![Atravesar el país para vivir la Semana Santa de Valladolid](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/04/06/cruzdesnuda2.jpg)
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Para los más de 420 cofrades de la Cofradía de la Cruz Desnuda-Orden Franciscana Seglar, vestirse cada semana santa con la túnica y el capirote de color marrón que los caracteriza, el cordón franciscano y la esclavina, es más que un orgullo. Es un ... privilegio. Por eso, aquellos que viven fuera, no dudan en atravesar el país, si hace falta, para cumplir cada año con su pasión por la Pasión y participar en las procesiones de Nuestra Señora de la Amargura el Jueves Santo, con el paso La Santa Cruz, en el Vía Crucis en la mañana del Viernes Santo y en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor, con el paso en ambos casos de La Santa Cruz Desnuda.
Uno de estos vallisoletanos que viven fuera es Javier Vallejo. Hace 15 años que se trasladó a Uceda (Guadalajara), pero cada Semana Santa regresa puntual a su tierra natal. Vivía pared con pared con la parroquia, y cuando tan sólo tenía 12 años se hizo cofrade, junto con sus hermanas. Vive tan intensamente y con tanto respeto estos días, que para él, este regreso es de obligado cumplimiento. «Tan sólo me he perdido una Semana Santa y cuando mi hijo estaba a punto de nacer. Siempre hago lo posible y lo imposible por regresar a Valladolid. La distancia no me importa y la planificación familiar la hacemos siempre para pasar aquí estos días. A la cofradía me unen vínculos de amistad muy intensos. Mis mejores amigos los tengo aquí, y por supuesto, por encima de todo, está el sentimiento cofrade, que es algo que no se puede explicar», afirma.
Sacar los pasos a hombros el Jueves Santo y el viacrucis al amanecer del viernes, son para él los dos momentos álgidos de estos días como cofrade. Además, como espectador, le encanta disfrutar de la procesión del Encuentro y de las Cinco Llagas. «Otro momento muy importante para mí, es el sábado previo al Domingo de Ramos, cuando los hermanos de la Comisaría de San Diego, que nos encargamos de sacar los pasos a hombros, nos juntamos y comemos todos juntos un cocido que pagan los mayordomos. Es un momento de amistad, de encuentro y de conocer gente nueva», dice Javier, quien ha transmitido su pasión a sus dos hijos de 14 y 10 años, que son cofrades desde pequeños. «A ellos también les encanta y siempre están deseando volver en estas fechas», asegura.
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Antonio G. Encinas
Elena Juesas nació en Asturias, se crió en Valladolid y desde hace 30 años, vive en Jerez de la Frontera. Siendo muy pequeña, hizo la catequesis en la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción, luego entró a formar parte de sus grupos religiosos y con 17 años se hizo cofrade de la Cruz Desnuda. «La Semana santa de Jerez es muy potente y muy sentida, pero yo estos días no concibo estar fuera de Valladolid, lejos de mi cofradía, de mis hermanos y de mi Cruz», dice Elena. «Para mí, regresar a mi ciudad en estas fechas, es salir de la rutina y hacer un cambio de dirección. Hacer examen de conciencia y renovar la participación en el misterio de la cruz. Vivir la pasión me renueva el espíritu y me hace volver a lo esencial. Mis hermanos siempre me reciben con los brazos abiertos, por eso no me cuesta nada volver. Hay mucho cariño y fraternidad entre nosotros. También veo el paso generacional con mucha alegría. Hay muchas nuevas incorporaciones y eso es buenísimo», comenta Elena.
Para ella, sus momentos favoritos son el Besamanos del lunes en la iglesia de Santa Isabel de Hungría, el viacrucis del Miércoles Santo, la procesión del jueves y el viacrucis mañanero del viernes. «Mi intención es no faltar nunca. No me importan los kilómetros de distancia porque no cambio mi Semana Santa por nada del mundo», subraya.
Jorge González, en cambio, se tiene que conformar con vivir la Pasión desde el otro lado del mundo. Vive en Taiwán desde hace 10 años, y aunque hasta el 2019 no se perdió una Semana Santa vallisoletana, desde la pandemia, resulta mucho más complicado recorrer tantos kilómetros para cumplir con sus obligaciones como cofrade de la Cruz Desnuda. Él lo vive intensamente, pero desde la distancia. «Gracias a El Norte de Castilla, a las redes sociales y a los whatsapp que me envían mis hermanos cofrades, lo puedo vivir más de cerca», comenta este vallisoletano que trabaja en aquel país como director de exportaciones en una empresa de ingeniería civil. «El año pasado hice mis bodas de plata como cofrade. Entré cuando tenía 14 años, porque mi abuela tenía mucha devoción por los franciscanos. Desde entonces sirvo a la cofradía con cariño, devoción y pasión. Lo que más echo de menos es el olor a incienso, el sonido de las cornetas y los tambores, la emoción de ver a nuestros pasos salir a la calle y compartir esas emociones con el compañero de varal y de hachón de mi cofradía», explica al otro lado del teléfono.
La Borriquilla, la procesión del Jueves Santo, el Viacrucis del viernes por la mañana, la procesión general y el día de resurrección con palomas incluidas en la plaza Mayor son para él los momentos más especiales. «El Sábado de Pasión, más de 80 de mis hermanos celebraron la comida de la Comisaría de San Diego. Fue triste no estar allí, pero me llamaron y al menos tuve la alegría de compartirlo con ellos por vía telefónica.
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