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Hay miradas curiosas, ojos sorprendidos que se fijan en el suelo adoquinado de la plaza de la Universidad. Allí, a unos metros de la catedral, muy cerquita de La Antigua y de los restos de la Colegiata, proyecta su sombra el acueducto de Segovia.
Es la intervención más reciente de R., un artista callejero que desde el pasado verano juega con el mobiliario urbano como punto de partida para sus creaciones. Armado con plantillas y sprays, proyecta en el suelo imágenes curiosas que podrían ser la sombra imaginada de monumentos y objetos cotidianos.
De un bolardo salía una figura de ajedrez (en la calle Macías Picavea). De un buzón emergía la torre de Pisa (en la plaza de la Libertad). A un contenedor en Portugalete se cosía el Taj Mahal. A la cruz de La Antigua, la sombra del Cristo de Corcovado. Ahora, R. ha aprovechado un trío de bancos en la plaza de la Universidad para estampar en el suelo el acueducto de Segovia.
El artista ha prolongado la sombra que podrían proyectar esos tres asientos para dibujar el tesoro segoviano. Se trata de una de las obras de mayor tamaño (más de 2,5 metros de largo) acometidas hasta el momento por este hombre, trabajador de la construcción, que firma como R. y no quiere destapar más detalles sobre su identidad. Cuenta que mostrará su rostro cuando haya terminado una intervención que aún promete más sombras virales en Valladolid. Su objetivo es completar siete (lleva cinco) y la ubicación elegida para cada una de ellas tiene su razón de ser, ya que si se unen los puntos sobre un mapa, formarán una figura aún por desvelar.
Este trabajo en la plaza de la Universidad se ha llevado a cabo, como los anteriores, de madrugada. Cuenta R. que toma primero medidas del lugar elegido, que trabaja las plantillas en su casa y que luego, con la ayuda de un amigo, se lanza a la calle para, con spray negro, trazar las sombras. Su objetivo, asegura, es «reivindicar la pintura artística callejera frente al grafiti vandálico».
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Chema Cillero
Confiesa estar harto de las pintadas (casi siempre firmas) que embadurnan paredes de portales y comercios. En su lugar, propone acciones (que elabora sin permisos municipales) que aprovechan el espacio público para lanzar propuestas «chulas», que ofrezcan «algo diferente» y muestren a los grafiteros que se puede intervenir en la calle «con imaginación, originalidad y sin hace daño a nadie».
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