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laura lópez
Segovia
Domingo, 5 de abril 2020, 12:09
Adolfo fue diagnosticado con cáncer de colon y ocho años después continúa luchando con fuerza y humor contra la metástasis que invade varios de sus órganos. Desde su particular experiencia, este vecino de Coca de 63 años de edad vive la crisis sanitaria en un «estado de doble alerta» constante ante un posible contagio, y con el lamento de percibir una gran falta de empatía por parte de la sociedad con aquellos que pertenecen al denominado «grupo de riesgo» .
Según lo vivido por Adolfo desde el comienzo de esta crisis, la sociedad no sido realmente sensible ante la pandemia hasta que esta no ha afectado a personas jóvenes o sin patologías previas, acontecimiento que ha hecho que las personas comenzasen a preocuparse más, toda vez que ya se mostraba posible que este virus les pudiera perjudicar a ellos.
«Hasta que no ha salido gente joven, la percepción era la de que no pasaba nada, porque les tocaba siempre a otros» , reflexiona a Adolfo, para quien esto tiene su reflejo, en los medios de comunicación: «»Cuando muere una persona joven, da la vuelta al mundo, se hace un perfil con sus datos, mientras que los ancianos y los enfermos somos solo números» , lamenta.
En cuanto al confinamiento, para Adolfo esta circunstancia inédita en el país no ha supuesto un mayor trastorno, ya que lleva desde las Navidades sin salir de casa por razones de salud. Lo lleva bien porque mantiene una rutina y se ayuda de lo que más le gusta, leer mucho y escribir sobre sus experiencias de vida.
Ahora extrema las precauciones como no recibir visitas ni salir de casa, ya que es consciente de que, en su caso, tras cinco operaciones e innumerables sesiones de tratamiento como la quimioterapia, la cual sigue recibiendo cada quince días, tendría pocas probabilidades de sobrevivir en el caso de contagiarse.
«Yo prefiero morir de cáncer, que es un enemigo que ya conozco y ya tenía la percepción de que, antes o después iba a suceder... Porque, aunque estoy muy fuerte, sé que esto avanza» , relata Adolfo sobre su patología.
Este padre de familia y exprofesor se siente «muy afortunado» por la compañía y la asistencia de su mujer y su hija, esta última trabajadora social y que vive con el matrimonio, un equipo que le ayuda con la logística pero, sobre todo, con el cariño. Su otra hija, enfermera, trabaja en una ambulancia con el traslado de pacientes a los hospitales.
Pensar en ellas también hace a Adolfo recordar a todas aquellas personas que actualmente pasan por el hospital a raíz de la pandemia y están solos: «En esos momentos, no tener a nadie que te coja la mano, te acaricie la mejilla, te hable de tu propia familia... eso debe ser muy duro», lamenta. La propuesta de Adolfo para «humanizar» los momentos más dolorosos en el hospital, de los cuales él sabe bastante, es aplicar el humor, siempre que se da la ocasión. Tanto es así, que este paciente tiene por ritual llamar a los médicos y las enfermeras antes de cada operación para cantarles unas estrofas y levantar un poco los ánimos.
Las preocupaciones inherentes a la condición de enfermo de cáncer de Adolfo son más o menos compartidas por las alrededor de 1.500 personas que en la actualidad padecen esta dolencia en la provincia de Segovia, según han percibido en la Asociación Española Contra el Cáncer.
Su presidenta, Ana San José, explica que el sentir general de esta población es de miedo y angustia por partida doble, ya que al temor habitual del avance de su enfermedad, ahora hay que añadir el de contagiarse. Además, a medida que pasan los días bajo el confinamiento, estos pacientes van experimentando aún más ansiedad, y una de sus mayores preocupaciones es que se interrumpa sus tratamientos debido al colapso del sistema sanitario, lo cual en Segovia no ha ocurrido por el momento en ningún caso que haya conocido la asociación.
Las dudas que más plantean las personas con estas patologías son parecidas a las de las personas que no las padecen, como qué debo hacer si tengo síntomas o qué medidas de prevención sanitarias hay que adoptar según las circunstancias, aunque hay algunas preocupaciones genuinas de estos pacientes.
Los tratamientos oncológicos son de las pocas actividades que no tienen que ver con el coronavirus que los hospitales siguen desarrollando al considerarse prioritarias, pero el hecho de tener que trasladarse hasta los centros y moverse por allí es una práctica que ya entraña cierto riesgo. Para los desplazamientos, los pacientes usan sus vehículos particulares y existe la posibilidad de que, en el caso de que el hospital esté fuera de la provincia como en Salamanca o Valladolid, sea una ambulancia la que se encargue del traslado para evitar el uso de transporte público.
Adolfo acude cada quince días al hospital Gregorio Marañón, en Madrid, y lo hace en un vehículo privado que conduce un familiar. Una vez allí, el paciente no ha notado diferencia en el trato profesional de los sanitarios y sólo ha percibido una Unidad de Oncología mucho más vacía.
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