Cuenta Julio del Olmo, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de Valladolid, que en una novela de Lorenzo Silva sobre el devenir de la sublevación militar del 1936 en Barcelona, 'Recordarán tu nombre', se cita como desaparecido al piloto ... de aviación de la Artillería republicana, Pedro Mansilla. El libro fue editado por primera vez en 2018, pero el trabajo documental y antropológico realizado por el equipo que encabeza el arqueólogo en la provincia, permite afirmar que sus restos ya descansan en el Panteón de la Memoria Histórica del cementerio de El Carmen.
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Allí recibió digna sepultura el pasado 14 de abril, durante el homenaje e inhumación de 199 víctimas del franquismo recuperadas de las últimas fosas comunes exhumadas en la provincia entre 2022 y 2023. Dos de ellas en el cementerio vallisoletano, las fosas seis y siete, estando en esta última los restos del piloto de aviación, cuya muerte y simpatías están llenas de incógnitas. «Era extraño que siendo detenido en Zaragoza acabara aquí», contextualiza el experto en Memoria Histórica.
Mansilla se puso a las órdenes del General Miguel Núñez de Prado, a quien trasladó a Zaragoza en julio de 1936 para intentar paralizar la sublevación de su homólogo, Miguel Cabanellas. Fue uno de los tres pilotos que se ofrecieron voluntarios y el azar de un sorteo, detalla el arqueólogo, quiso que fuera él el encargado de trasladar a su superior a la zona sublevada a bordo de un Dragon Rapide que partía desde Madrid.
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Jenifer Santarén
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Un día después de su llegada a Zaragoza, el 19 de julio de 1936, se personó voluntariamente en el cuartel de Pontoneros, donde fue detenido y trasladado a una prisión militar. En aquel momento no se le abriría ninguna causa ni sería fusilado sin ser juzgado, como si ocurrió con los compañeros a los que trasladó. Y cuatro meses más tarde, pese a permanecer encarcelado, su condición cambiaba a «disponible Gubernativo», detalla del Olmo, pudiendo ser llamado a filas por los golpistas. No obstante, esto no llega a producirse por «desconfianza» y ya en el penal de Salamanca, donde permanecía junto a otros militares encarcelados por delitos leves en un régimen de vigilancia «benigno» y poco estricto, decide escapar.
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Durante su estancia en prisión había intercambiado cartas con otros militares que se habían unido a la sublevación, así como con un coronel del ejército sublevado, a quien llegó a pedir que intercediera por él para unirse a la lucha del mal llamado bando nacional. Hechos que utilizó para alegar que había escapado al «estar cansado» de esperar a que lo movilizaran para unirse al bando golpista, tras ser interceptado nueve días después por unos milicianos de derechas, cuando ya se encontraba en suelo gubernamental. Fue entonces cuando fue sometido a los designios del tribunal militar, que lo condenó a la pena máxima, siendo fusilado en Valladolid el 24 de mayo de 1937.
Del Olmo se pregunta cuáles eran sus verdaderas intenciones. Una cuestión de difícil respuesta, ante los hechos contradictorios protagonizados por Mansilla, quien manifestó querer luchar por el bando sublevado pero «llegó a cruzar la línea» de territorio republicano. Mansilla se ofreció voluntario para una misión que «sabía que iba ser casi suicida» ante el escaso desarrollo de la aviación militar que en aquel momento comenzaba a perfilarse.
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Ricardo Fajardo
Juez del Tribunal Militar que condenó a Mansilla
«Cayó para atrás como consecuencia de la descarga magistral que le hicieron los soldados del pelotón, levantándole la tapa de los sesos», obraba en la documentación de la causa militar, que pudieron conseguir gracias a la Asociación de Pilotos de Madrid y a los expedientes extraidos del Archivo Militar nº 4 de Ferrol, donde se almacenaron 6.000 causas judiciales y 2.000 juicios sumarísimos.
Esto «unido a la disposición de los cuerpos» y al trabajo arqueológico, antropológico y forense, ha permitido determinar que sus restos podrían corresponderse con el cuerpo número 49 de la fosa 7 del camposanto, donde se exhumaron un total de 56 cadáveres. Entre ellos los cuerpos del 'médico de los pobres' y sindicalista de CNT, Emilio Pedrero; el teniente del ejército vasco Ángel Egaña; y Eugenio García Ortega, cabo de Artillería del Pinar de Antequera, plenamente identificados.
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En la misma documentación consta la existencia de un episodio previo al fusilamiento, cuando el comandante Ricardo Fajardo le comunica su muerte inminente. Según el relato del propio Fajardo, el condenado le proporciona un puñetazo, culpándolo de sus designios, ordenando que sea trasladado a San Isidro, lugar donde sería ejecutado, con ligaduras en las manos. Y que estás no le fueran retiradas «ni si quiera cuando vaya a ser ejecutado».
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«Este esqueleto estaba echado boca a bajo en la fosa, con las manos por delante entrelazadas, algo extraño ya que los cuerpos se mueven», detalla del Olmo, que cuenta que al examinar los restos óseos se encontraron otros hallazgos, como «una bala que le atraviesa el parietal derecho y que le revienta el cráneo», tal y como constaba en la orden conservada sobre su fusilamiento y enterramiento. Correspondiéndose además con el impacto de una munición larga, propia del pelotón de fusilamiento que ejecutó su aseinato, de 10 tiradores.
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Hallaron también los restos de una cazadora gruesa con cremallera «conservada gracias a la acidez del suelo», cuyas características se correspondían con uno de los uniformes que podían llevar los pilotos. Los datos de altura y edad estimados también se corresponden con sus circunstancias en el momento de su asesinato.
«Los resultados no son concluyentes, pero es la hipótesis más probable», aclara del Olmo, que espera poder confirmar su identidad mediante una prueba irrefutable, el test genético. «Estamos rastreando a sus familiares, tenía cuatro hijos y es posible que se pueda conectar con un nieto de esta persona», espera.
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La ARMH de Valladolid continúa con su lucha incansable por identificar los restos hallados en las seis fosas exhumadas solo en el cementerio vallisoletano, donde se hallaron más de 400 víctimas. Por delante tienen también la tarea de localizar las últimas cuatro fosas comunes de El Carmen, donde calculan que se arrojaron los restos de otros 200 fusilados entre agosto y septiembre de 1936.
«De momento no sabemos donde están», apunta del Olmo, con la única certeza de saber que no se hallan en la misma zona, pero albergando aún una esperanza: «Tengo la absoluta seguridad de que a día de hoy hay personas que nos podrían ayudar». Ellas saben quiénes son.
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