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El hijo del alcalde de Renedo fusilado en 1936: «Este domingo va a ser un día feliz e histórico»Antonio Maestro, 89 años, muestra en su smartphone, que maneja con envidiable soltura, una foto de un retrato de su padre, Casimiro Maestro, padre de seis vástagos y edil de Renedo de Esgueva en 1936, año en que fue fusilado por la represión franquista con ... 39 años. Su delito fue compaginar su trabajo en una mina de yeso con la alcaldía de su pueblo durante los últimos meses de la Segunda República.
La imagen de Casimiro permite intuir la claridad de unos ojos azules que presumiblemente ha heredado su hijo Antonio, los mismos que se emocionan al esforzarse por traer a la mente el único recuerdo que conserva de su progenitor. «Yo le esperaba cuando venía del trabajo. Me acercaba a la solana al final del pueblo, que es por donde venían los obreros de la mina, iba corriendo unos 10 o 15 metros y me agarraba por la pierna a su pantalón de pana».
Casi 90 años después Antonio Maestro y su hermana, Benita, de 87, podrán recuperar este domingo los restos de su padre, que fueron localizados durante una de las últimas exhumaciones en el cementerio de El Carmen. Lo harán acompañados por hijos, nietos y sobrinos durante un homenaje organizado por la ARMH de Valladolid, que procederá a la inhumación de 197 represaliados en el panteón en el que ya descansan otras 245 víctimas de la dictadura franquista, junto a un memorial que recuerda los nombres de los más de 2.500 represaliados en toda la provincia. Los Maestro serán una de las tres familias que darán descanso a sus seres queridos en sepulcros privados para cumplir la voluntad de sus antepasados.
El alcalde de Renedo es uno de los nueve represaliados que la ARMH de Valladolid ha podido identificar plenamente entre los 199 exhumados durante las últimas campañas en El Carmen y en Medina del Campo. Los designios de la vida llevaron a su hijo Antonio a vivir en el País Vasco, donde el gobierno se encarga de tomar muestras genéticas a los familiares víctimas de la represión franquista a través del Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos (Gogora). «Tengo una nieta que trabaja en el gobierno vasco y me dijo abuelo, que hacen esto y además es gratuito. Así que le dije 'traeme los papeles'». Eso permitió que al aparecer la fosa en la que estaban los restos de Casimiro, junto a otros 52 represaliados, el equipo de Julio del Olmo pudiera identificar al a su padre.
La familia recibió la noticia hace aproximadamente medio año, a través de una sobrina de su hermana Benita involucrada con la Memoria Histórica, ya que «también le cogieron a su tío con 16 años». Pero quisieron esperar a este domingo para recuperar los restos durante un homenaje coincidiendo con el día de la República: «Hemos esperado 87 años, podemos esperar unos meses más». Antonio espera que la jornada de mañana se convierta en un día «alegre e histórico» para los Maestro.
Cuando un grupo de guardias civiles y falangistas se llevaron a Casimiro Maestro en la madrugada del 12 al 13 de septiembre de 1936, Antonio solo tenía dos años y dos meses. Conoce bien lo que pasó aquella noche por los recuerdos de su hermana la mayor, ya fallecida, que tenía 12 años en aquella época, y de su madre, que compartía pena e historia con algunas vecinas: «Anda que no tuve tiempo de oírla hablar con ellas y conocer y aprender lo que pasó». Pasar ha pasado toda una vida, 88 años, pero el hombre no es capaz de relatarlo a viva voz. Entonces echa mano a un pañuelo y de nuevo al smartphone en el que atesora sus recuerdos, con el que reproduce un audio en el que su hijo Michel pone voz a una narración que él escribió.
Antonio Maestro
Hijo del alcalde fusilado en Renedo
«Aporreaban las culatas de sus fusiles, al tiempo que gritaban ¡abran a la autoridad! Obligándole a vestirse estaba claro que se lo llevarían, como había sucedido días antes con otros vecinos del pueblo», comienza el relato, que también recoge el sentir de Isabel Alejos, madre y viuda de Casimiro. «Se acercó a la ventana al oír ruegos y gritos en la calle» que anunciaban que se iba a cumplir el presagio por el que llevaba varios días sin poder descansar bien: «Isabel cogió a sus dos hijos pequeños, apenas unos bebés, con el fin de que aflorara en los intrusos algún tipo de sensibilidad. Pero aquella gente desalmada no entendía nada de sensibilidad. Más bien todo lo contrario. Tuvieron la osadía de pedirle una cuerda para atar las manos de su marido mientras ellos hacían comentarios obscenos que no merece la pena mencionar. Se lo llevaron y nunca nunca volvió».
Uno de esos bebés era Antonio, que de aquellos años recuerda bien el hambre y el sufrimiento de su madre, Isabel Alejos, que trabajó en el campo para sacar adelante a sus seis hijos: «Esculaba la remolacha, iba a arrancar garbanzos o a escardar la tierra», cuenta Antonio, que se fue de Renedo a los 10 años para «quitar una boca de su madre». Marchó a un pueblo de Álava para cuidar un rebaño de cabras, hasta que se cansó y se escapó en un tren de mercancías en dirección a Bilbao. «Estaba harto de no poder estar con mi madre y con mi hermana, que estaba allí», explica Maestro, que regresó a Renedo con 14 años cuando su madre, que murió dos años después con 54, cayó enferma a consecuencia de trabajar en la tierra. «Para mi otro asesinato, eso está clarísimo».
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El relato que escribió y al que dio voz su hijo para enviarlo a una radio donde no llegaron a emitirlo, finaliza con una reflexión: «Olvidar nunca y perdonar tampoco. Casimiro era mi padre. ¿Estoy cometiendo un delito de odio por ello?». La rabia ha acompañado su vida «durante muchísimos años». La misma que aflora al hablar de la ley de concordia: «Ya está bien de nostágicos de la represión».
Antonio volvió a partir de Renedo a los 16 años. Desde entonces su vida y la de su familia está ligada al País Vasco, aunque a caballo por temporadas entre Olivares de Duero y Trapagaran. «Un hermano vivía en Quintanilla y me dijo que porque no me compraba una parcela en Olivares y hacía una casa. Me compré dos», relata Antonio, que presume de mantener un terreno en el que crecen ciruelos y almendros, donde a sus casi 90 años carda la hierba mala. En Basauri aprendió el oficio de calderero, que lo llevó a trabajar en diferentes ciudades de España. Entre ellas Ponferrada (León), donde conoció a Magdalena, la mujer con la que lleva casado más de 60 años y con la que ha tenido cuatro hijos.
Con ella compartió la alegría inmediata de saber que por fin iba a poder darle sepultura a su padre, cuando hace cinco meses le comunicaron que la muestra de ADN que le habían tomado era positiva. Habían encontrado los restos de Casimiro. «Cuando me dieron la noticia abracé a mi mujer llorando», cuenta Antonio, que no encuentra las palabras para describir ese momento, pero si para cerrar un episodio que no desea a nadie: «Se terminó ya».
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