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Semana Santa en Valladolid
El Encuentro en Santa Cruz consigue despejar los cielos entre la multitudProcesión de encuentros. Cielos despejados y bajas temperaturas pero sobre todo noche de encontrarse. Con María y con Jesús. Con sendas procesiones, aunque, especialmente, con ... una ciudad silente que recuperó su alma más semanasantera: el fervor y el silencio. El arraigo de lo propio y el orgullo de compartirlo, porque fueron muchos los turistas los que ya flirtearon entre los vallisoletanos en un momento de emociones, impresiones y piedad popular.
Naturales y forasteros peregrinaron hacia la plaza de Santa Cruz con Cristo con la Cruz a cuestas y con Nuestra Señora de las Angustias al paso de sus hijos porteadores dejando estampas de murmullos, de lágrimas, de miradas, de rezos, de admiración, de contemplación… Escenas, por ejemplo, como la de algunos devotos santiguándose o saltarse el protocolo de las filas en las aceras para poder tocar las andas de los pasos en su camino hacia la calle de la Amargura.
Las iglesias de San Andrés y de Las Angustias registraron durante toda la jornada de ayer continuas visitas de muchos fieles para ver la preparación de las imágenes previo a la salida procesional. Un momento precisamente, a última hora de la tarde, que los entornos estaban completamente colapsados de público, con el bullicio propio de la espera que de repente se convirtió en silencio acompañado de los sonidos de las bandas de cornetas y tambores del Santísimo Cristo del Perdón y del Santísimo Cristo Despojado además de Pureza y la Asociación Musical Iscariense.
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Un silencio casi constante casado con la algarabía infantil en lo que venía a adquirir el verdadero significado de la Semana Santa del patrimonio heredado con la fe adquirida a pie de procesión. Y así un camino por la vía dolorosa vallisoletana con enclaves repletos de fervor como la Cofradía del Cristo Despojado por la plaza de la Cruz Verde o la confluencia de la Basílica Nacional de la Gran Promesa con el Hospital Sagrado Corazón así como la Penitencial de las Angustias en los entornos de La Antigua, de la Colegiata de Santa María o de la plaza de la Universidad. Puntos del recorrido en un trazado histórico con varias filas de espectadores a uno y otro lado hasta llegar a encontrarse con la multitud en la plaza de Santa Cruz.
Muchísima gente desafiando el frío y esta vez sin mirar al cielo en demasía. Una dramaturgia encontrada donde la mano del Cristo pedía compasión al gentío mientras el gesto doliente lo representaba la Virgen con la mano hacia el corazón. Las dos imágenes, acaparadoras de miradas desde el corazón y también desde cientos de móviles que inmortalizaban el momento en una situación que viene repitiéndose en los últimos desfiles: numerosos jóvenes, quedadas de amigos y compañeros de clase para ver y participar de la procesión.
Desfile cuidado, de detalles, con elegantes adornos florales en rojos para el Cristo y en rosa, con cerca de un millar de capullos de rosas, para la Virgen. En los tramos de presidencia, el alcalde, Jesús Julio Carnero, con el Despojado, y la concejala de Marca Ciudad, Blanca Jiménez, con las Angustias, acompañado a su vez por el presidente de la Junta de Cofradías, Miguel Vegas.
Y este camino consolado llegó al magnífico escenario del retablo en piedra del Colegio de Santa Cruz, «abriéndose paso en las filas una doliente mujer», como recordó en su fervorín el obispo emérito de Santander, Manuel Sánchez Monge, parafraseando a Gerardo Diego y exaltando en ese momento el silencio vallisoletano al señalar que «no hacen falta las palabras, son suficientes sus ojos que saben mirar de frente al sufrimiento y asumirlo».
El prelado cántabro recordó en su prédica que la mirada de la Virgen de las Angustias «nos cimienta en el bien». «También nuestro camino necesita cimentarse en la memoria del bien», exaltó ante una audiencia especialmente atenta con mensajes actuales de amor invitando del mismo modo a reconocer los brazos maternales, los brazos abiertos, «de la Iglesia-Madre».
«Éste es el silencio de Valladolid. Nuestro sentimiento que habla con el corazón de la madera policromada pero que enmudece una sobriedad procesional que comparte los momentos de la vida misma al discurrir por nuestras calles del día a día» comentaban un grupo de amigos de diferentes cofradías y a su vez de varios centros educativos como Maristas-La Inmaculada, Zorrilla, Jesuitas-San José, Tierno Galván o Teresianas en lo que bien pudiera significar el espíritu y la sensibilidad de los más jóvenes entregados a la pasión más vallisoletana. Rodrigo, Javier, Nicolás, Laura, Teo, Simón, Gonzalo y Candela que compartían acera con otros padres y abuelos en lo que significa también una procesión intergeneracional. Encuentro de éxito a las vísperas de otros días grandes.
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