¿Se imaginan su último día en la oficina después de más de cuarenta años en el tajo? Enrique Arrieta acaba de experimentar ese trance y pasa a ser médico de familia jubilado con 65 años y unos meses, aunque no se va a desvincular ... de la profesión. Su rigor le llevó a llegar a tarde a su propio homenaje porque «seguía viendo pacientes». Los últimos días han sido «muy emotivos, llenos de agradecimientos». Y es que «piensas en todas las personas que han pasado por la consulta, que tienen una historia detrás y con los que has vivido momentos intensos; que has conocido sus enfermedades; que les has acompañado en su vulnerabilidad, y que has entrado en sus casas». Para Arrieta, esa es la esencia del médico de familia y de la Atención Primaria.
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A lo largo de 42 años en las trincheras del primer nivel asistencial, y además ejerciendo en el medio rural, ha vivido la transformación de la sanidad pública. Obtuvo una plaza de funcionario en las últimas oposiciones de médicos titulares, que es como se llamaba a los médicos rurales, y «me encontré una sanidad anticuada en la que se funcionaba por cupos, se seguían cobrando iguales en los pueblos...». A los pocos años de instalarse en Segovia se aprobó la Ley General de Sanidad, que dio pie a un cambio y a la apuesta de construir la Atención Primaria «desde abajo». La etapa abría un horizonte «ilusionante».
De aquel tiempo ensalza «la agrupación» de médicos y enfermeras en equipos localizados en los centros de salud. Pero llegó la crisis generalizada de 2008 y «desde entonces ha ido en picado». «Hemos perdido calidad asistencial, hemos tenido más presión, pero también hay que tener en cuenta que las demandas sanitarias han ido creciendo», expone Arrieta.
Enrique Arrieta
Médico de familia
En una carta a los vecinos de Palazuelos y de Tabanera del Monte, el médico pide perdón «por mis errores y por aquellas ocasiones en las que mi comportamiento no ha sido adecuado, generalmente por haberme visto desbordado por la presión en la consulta, con pocos recursos para organizarnos y para poder responder a lo que cada paciente percibe como urgente».
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Arrieta se jubila en un «momento de crisis» en la sanidad pública. El problema, «la falta de medios materiales y humanos» cuando precisamente «aumentan nuestras necesidades de atención de la salud». Muchas medidas para paliar estas deficiencias «no acaban de funcionar».
La sobrecarga de la que habla la ilustra con el ejemplo de una jornada laboral cualquiera. Cada día lo empezaba con 35 pacientes en la agenda; pero lo habitual es que viera entre 45 y 50 por los sobrevenidos de alguna urgencia o de usuarios que fuerzan citas porque «no hay filtro». «Mi primer paciente lo veía a las ocho y diez de la mañana y el último entraba a las tres y media o después, además de los que atendía por teléfono. Así, raramente comía antes de las cinco de la tarde».
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Enrique Arrieta
Médico de familia
Arrieta defiende que «es necesaria una reorganización de la Atención Primaria». Añade que «hay que ser ambicioso y escuchar las necesidades de los profesionales y de la población». La experiencia le dice que los ciudadanos «quieren tener el médico cerca, pero sobre todo quieren saber dónde está, y eso ahora no ocurre».
¿Soluciones? Para empezar, reclama a las administraciones más dinero. «Hay que financiar mejor la Atención Primaria». El objetivo de que al primer nivel asistencial vaya el 25% de la inversión en sanidad no se está cumpliendo, lamenta el galeno, quien calcula que el porcentaje que se destina se queda en torno al 18%.
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Asimismo, se queja de que «en las facultades de Medicina hay muy poca presencia de la Atención Primaria». Los jóvenes que salen de las universidades «han rotado por las UCIs pero no conocen un centro salud, y menos uno rural». Además, apela a la Administración para que incentive el asentamiento de médicos de familia. «Necesitan un proyecto vital; pero la política de personal, la oferta de plazas y la incertidumbre laboral no favorece que se establezcan en una zona concreta», expone el facultativo. Tiene claro que la atracción de savia nueva ha de pasar por «mejorar las condiciones de trabajo».
Enrique Arrieta
Médico de familia
Enrique Arrieta, que se define como una persona «optimista», espera que por fin la caída demográfica que dibuja la falta de personal por las cada vez más frecuentes jubilaciones sin que haya relevo generacional «toque fondo». Ese carácter le lleva a extraer algunos aprendizajes de la «terrible» lección que impartió la pandemia de la covid. «La crisis sanitaria obligó a agrupar profesionales y cerrar consultorios», recuerda. Fueron meses «muy duros que nos han marcado por la incertidumbre; me acuerdo de ir a domicilios con bolsas de plástico porque no había equipos, de ambulancias que tardaban horas porque el hospital estaba saturado, de no poder agilizar pruebas en Primaria porque no había... ». Sin embargo, «aprendimos a organizar grupos de otra manera».
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También cita la consulta telefónica, que «ha venido para quedarse, sin ser la manera exclusiva de atender a las personas, abriendo una forma de comunicarse» con los ciudadanos. En este sentido, aplaude que, con esta gestión, «los pacientes tenían claro encontrar un profesional sanitario, esa es la clave de la demanda». La receta, «no tanto organizar agendas, sino saber dónde puedo encontrar» la atención.
Entre las medidas emprendidas por los responsables políticos de la gestión sanitaria, recela de postergar la jubilación y de prorrogar la carrera más allá de los 65 años. Lo respeta, pero «no estoy de acuerdo». En primera persona del singular razona por qué este era el momento de dejar la consulta. «No quería seguir haciendo lo mismo», reconoce al mismo tiempo que incide en la «sobrecarga importante» acumulada, lo que deriva en «no dar la calidad asistencial» adecuada. Pese a ello, «me voy contento».
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