«En Segovia tenemos cosas que en otras ciudades grandes no tienen»
Cuenta con «orgullo» las inversiones «kamikazes en algunos momentos» por traer a su clínica tecnología de vanguardia
Daniel Bueno tenía claro que no podía ser un fisioterapeuta malo, exigencias del apellido. Con ya dos décadas de profesión a sus espaldas, arriesgó como ... veinteañero al aplicar tecnología vanguardista –y cara– en una ciudad donde el sector todavía no había despuntado. «Veía a gente que se iba a tratarse a Madrid con la idea de que allí tenían cosas mejores. Y me siento un poco orgulloso de que un sitio como Segovia tengamos ahora cosas que muchas ciudades grandes no tienen». Lo cuenta como un ejercicio de «cabezonería» pura y dura, «kamikaze en algunos momentos», pero esa causa fue su aliciente para levantarse cada día. «Cuando vas creciendo como empresa te das cuenta de que podrías haber conseguido objetivos más grandes en ciudades más grandes, pero yo soy segoviano hasta la médula. Hoy ya miro mucho más cuando invierto si algo me va a arruinar, pero en aquella época no era un plan económico, sino personal».
No es un fisio vocacional, pero aprovechó su buena nota en las pruebas de acceso a la universidad. «Luego me he alegrado. Si pudiese volver atrás, volvería a hacer fisioterapia». Cuando acabó la carrera, hizo las prácticas en el equipo de fútbol sala del Caja Segovia después de haber pasado por clínicas privadas u hospitales. Pidió algo de dinero a sus padres y abrió su negocio en febrero de 2006 en la calle Cantarranas. Eligió Delta porque quería algo con su inicial que sonara bien y lo mantuvo cuando se expandió a un local más grande en Escultor Marinas. «Cuando tienes 22 años tu idea de negocio es trabajar. Al principio venía poquita gente, allegados, compañeros de trabajo de mis padres, pasaba muchas horas en la clínica yo solo estudiando Con los años la cosa fue a mejor y empezamos a hacer cosas innovadoras». Ahora su clínica atiende al día a unas 50 personas.
Su clínica fue una de las primeras en sumar la ecografía como herramienta vinculada a la fisioterapia, algo cada vez más extendido. Con ella vino la EPI (Electrólisis Percutánea Intratisular), una técnica que usa una corriente eléctrica de baja intensidad para estimular la regeneración de tejidos dañados que también se ha generalizado. «Nos dimos cuenta de que donde no llega la mano, hay que llegar con tecnología. Aunque ha sido una inversión muy fuerte a lo largo de los años, gracias a arriesgar y al dinero que prestan los bancos, no sé si somos referente, pero tenemos medios para tratar cosas que pueden ser complejas». Habla de sistemas magnéticos, láseres de alta potencia, diatermia o neuromodulación, un ámbito en el que es docente internacional.
Lo cuenta como una evolución natural en la carrera de un fisio. «Cuando empiezas, tienes a pacientes de patologías sencillas y, a medida que pasan los años, tienes que saber más o no podrás ayudar a pacientes más complejos». Los cursos también han evolucionado. «No son nada baratos, pero pueden merecer la pena».
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