María López
Valladolid
Sábado, 3 de agosto 2024, 19:34
«Llevamos prácticamente un año, incluso año y medio, en el que el centro está prácticamente lleno», reconoce Virginia Diéguez, veterinaria del Centro municipal de protección animal, situado en el Camino Viejo de Simancas, donde ven cómo desde hace tiempo apenas tienen libres alguna de ... las sesenta plazas de las que disponen para acoger a aquellos perros -además de otras destinadas a gatos- que son abandonados y recogidos por la ciudad. Tanto es así que a día de hoy su aforo cuelga el cartel de 'más que lleno' con setenta canes alojados a la espera de un dueño de acogida.
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En las instalaciones municipales hay ahora , además de esos setenta canes -diez más del aforo previsto-, y 26 gatos, según recoge su último informe mensual -a fecha de 1 de agosto-. En este mismo documento, que se publica todos los meses y que refleja las entradas y salidas de los animales, se reconoce que «el centro se encuentra sobrepasando su capacidad para albergar a perros, por lo que no se podrán entregar perros de propietarios hasta que la situación no mejore».
No se puede cifrar de manera exacta el número de abandonos que se producen, ya que en los informes mensuales que realizan desde el centro también se incluyen a aquellos perros que son recuperados por sus dueños. «En las cifras que publicamos a final de cada mes sobre el número de entradas y salidas no establecemos una cifra representativa del número de abandonos que se producen, porque se incluyen los perros que son abandonados y aquellos que simplemente están perdidos, tienen microchip y viene su dueño a recuperarlo», explica la veterinaria. También son públicos los datos que hacen referencia a las entradas por incautación, que suelen proceder de «una inspección veterinaria, normalmente motivada por una denuncia, en la que los animales no están en buenas condiciones y estamos en la obligación de retirárselo a su dueño».
Con la llegada del verano y las vacaciones se puede pensar que el número de abandonos -un delito castigado penalmente con penas de multa de uno a seis meses o de trabajos en beneficio de la comunidad-crece de manera notable, debido a que no siempre es fácil encontrar un alojamiento que acepte animales o el tener que hacer frente a las complicaciones del transporte puede suponer todo un reto, pero, apunta la funcionaria del centro municipal, «no creo que sea así exactamente». Las instalaciones, de hecho, están prácticamente llenas todo el año. En Valladolid, cuando más entradas de perros recibimos es después de la temporada de caza, especialmente de galgos, porque se utilizan para la caza de liebres. Es más, todos los meses tenemos alguna entrada de galgo», reconoce.
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Otra raza de perro que predomina en el centro son aquellos perros catalogados como PPP (perros potencialmente peligrosos). «No quiere decir que sean perros agresivos por su propia raza, sino que tienen unas características físicas que les hace que su mordida pueda ser mas grave que la de otros perros. Necesitan una licencia administrativa, pero en el caso de los animales que tenemos en el centro, la mayoría son perfectamente aptos para vivir en una sociedad y son perros muy cariñosos», explica sobre este tipo de razas en concreto.
Las condiciones en las que llegan los animales al centro son «diversas», aunque «no siempre vienen en malas condiciones». En los meses de verano, con el calor, es más fácil que muestren algún indicio de deshidratación. «A poco que no haya comido o bebido durante unas horas, pues enseguida se puede deshidratar, pero esto se solventa rápido, ya que le damos comida húmeda o en caso de ser necesario, también le damos suero». A todo animal que llega al centro se le desparasita, tanto interna como externamente, se pone al día en lo que a vacunas se refiere y se le coloca el microchip obligatorio.
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Ante un caso de abandono, el procedimiento que se lleva a cabo desde el centro depende de si el perro tiene microchip o no. En el primer caso, «se llama al propietario, ya que normalmente se trata de un animal perdido y el dueño viene a buscarlo», aclara Virginia. «En el caso de que el perro no disponga de microchip se publica una foto en la página web del programa Adopta. Hay un plazo de veinte días para que el dueño se ponga en contacto con nosotros y justifique de alguna manera, ya sea con fotos, vídeos o aportando las pruebas suficientes para demostrar que se trata de su mascota. Si pasado el plazo establecido no aparece nadie, le ponemos las vacunas necesarias y el microchip», explica la trabajadora del centro.
Una vez que reciben la solicitud de la persona interesada en una adopción, se realiza «una entrevista telefónica o enviamos un correo con un cuestionario sobre tenencia responsable en el que vienen una serie de preguntas para conocer un poco más las necesidades de la persona y saber cuál es el animal que mejor se adapta a ellas», explica Virginia sobre el proceso a seguir en caso de querer acoger a uno de los animales. Es una fase previa que a los trabajadores del centro les permite comprobar que la persona es la adecuada, ya que «de primeras ves al animal en una foto pero quizás este animal no se adecúa muy bien a su estilo de vida y entonces tratamos de orientarle en esa adopción para que sea exitosa», reconoce. Más tarde se concreta una cita, «sin ningún tipo de compromiso», con la persona interesada para que vea a los animales que está interesado en adoptar.
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Los perros de menor edad, los cachorros, son los que más éxito tienen a la hora de encontrar un dueño de acogida, «porque todo el mundo quiere tratar de educar al perro a su forma». Apuntan, eso sí, que «no solemos tener -canes de corta edad- porque se abandonan menos, es una realidad». En la cara opuesta de la moneda, están aquellos perros que ya son más mayores, y por ende, la gente tiende a su rechazo a la hora de adoptarlos. Esto no es un problema para ellos, ya que desde el año 2018 la ordenanza municipal de Valladolid promueve el sacrificio cero y junto con la Ley de Bienestar que entró en vigor en septiembre de 2023, «no se sacrifica ningún perro salvo por motivos de una agresividad extrema que no se pueda reconducir o por una enfermedad que le causa una pérdida de calidad de vida importante y no tenga un tratamiento», apunta Virginia.
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