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La crisis del coronavirus ha confinado en sus domicilios a los cerca de ochenta vecinos –aunque en invierno, asegura el alcalde, Antonio Ibáñez, «no vivirán más de cincuenta»– que a diario dan vida a las calles de San Martín de Valvení.
Ha paralizado un pueblo que, a pesar de estar «acostumbrado» a un silencio condenado por la falta de oportunidades, dice no haber conocido «nada parecido». «No estamos acostumbrados a este silencio; no es lo mismo la soledad que existe porque sí que cuando te la imponen», sostiene el regidor, al tiempo que revela que «lo más difícil es mantener el ánimo, pero hay que ser prudentes y mantener la tranquilidad».
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San Martín de Valvení está plantando cara al Covid-19. Están aislados. Es un pequeño refugio en medio de la nada que emana paz, aunque está a menos de diez minutos en coche de localidades como Cabezón de Pisuerga. Hasta el momento «y toquemos madera», explica Antonio Ibáñez, han sorteado los contagios por este virus. «Ya lo que nos faltaba en pueblos con gente mayor como este, que llegara el coronavirus», lamenta. El Ayuntamiento está haciendo «todo lo que está en su mano» para tratar de mantener en las «mejores condiciones» los espacios públicos. Prueba de ello es que todo aquel vecino que lo precise, puede acudir al Consistorio a por lejía, guantes de látex y gel clorado. «Está ahí y es para el uso de todos los vecinos que lo necesiten; cuando se acabe, traeremos más», anticipa el alcalde.
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