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B. M. C.
Sábado, 22 de julio 2023, 00:15
La alerta alimentaria decretada en España por cuatro casos de botulismo confirmados y tres compatibles hace que surjan dudas sobre este tipo de intoxicación. Entre las más comunes está cómo identificar alimentos que contengan la toxina antes de ingerirlos y, además de las tortillas envasadas, que otros productos pueden estar contaminados.
El botulismo se produce al consumir alimentos envasados en malas condiciones, sobre todo embutidos y conservas. La mala noticia es que, a simple vista, no puede advertirse la presencia de la toxina botulínica en una conserva, según informa la Agencia Española Seguridad Alimentaria y Nutrición. Además, explican desde la entidad que al abrir un tarro contaminado el alimento tiene un gusto agradable, ya que la toxina 'clostridium botulinum' no modifica ni el color, ni el olor, ni el sabor.
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Ana Santiago
Para evitar la contaminación en los productos que vamos a embotar, la Agencia Española Seguridad Alimentaria y Nutrición da unas pautas específicas que debemos cumplir:
Lavarse las manos antes y durante la manipulación de los alimentos.
Limpiar y secar el lugar de elaboración y todos los utensilios que se van a usar.
Esterilizar los botes (preferiblemente de cristal y acero inoxidable) y las tapas en agua hirviendo durante 15 minutos y dejar escurrir bien.
Los alimentos que se van a utilizar deben ser frescos y estar limpios.
Lavar las piezas con agua potable. Este lavado producirá la eliminación por arrastre de gran parte de los microorganismos
Si se emplean frutas u hortalizas como materias primas es recomendable desinfectarlas con lejía etiquetada como «apta para la desinfección del agua de bebida», añadiendo una cucharilla de café llena (1,2 a 2 mililitros) de lejía por cada litro de agua. Hay que sumergirlas durante al menos 10 minutos y después enjuagarlas con abundante agua potable.
Por último, se deben secar las piezas con papel de cocina.
Pelar, escaldar o cocinar los ingredientes o alimentos que queremos conservar.
No llenar los tarros totalmente, dejando libres unos 2-3 cm por debajo del borde del tarro.
Remover el contenido del tarro para asegurarse de que no haya aire en su interior y poner las tapas.
En este punto, los tarros con alimentos ácidos (pH ≤ 4.5) como tomate, piña, naranja, fresa, ciruela, albaricoque, melocotón, cereza, pera e incluso el pimiento si se acidifica con ácido cítrico, se colocan en una olla convencional, en posición vertical, con la tapa hacia arriba. Hay que sumergirlos en agua hirviendo (100ºC) durante 1 o 2 horas, dependiendo del tamaño del tarro o del alimento.
Para los alimentos poco ácidos (pH > 4.5), como las guindillas en aceite, legumbres, judías verdes, espárragos, coliflor, puerros, guisantes, alcachofas, champiñón... Hay que colocar los tarros en una olla a presión, en posición vertical, con la tapa hacia arriba. Llenar la olla de agua hasta cubrir completamente los tarros, dejando un espacio de 3-5 cm hasta la tapadera. Cerrar la olla y mantener la cocción de los tarros entre 20 y 60 minutos desde que empiece a salir el vapor. Retirar del calor y esperar hasta poder abrir la olla.
Luego se irá vertiendo agua fría en el recipiente donde se ha hecho el tratamiento térmico con el fin de provocar una disminución rápida de la temperatura (despacio para que no se rompan los recipientes de cristal).
Extraer y poner los tarros boca abajo mientras se enfrían, para comprobar que el cierre es hermético.
Una vez frías las conservas, se deben almacenar en un lugar fresco y seco, etiquetadas con el producto que contienen y la fecha de elaboración.
Descarta los botes oxidados, abombados, con el contenido acidificado y aquellos que no nos ofrezcan garantía de haber sido tratados correctamente.
Una recomendación antes de consumir conservas caseras es calentarlas a 80°C durante al menos 10 minutos, ya que de esta forma se destruye la toxina botulínica que pudiera estar presente.
Una vez abierta la conserva, se debe mantener en el frigorífico.
La calidad y el valor nutricional de los alimentos en conserva disminuyen con el paso del tiempo, por lo que se recomienda que se consuman en el plazo de un año.
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