«Veo un yogur en una nevera y ya puede poner la fecha que quiera que yo me lo voy a comer», dijo en su día el entonces ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete. Sus palabras fueron muy polémicas y surgieron las dudas: ¿tiene razón o es un riesgo para la salud? A día de hoy mucha gente sigue sin tener muy claro cuándo es necesario tirar un producto a la basura y cuándo podemos consumirlo a pesar de que la fecha del envase haya pasado. La clave reside en diferenciar entre fecha de caducidad y de consumo preferente y en el tipo de alimento.
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La fecha de consumo preferente indica el momento hasta el cual se garantiza que el alimento mantiene la calidad prevista. Pasada esta fecha, el alimento puede ser seguro para el consumo siempre que su envase no se haya dañado y se respeten las instrucciones de conservación. Eso sí, existe la posibilidad de que pierda sabor o se modifique la textura. Por ello, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) recomienda comprobar si tiene buen aspecto y huele y sabe bien antes de consumirlo. En caso de que todo esté correcto, podremos aprovecharlo y luchar así contra el desperdicio alimentario. Encontramos la fecha de consumo preferente en alimentos congelados, harina, legumbres, arroz, pasta, galletas, conservas, aceite, chocolate, miel o yogures, lo que indica que Miguel Arias Cañete tenía razón. Se indica «consumir preferentemente antes del / del fin del...» seguido de la fecha. Una vez abierto un envase de alimentos con fecha de consumo preferente se recomienda seguir las instrucciones, como por ejemplo: «una vez abierto el envase, consumir en tres días».
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Por su parte, la fecha de caducidad indica el plazo hasta el que se puede consumir un alimento de forma segura. Es el caso de alimentos muy perecederos como la carne cruda o el pescado fresco. Por ello, no se debe consumir estos productos más allá de su fecha de caducidad. Se indica «fecha de caducidad...» seguido de la fecha correspondiente. En estos casos, si vemos que se acerca la fecha de caducidad podemos optar por congelar el producto y así alargar su conservación. Es necesario seguir instrucciones de conservación de estos productos, por ejemplo «conservar en el frigorífico» o «conservar a 2-4 °C» o podría estropearse antes e incluso causar una intoxicación.
Determinados alimentos no necesitan indicar ni la fecha de consumo preferente ni la de caducidad, como por ejemplo frutas y hortalizas frescas sin procesar, vinos y otras bebidas alcohólicas, productos de panadería de conumo inmediato, sal, azúcar, vinagre o chucherías.
Según datos del Gobierno de España, cada año aproximadamente un tercio de los alimentos producidos en el mundo para consumo humano no llega a ningún plato. En España tiramos alrededor de 7,7 millones de toneladas de alimentos cada año. De ellos, en los hogares, el desperdicio alimentario alcanza el 42% del total; en la fase de fabricación el 39%; en la restauración el 14% y en la distribución el 5%. El problema es enorme desde el punto de vista ambiental, social y también económico. Según la FAO, las emisiones de gases de efecto invernadero del desperdicio mundial de alimentos suponen un 8% del total, lo que equivale casi a las emisiones mundiales del transporte por carretera. Si el desperdicio de alimentos fuera un país, sería el tercer mayor emisor del mundo.
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