Una castañera, en un minuto
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Una castañera, en un minuto
Begoña García: «El de castañera es un oficio camino de desaparecer»Es inevitable asociar la llegada del otoño con la aparición en Valladolid de puestos de venta de castañas; son parte del escenario otoñal e invernal de la ciudad de la infancia de muchas generaciones. Begoña García Vegas lleva casi treinta años haciendo cucuruchos de papel ... y asando castañas en la calle Constitución, muy cerca de la esquina con Santiago. El oficio le viene por parte de la familia de su marido. «Mi suegra era una de las más antiguas, si no la más de Valladolid cuando se jubiló hace unos años«, recuerda en Begoña. »Somos una familia de feriantes y como en invierno no teníamos trabajo, pues pusimos un puesto para nosotros. Llevaré aquí vendiendo unos 28 o 30 años. Mis hijos vienen a ayudarme cuando lo necesito pero tienen sus carreras y sus trabajos. Por mi parte, yo creo que la tradición se acaba conmigo. El de castañera es un oficio camino de desaparecer. Es un trabajo muy duro que nadie quiere«.
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Diego Fernández
--Como 'cada maestrillo tiene su librillo', ¿cuál es el suyo?
-La manera de asar es la tradicional. Nosotros seguimos usando carbón de encina, que es con lo que mejor saben. Y el único ingrediente que le añadimos sal. Así que carbón de encina y sal, nada más.
-¿Y vale cualquier tipo de castaña?
-Yo traigo la auténtica del Bierzo. Una vez que se acaba la castaña del Bierzo, yo me quito, porque la castaña gallega para asar es muy dura y la de Portugal, que ahora trae mucha gente, a mí no me gusta. Entonces, una vez que se acaba la del Bierzo, mi puesto se quita.
-¿De qué mes a que mes tiene el puesto abierto?
-Yo suelo estar hasta mediados de enero. Una vez que ya no se recoge la castaña del Bierzo, por mucho que esté aquí y que me dejen, no puedo vender. Suelo ser de las primeras que me suelo quitar porque me quedo sin materia prima. Es una campaña que dura unos dos meses y medio; eso sí, una vez que empieza la campaña, no se cierra ningún día.
-¿Tuvo que quemar muchas castañas antes de ponerse al frente de su puesto?
-La verdad es que hay mucho ensayo-error. Yo me acuerdo cuando empecé que venía hasta nerviosa pensado 'a ver si me sale bien, que no se me quemen, que diga la gente que están buenas no sea que luego no vuelvan... Ahora los que me ven dicen '¡que fácil'!, pero de fácil nada. Tienes que estar controlando que no se te acabe el carbón; si estás despachando, que no se te quemen las de abajo; sujetar el cucurucho con una mano y con la otra seguir dando vueltas a la castañas mientras el cliente prepara el dinero para pagarte...
-Y como para todo, 'para gustos, los colores'.
-Sí, sí. Está el que la quiere quemada, el que la quiere poco hecha...
-En sus treinta años de profesión, ¿ha cambiado mucho el consumidor?
-Tenemos desde el niño más pequeño al abuelete. Es un producto que gusta a todo tipo de público: niños muy pequeñitos, señores mayores, parejas de novios, jóvenes... Los fines de semana tenemos muchos chavalitos de entre 14 y 16 años que vienen a por sus castañas.
-¿Comprar castañas asadas en Navidad es una tradición?
-Sí. Vienen muchos abuelos con los nietos y les explican que primero se las tienen que meter en el bolso para calentarse las manos y luego ya comerlas. Es un ritual. Aquí en Valladolid gustan muchísimo. Hay otras ciudades que no tienen ni castañeros, pero aquí gustan mucho, aunque yo creo que conmigo, en mi familia, esto se acaba. Tengo dos hijos pero cada uno tiene su profesión y se dedican a lo suyo. La vida da muchas vueltas, no sabes lo que va a pasar mañana pero, vamos, yo creo que conmigo se termina.
-Además de para comerlas directamente del cucurucho, hay gente que se las lleva para cocinar.
-Se llevan mucho las pilongas para hacerlas con arroz con leche. Tengo una clienta que viene mucho y las hace con alubias o habas. También se las llevan para los asados de Navidad. Se las llevan ya asadas, no crudas, dicen que le dan un sabor especial a la crema del asado.
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