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El kéfir es el resultado de la modificación de la leche mediante una fermentación controlada, a diferencia del yogur convencional, los gérmenes implicados son bacterias y levaduras (Lactobacillus acidophilus y la levadura Kluyveromyces marxianus.

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La gran diferencia entre yogur y kéfir es que el yogur ... es el resultado de una fermentación láctica, mientras que en el kéfir existen dos fermentaciones de la lactosa: una láctica y otra alcohólica. Cuenta la leyenda que el Kéfir fue un regalo del mismísimo Mahoma a los monjes ortodoxos del Cáucaso.

Desde el punto de vista organoléptico es muy parecido al yogur, aunque más líquido, viscoso y un poco más ácido. Desde el punto de vista calórico aporta menos de 100 calorías por 100 gramos, con una contribución equilibrada de los 3 macronutrientes (hidratos de carbono, grasas y proteínas).

Este alimento es muy rico en vitaminas, tanto hidrosolubles, todas las del grupo B (B1,B2, B5, B3, B12, B9, biotina) y la vitamina C, como el grupo de las vitaminas liposolubles A, K y carotenos. El contenido en minerales nos proporciona una buena fuente de magnesio, calcio y potasio, por tanto, es un alimento ideal para nuestros huesos y dientes.

Por último, el kéfir aporta unos 400 millones de microorganismos por gramo, de los que más o menos la mitad son bacterias de tipo Lactobacillus que protegen al organismo de bacterias dañinas. Un componente único del kéfir es un polisacárido insoluble llamado kefiran, con una actividad potente antimicrobiana.

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En resumen, el kéfir es un probiótico, una fuente de calcio y vitaminas, con aporte de microrganismos vivos que regulan nuestro intestino.

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