Los arquitectos reconocen la singularidad del movimiento moderno del Colegio Juan XXIII de Valladolid

La obra de 1969, proyectada por los arquitectos Julián Aguado Fernández y Luis Anibarro Blanco, se ha impuesto en la votación, realizada entre los arquitectos colegiados de Valladolid, a las viviendas y oficinas de Caja España de la plaza de España y a la antigua Real Sociedad Hípica, enclavada en el actual complejo deportivo Juan de Austria.

El acto celebrado en la mañana de este lunes (7 de octubre) enmarcado en el día internacional de la arquitectura -que se celebra el primer lunes de octubre- ha contado con la presencia (además de Manuel Vecino, presidente del Colegio de Arquitectos, e Ignacio Zarandona) de Julián Aguado y la familia de Luis Anibarro -fallecido en 2016- arquitectos del proyecto. Julián ha querido explicar la historia de este edificio, que proyectó tan solo dos años después de acabar la carrera (cinco hacía desde que finalizó la universidad Luis): «Estábamos entrando en aguja todavía».

Un proyecto que, según ha explicado su diseñador, llegó de «carambola» mientras se encontraban inmersos en un trabajo para las Hermanas del Servicio Doméstico en la calle Ruiz Hernández con Juan Mambrilla. «La constructora, que era de Vitoria, conocía el deseo de las discípulas de hacer una nueva casa y nos puso en contacto con ellas». Julián, además, ha contado con el privilegio de ser el primer arquitecto de Valladolid que ve en vida como uno de sus edificios recibe una placa Docomomo.

Ana Anibarro, hija de Luis, ha querido agradecer a la asociación el reconocimiento «que supone todo un orgullo para la familia y un honor para su padre», de un centro con el que guarda una gran vinculación al haber sido al haber pasado parte de su vida académica entre sus aulas.

Un estilo urbanístico, que como ha recalcado Zarandona, será en el siglo XXI cuando «comience a recibir el reconocimiento que merece como patrimonio de la humanidad, porque no solo existe la arquitectura barroca o medieval». A la par que agradeció a sus compañeros de profesión la labor realizada por ser los «responsables de cambiar la manera de vivir de las personas y de la forma de construir ciudades». Un acto que el concejal ha calificado como «conmovedor y agradable». Además de recalcar la importancia de días como estos, ya que permite «celebrar y dar visibilidad a los arquitectos que cada vez más luchan por mejorar el medio ambiente, crear edificaciones sostenibles, el confort y la salud».

Se trata de un edificio ubicado en los límites de la ciudad, en el número 17 del camino del Cementerio. El colegio Juan XXIII fue diseñado para la Compañía de las Discípulas de Jesús. El programa se distribuye siguiendo una traza orgánica en torno a un espacio central con un pequeño patio del que parten dos alas. En el proyecto original, la de la izquierda se destinaba a la residencia y la de la derecha a aulas.

Enfrente se ubica un volumen que contiene los usos de salón de actos y capilla. Estos elementos son los más representativos del complejo educativo. La capilla se organiza en tres bandas longitudinales, de las que la central resulta la de mayor altura. Se remarca la longitudinalidad con una serie de vidrieras. El paño de entrada se combina en ladrillo, hormigón y placas cerámicas, mientras que el resto del conjunto se materializa solo en ladrillo, actuando de fondo neutro.