Tienen los perros una forma de ser muy peculiar. Salen al parque y son los seres más felices del planeta, se ponen a oler todo, retozan en el césped, se lo comen... Pero no todo es de color rosa, y eso es algo que ellos ... no pueden comprender. Por eso, los dueños tienen que ser los guías de sus mascotas en el mundo de los seres humanos. Más aún en verano, cuando proliferan las malas hierbas y las llamadas espigas, unas pequeñas plantas que se clavan y que pueden afectar gravemente la salud de los canes.
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¿Y qué es una espiga? Si tenemos en mente la imagen de trigo, lo podemos definir como cada uno de esos pequeños filamentos que se unen en el tallo y cuya principal función es ayudar a las semillas a propagarse. Es decir, el soporte de las plantas de la familia de las gramíneas, como se puede observar en la siguiente imagen.
Para resolver estas dudas hablamos con el director y veterinario de la Clínica Zorrilla de Valladolid, Juan Monge, quien explica que hay tres zonas principales donde es más fácil que nuestro perro se clave una espiga. «Nos referimos a las patas, las orejas y la nariz», concreta. Desde primavera, estas malas hierbas aparecen con más facilidad y es difícil no encontrarlas en los parques de cualquier ciudad, también en Valladolid. A simple vista, las podemos detectar, pero cuando hay trabajos de poda se pueden esparcir por el suelo y es aquí donde surgen los problemas.
«Cuando esto sucede es fácil que nuestro perro las pise y que se queden entre las patas», explica Monge. Desde ahí, el animal puede empujarla y hacer que se incruste en la piel e incluso entre las almohadillas de sus pezuñas. La espiga buscará siempre una salida por los espacios y así puede llegar hasta la piel. «Podemos saber que se la ha clavado en las patas porque se chupa mucho la zona y por la forma de andar. Les molesta y se nota», afirma el veterinario.
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Otra de las cosas más típicas que hacen los perros es ir olisqueando todo durante los paseos. «La nariz es otro de los lugares donde se les puede meter, pero también es fácil de detectar. Empiezan a estornudar e incluso pueden llegar a sangrar», explica. Si no lo vemos a tiempo, la espiga puede llegar hasta los pulmones, pero Monge asegura que las clínicas disponen de aparatos para hacer una rinoscopia con anestesia y sacarla sin dificultad.
La tercera zona donde es fácil que se claven es en las orejas de nuestro perro. «Con el movimiento pueden llegar a entrar en el conducto auditivo y provocar otitis. Aquí el procedimiento es el mismo, anestesia local o general y con unas pinzas lo podemos sacar», asevera el veterinario.
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Pero también hay otras zonas donde las espigas se pueden incrustar con facilidad. Por ejemplo en los ojos. «Debemos tener precaución, porque tienen mucha sensibilidad y les puede afectar a la córnea. Es importante acudir al veterinario en estos casos, nosotros le dormimos y a veces con la anestesia sale sola», explica Monge. Otros lugares donde se pueden clavar son la tripa y los genitales. La piel en general, donde lo podemos detectar cuando, al igual que en las patas, se lame mucho la zona afectada.
Los síntomas son claros y en función de la parte del cuerpo encontramos diferentes reacciones de nuestro perro. En pocas palabras. «En el oído chillan, inclinan la cabeza hacia un lado y se sacuden; en la nariz, estornudan y pueden llegar a sangrar; en la piel lo vemos porque se chupa mucho la zona; en las patas también por la forma de andar; en los ojos, por el dolor, que les provoca una fuerte reacción y a veces dejan el párpado a medio abrir», concreta Monge.
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Pero los dueños también pueden anticiparse. Una vez lleguemos a casa del paseo, es conveniente asegurarse de que nuestro perro no tiene ninguna espiga clavada y, además, podemos cepillarle el pelo para quitar las que pueda tener pegadas en el pelaje. Así, debemos buscar en las zonas mencionadas y, si es posible, las podemos quitar si no están clavadas. En el ojo, por la sensibilidad de la zona, es mejor acudir a un especialista. El veterinario destaca que suelen ser fáciles de detectar a simple vista. Además, debemos prestar especial atención a las razas que tengan el pelo largo, ya que es más fácil que las espigas se escondan y no las veamos. Pero en todos los casos, precaución. Y en el paseo, evitar los lugares donde pueda haber espigas.
«Una vez entran no salen. Se quedan clavadas y al sacarlas no llegan a desgarrar, pero sí forman una bolsa de pus en la zona afectada», explica Monge. Todo ello por la forma que tienen, en punta de lanza. «Por eso es fácil que se incrusten, además de que están en muchos parques. En Valladolid, sin ir más lejos, en la ribera del Pisuerga se pueden ver muchas», comenta. «Este año ya hemos tenido casos de perros afectados por las espigas; ya he recogido alguna en la clínica esta mañana», añade.
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