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Día de inauguración de la Plaza de las Ciudades Hermanas, el 9 de septiembre de 2010. Fotografía: Gabriel Villamil | Vídeo: Rodrigo Ucero
El Hilo

Los 112 cubos de krion de la plaza más original de Valladolid

La Plaza de las Ciudades Hermanas fue inaugurada hace quince años para homenajear a los municipios hermanos y amigos de la capital del Pisuerga

Berta Muñoz Castro

Valladolid

Sábado, 29 de marzo 2025, 08:47

Un centenar de bloques de krion, un material que les sonará a chino y del que hace quince años solo habían oído hablar algunos de los arquitectos más innovadores del país, se erigen en uno de los espacios más originales y también más desconocidos de Valladolid. Se trata de la Plaza de las Ciudades Hermanas, en Parque Alameda, un espacio que se inauguró hace quince años bajo la atenta mirada de representantes de las cinco urbes que en entonces estaban hermanadas con la capital del Pisuerga. Solo desde Lecce, en Italia, llegó una delegación de veinte personas. El alcalde Javier León de la Riva tiró la casa por la ventana para la ocasión, una cita que aprovechó para mostrar al mundo sus dotes con los idiomas. Habló, ahí es nada, en cuatro lenguas. Abro hilo:

↓ El 9 de septiembre de 2010 decenas de personas se dieron cita en Parque Alameda para estar presentes en la inauguración de un nuevo espacio junto a la Torre del Fielato, ese llamativo torreón de ladrillo caravista construido a principios del siglo pasado, que había sido restaurado un año antes para albergar la sede de las oficinas que canalizan los hermanamientos de la ciudad de Valladolid y que hoy está en desuso. Con la Plaza de las Ciudades Hermanas, diseñada por Rubén Martín del Amo con la colaboración de Daniel Moyano, el Ayuntamiento no solo simbolizó el reconocimiento de la capital del Pisuerga a las ciudades con las que compartía estos lazos –Morelia, Lille, Orlando, Florencia y Lecce, como hermanas, y Bostón y Ahmedabab, en calidad de amigas–, sino que daba por finiquitada la petición vecinal de adecentar esta esquina en la que confluyen la carretera de Rueda y la calle Olimpo, a la altura de la avenida de Zamora.

Decenas de personas, al atardecer, en la puesta de largo de la Plaza de las Ciudades Hermanadas, el 9 de septiembre de 2010. Gabriel Villamil

↓ Se trata de una de las plazas más originales y, a tenor de los comentarios de los internautas, más desconocidas de la ciudad. «Al principio se pensó en hacer la clásica plaza con una escultura en el centro», recuerda Rubén Martín del Amo, pero finalmente, la idea de este arquitecto vallisoletano de simular una ciudad en miniatura a base de bloques prismáticos de krion convenció al equipo de Javier León de la Riva. Era una propuesta novedosa no solo por los materiales utilizados, sino por la utilidad del espacio para dar soporte a exposiciones temporales o anuncios. Y así se hizo. La Plaza de las Ciudades Hermanas recrea una trama urbana mediante la disposición en una retícula de bloques de diferentes alturas, como si de edificios se tratasen, que dejan entre sí espacio para varias plazas. Cinco en total, una por cada ciudad que entonces estaba hermanada con Valladolid, con datos e imágenes que permiten conocer un poco mejor estos lugares lejanos en el mapa, pero cercanos en la relación institucional.

Plano de la disposición de los cubos en la Plaza de las Ciudades Hermanas. Amva

↓ En el año 2010 Valladolid contaba con cinco ciudades hermanas: Morelia, en México; Lille, en Francia; Orlando, en Estados Unidos, y Florencia y Lecce, en Italia. Hoy son ya media docena, porque en 2017, con Óscar Puente al frente del Consistorio, Valladolid se convirtió en la primera ciudad española que se hermana con una urbe india: Ahmedabad. Y para rendir homenaje a todas ellas surgió la idea de esta ciudad en miniatura, donde el visitante se puede empapar de su historia y los más pequeños pueden pasar el rato jugando. Y que cada noche cobra vida.

Ahmedabad, en La India, es ciudad hermana de Valladolid desde 2017. Rodrigo Ucero

↓ «Elegimos los bloques de krion blanco, un material moldeable y semitransparente, porque permitía la retroiluminación», destaca Martín del Amo. Cada noche, las 112 columnas de la plaza se iluminan en diferentes tonalidades cambiantes gracias a un sistema de iluminación computarizado. Unos tonos que tampoco fueron elegidos al azar. El pintor medinense Fernando Guijar, interpretando datos de las ciudades homenajeadas, tales como la temperatura, el horario o la población, determinó las combinaciones de colores de cada cubo. «Además de una plaza, se trata de una instalación artística», puntualiza el arquitecto.

El arquitecto Rubén Martín del Amo. Rodrigo Ucero

↓ «Probamos otros materiales, como plásticos, pero vimos que el krion ofrecía muy buena durabilidad, era resistente y moldeable. Se trata de tableros de resina que se recortan a la medida que tú quieres y se sueldan. Además tienen resistencia al fuego, a la radiación solar y son muy fáciles de limpiar», explica el artífice de la idea. En la Plaza de las Ciudades Hermanas hay cubos de tres tamaños: 26 bloques tienen una altura de tres metros; 58 alcanzan los 2,25 metros y el resto, 28, tiene un tamaño de 1,50. «Hicimos una combinación de distintas alturas, como ocurre en cualquier ciudad, pero no queríamos que el conjunto compitiera con el edificio del Fielato». Los 112 cubos de krion, que entonces comercializaba Porcelanosa, costaron 182.000 euros. En total, en la plaza y en la restauración del torreón se invirtieron 348.000 euros.

En la plaza hay bloques de tres alturas diferentes. Rodrigo Ucero

↓ «Se llamó Plaza de las Ciudades Hermanas porque la finalidad del conjunto era conmemorar la relación de Valladolid con estas localidades, pero no es una plaza como tal», aclara el arquitecto. Va más allá. Los bloques se han convertido en soporte de exposiciones que dan voz a artistas locales y a temáticas sociales y como soporte publicitario de eventos culturales como la Seminci. En este espacio se han mostrado las ilustraciones de los arquitectos Santiago Bellido y Víctor Martín, dibujos realizados por escolares o exposiciones acerca de la igualdad o del papel de la mujer en distintos países. Además, en las zonas ajardinadas entre los bloques se plantó rubia –una especie históricamente ligada a la zona y que da nombre al barrio– y otras plantas habituales de las ciudades hermanas capaces de soportar el clima castellano.

Paneles descriptivos de la plaza. Rodrigo Ucero

Y aseguran que es uno de los mejores sitios de Valladolid para jugar al escondite. «Hicimos un arenero y una zona de juegos de agua e interactivos donde los niños en verano se lo pasaban fenomenal», destaca Rubén Martín del Amo, que recuerda el día de la inauguración y confirma que el entonces alcalde de Valladolid habló en cuatro idiomas. Comenzó dando la bienvenida en castellano, pero no dudó ni un instante de tirar de un correcto italiano para recibir a los veinte invitados que llegaron desde Lecce, la delegación más numerosa. Después siguió en francés para presentar a las autoridades de Lille y terminó en inglés cuando llegó el turno de los representantes de Orlando. Además de las intervenciones de los representantes de cada una de las ciudades, durante el acto no faltó el intercambio de regalos. A las nueve de la noche, después de que se iluminara la instalación, se dio por concluida la puesta de largo de la plaza.

↓ El hermanamiento con otros municipios del mundo fue una actividad que impulsó la Federación Española de Municipios y Provincias, aunque este proceso se inició antes de las primeras elecciones municipales en Democracia. Se trataba de intercambiar experiencias con otras latitudes e impulsar la presencia activa de los municipios españoles en otras culturas y países, pero sobre todo la finalidad era conocerse y comprenderse mejor, de tal manera que los municipios salieran de su ensimismamiento y se asomaran al mundo. Morelia fue la primera ciudad con la que Valladolid se hermanó. Y no fue fácil. Lo contó hace un par de años Jesús Anta en su sección 'Historias de aquí' en el artículo 'Valladolid y Morelia, historia de un hermanamiento'. Y nadie mejor que él para narrar los entresijos del consistorio vallisoletano en esa época y en las décadas venideras.

Tomás Rodríguez Bolaños, durante la visita en 1982 de una delegación del municipio de Morelia a Valladolid. Amva

↓ Ahí va un resumen: «El Ayuntamiento no está para estos gastos», dijeron algunos concejales de Valladolid para oponerse a que una delegación de la ciudad viajara en septiembre de 1978 a la ciudad mexicana con el fin de ratificar el hermanamiento con esa población mexicana. Aseguraban que la propuesta suponía un elevado gasto que el Ayuntamiento no podía asumir, pues ese desembolso era contradictorio con el recorte de subvenciones y la anulación de actividades de ferias en los barrios de la ciudad debido a la precaria situación económica de las arcas municipales. Francisco Fernández Santamaría, alcalde entonces de la ciudad, tuvo que solicitar autorización al Ministerio del Interior. Este hermanamiento era casi un tema de Estado, pues el propio presidente de México, López Portillo, que tenía orígenes españoles, estaba interesado en estrechar lazos comerciales con España. Finalmente, el 6 de septiembre de 1978, una amplia delegación vallisoletana aterrizó en Morelia y permanecieron allí hasta el día 15 para ratificar el acuerdo. Incluso, recuerda Anta en su reportaje, se celebró un partido amistoso entre los equipos de Morelia y Valladolid que terminó con empate a cero y estuvo presidido por el presidente mexicano. Gracias, Jesús, por el legado que nos has dejado.

La semana que viene...

El hilo recuerda el próximo sábado la historia de los Cines La Fuente.

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