«No me imagino pasar el verano sin el aire acondicionado», dice Fernando de La Fuente Medina, de 50 años y vecino del barrio de La Rondilla. Vive junto a su mujer y sus dos hijas, de 19 y 16 años, en la calle Fontiveros, ... en un bloque antiguo, sin ascensor, en una vivienda de 60 metros cuadrados sin apenas aislamiento y donde las temperaturas llegan a ser sofocantes. Con toda esta calorina, Fernando y su familia tratan de ingeniárselas para mantener la casa lo más fresca posible y que se convierta en un refugio en el que apetezca estar durante estos días. «Entre semana, tratamos de pasar el menor tiempo posible en casa. Prácticamente venimos a comer y a dormir, porque, además, en el trabajo tenemos horario partido», comenta este vallisoletano. «Los fines de semana es cuando pasamos más tiempo y lo llevamos mejor gracias al aire acondicionado. Nuestra casa recibe la luz directa del sol y, por ello, estamos pendientes de bajar las persianas en las horas de más calor. Y si vemos que corre algo de aire en la calle, abrimos las ventanas para ventilar. El edificio apenas está aislado y la temperatura que hay habitualmente ronda los 28ºC y a veces pasa los 30ºC», añade.
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Hace 15 años que instaló el aire acondicionado en su vivienda, lo que hace los veranos mucho más llevaderos. Esta familia es la única del bloque que lo tiene instalado. «La factura de la luz se mantiene estable, porque en invierno usamos la calefacción y en verano el aire acondicionado, así que lo que no va en una cosa, va en otra», subraya Fernando. «Siempre vamos con ropa muy fresca y tenemos a mano el abanico. El peor momento del día es la hora de la comida y también la de la plancha, ya que la temperatura aumenta considerablemente. Por eso, siempre intento planchar justo debajo del aire acondicionado», cuenta.
El frigorífico para él es un oasis en medio de tanta calorina. «Cuando abro la nevera sientes tanto frescor que es un alivio. Por eso voy a menudo a tomar refrescos o cervezas frías y aprovecho todo lo que puedo manteniendo la puerta abierta», comenta entre risas. A la hora de dormir, Fernando y su familia optan por apagar el aire acondicionado. En su lugar, encienden los ventiladores, que les ofrecen una agradable sensación de frescor de forma relativamente natural. «Así se mueve más el aire. Si notamos que en la calle hace fresco, abrimos las ventanas. Mi mujer y mis hijas duermen mejor. En cambio, yo me levanto muchas veces porque no concilio bien el sueño con tanto calor», remata.
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