Las árbitras Paula Sardón y Begoña Ada, en la sede de la Federación de Fútbol de Castilla y León. Alberto Mingueza

El 10% de los árbitros son mujeres y «algunos nos siguen mandando a fregar»

El exfutbolista, padre y educador deportivo Javier Torres Gómez recuerda que el fútbol base «forma personas no futbolistas»

Marco Alonso

Valladolid

Sábado, 15 de octubre 2022, 00:08

«Me han dicho de todo. Vete a fregar, este no es tu sitio o no tiene por qué haber chicas aquí». Esto es lo que afirma Paula Sardón, una joven árbitra que lleva tres años dirigiendo encuentros de fútbol y cuyo testimonio podía ser ... suscrito por cualquiera de las 93 colegiadas de diferentes categorías que han pitado la pasada campaña en Castilla y León. La agresión verbal parece un mal endémico imposible de erradicar en los campos de fútbol y prueba de ello es lo sucedido el pasado fin de semana en el partido entre San Pío X y San Agustín, de 2ª Provincial de Juveniles, en el que una colegiada se vio obligada a detener el juego durante quince minutos por los graves insultos que recibió por parte de jugadores -dos de ellos, del equipo local, fueron sancionados- y padres.

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El Comité Técnico de Árbitros se ha propuesto erradicar estos comportamientos en los campos de fútbol y esta temporada ha estrenado un protocolo de actuación sobre la violencia verbal que se divide en tres fases -detención del partido, suspensión temporal del encuentro y suspensión definitiva-. Esta regla se aplicó por primera vez en Valladolid -hasta su segunda fase- en el citado choque de juveniles y el delegado provincial del Comité Técnico de Árbitros en Valladolid, Francisco Badás, asegura que para acabar con la violencia verbal en el fútbol base la labor de la familia es fundamental. «Los padres van tomando conciencia de que esto es un deporte, no es el futuro de sus hijos. Tienen que valorar que esto es un complemento a la educación», explica Badás.

El exjugador de fútbol, formador de futbolistas y coautor del libro 'Escuela de Padres en el Fútbol Base', Javier Torres Gómez, afirma que estos comportamientos están fundamentados en una sobreprotección a los menores. «Hay demasiada protección con los más pequeños. El niño tiene que vivir sus frustraciones, saber acatar las decisiones que él no puede tomar y que le afectan. Eso no es malo. Ahora les damos todo y eso hace que la tolerancia a la frustración baje. Cualquier cosa que piden se la damos y eso es negativo en edades tempranas, en las que es más importante educar a personas que a futbolistas», explica Torres Gómez.

Yolanda Parga es la responsable de arbitraje femenino de la Federación Española de Fútbol y asegura que las árbitras no sufren más agresiones verbales que los árbitros. «La figura del árbitro es la que recibe los insultos, esto no tiene nada que ver con el género», explica Parga, que cree que en los últimos años el respeto en las gradas y en las bandas se ha incrementado. «Se ha mejorado mucho, también en categorías inferiores, algo que es importante porque ahí tienen menos seguridad que en las ligas más importantes», añade para recalcar después que las agresiones verbales en el fútbol base son inaceptables. «Los niños son esponjas y las conductas que ven las integran como propias. Se están formando como personas y los padres deberían ser un ejemplo», sentencia.

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Ser objeto de la ira de la grada es un problema para los que portan un banderín o un silbato en un campo de fútbol, pero también para sus familias, tal y como reconoce Begoña Ada, que lleva tan solo un año como árbitra. «A mi madre no le gustó que decidiera ser árbitra. Mi padre vino una vez a verme y no ha vuelto porque estuvo discutiendo con el público. Mi familia, al igual que la de un jugador, quiere lo mejor para su hija y a nosotras nadie nos dice cosas bonitas», explica Begoña.

No. Nadie dice cosas bonitas a los árbitros y eso lo puede atestiguar Paula Sardón. «En un partido de niños tuve que salir escoltada el año pasado. Nada más acabar el encuentro, vino el delegado de campo y me dijo que me iban a escoltar porque había padres esperándome. Cuando fui a casa mis padres me dijeron que lo dejase porque estoy asumiendo un riesgo y nadie me protege. Vas al campo y estás sola, parece que todos van contra ti. Verte en esa situación resulta un poco desagradable. Llegas a casa y le dices a tu madre que has tenido que salir escoltada de un partido porque te querían pegar, te estaban insultando o te querían pinchar las ruedas del coche. Es muy triste ir a casa y contar estas cosas», afirma Paula que, pese a todo, sueña con arbitrar algún día en la Primera División Femenina.

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Elena Peláez ha alcanzado el sueño de Paula. A sus 27 años es árbitra de la Primera División Femenina y reconoce que en su larga trayectoria -pitó su primer partido a los doce años- ha tenido que vivir situaciones difíciles y señala que este tipo de actuaciones son un cáncer que se tiene que extirpar del deporte. «No hay que dar normalidad a las agresiones verbales. El árbitro merece el mismo respeto que cualquiera y es una pena absoluta que esto se vea más en el fútbol base, que es donde hay que enseñar valores a los niños. Erradicarlo desde abajo es la única manera de que esto deje de ver en categorías superiores», señala Peláez, que espera que pronto llegue el pitido final para los insultos al colectivo arbitral.

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