con dos detenciones, una en Madrid y otra en Valladolid, pero dejó a un tercer implicado en busca y captura después de unos momentos de película en los que un agente tuvo que desenfundar su pistola en el paseo Arco de Ladrillo, disparar contra un coche y saltar para evitar ser arrollado. A ese sospechoso, un mes después, aún se le busca.
Ese 10 de julio, la Policía Nacional detuvo en Madrid al considerado transportista de la droga. Era el que más «riesgos» asumía al llevar siempre las sustancias. Se le pilló, precisamente, cuando completaba una de esas transacciones por Leganés. Tras ese arresto, la acción, en todos los sentidos, pasó hasta Valladolid capital. Los agentes tenían que cazar al presunto cabecilla del entramado, el que por cierto hacía «la vida más normal de todos ellos». Nunca se exponía, pero las vigilancias, según el atestado policial, le habían delatado. Esa mañana, agentes de paisano se habían distribuido por diferentes puntos de la ciudad, tanto en su domicilio como en las zonas que más frecuentaba. En cada coche que se montaba o estacionaba, allí había un policía de incógnito. Hasta daban la orden a la grúa municipal para retirar los vehículos.
Sucesos en Valladolid
Álvaro Muñoz
Se le siguió de forma discreta por Ariza, Orlando, Arco de Ladrillo, General Shelly, Nelson Mandela..., pero se le perdió la pista momentáneamente. No fue durante mucho tiempo, porque uno de los policías le detectó, como copiloto, en el vehículo del que a la postre iba a ser el fugado.
Minutos antes de las 14:00 horas de ese 10 de julio, el considerado líder de la organización, se bajó de ese vehículo para subirse a otro. Portaba una mochila de grandes dimensiones, así que se dio la orden de su detención. «¡Alto, Policía!», fueron los gritos del agente para intentar dar caza al cabecilla. Incluso le agarró del brazo, pero este se zafó y empezó a huir por la zona peatonal hasta que se tropezó con unos contenedores.
A la par, y sin que pasasen apenas segundos, el tercer sospechoso, en el interior del vehículo, obvió las advertencias del policía en mitad de la calzada para que apagara el motor, y empezó a acelerar de forma brusca en su dirección. Fue en ese momento cuando el agente desenfundó su arma y gritó «¡alto o disparo!». Esa amenaza no surtió efecto y el fugado continuó en línea recta, lo que propició que el agente disparase sobre el vehículo para «preservar su integridad física». El tiro tampoco surtió ningún efecto y el agente tuvo que saltar para evitar ser atropellado. Desde ese momento, el coche y el fugado permanecen en busca y captura.
Fue en ese momento cuando llegó otro coche policial de incógnito, que presenció cómo el cabecilla de la banda continuaba su huida por el paseo Arco de Ladrillo. Hasta que llegó a la calle Florencia, allí el agente se bajó del coche para seguirle a pie. A pesar de todo, contactó con él y en la calzada se inició un forcejeo en el que el detenido intentó arrebatar la pistola al agente. No lo consiguió y el sospechoso pudo ser inmovilizado.
Mientras esa detención se consumaba en la calle Florencia, apareció un Opel Astra con dos ocupantes. Se detuvo y desde el interior empezaron a increpar al policía con la intención de «entorpecer la detención». Ante el cariz que tomaba la situación, el policía enseñó el arma, lo que propició que el conductor abandonara la zona a gran velocidad para sembrar una nueva incógnita en el caso.
Después de esos hechos, los dos detenidos entraron en prisión. Distribuían el estupefaciente por toda la geografía española mediante vehículos, a los que cambiaban las matrículas, con compartimentos ocultos creados específicamente para esconder la sustancia, con el objetivo de eludir la acción policial.
En los cuatro registros realizados se incautaron «más de 12 kilogramos de cocaína, 40 kilogramos de procaína y 400 litros de líquidos precursores, así como más de 90.000 euros en efectivo, seis vehículos y numerosos utensilios para la producción y distribución de la droga». Los agentes comprobaron que «el 'modus operandi' de la organización consistía en obtener cocaína y trasladarla hasta el laboratorio clandestino». Allí la mezclaban con productos químicos con la finalidad de aumentar su volumen y con ello sus ganancias ilícitas, un proceso que se conoce como cocinar la droga.
La tecnología puesta al servicio del presunto delincuente. Los recientemente detenidos por traficar con cocaína desde Valladolid eran especialistas en borrar su rastro y para ocultar la ubicación exacta. «Se comunicaban con total impunidad con terminales encriptados», detalla el atestado policial. Para ello utilizaban aplicaciones de mensajería que se borraban a las escasas horas, así que por mucho que se interviniera el teléfono, allí no se hallaba nada.
Además, el cabecilla iba a todos los destinos con un wifi portátil. «Este tipo de 'routers' proporcionan una dirección IP diferente a la que correspondería si se navegase por la red con el móvil. Por ello, su uso por parte de los criminales, muchas veces, está destinado a ocultar el lugar en el que se ubica quien se encuentra navegando por la red o haciendo uso de comunicaciones. La disposición de tal tecnología pone de relieve la profesionalidad y grado de especialización de la organización criminal investigada», añaden.
El combo de artilugios se amplía con las fundas Faraday, donde introducían los terminales para evitar que emitiesen señales. Su efecto es el mismo que si se envolviesen en papel de aluminio. Eso sí, el transportista de la droga siempre viajaba con un móvil que le obligaba a estar con la ubicación siempre activada. «El líder y su mano derecha eran sabedores de primera mano y en tiempo real de la aparición de imprevistos durante los transportes».
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