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c. b. e.
Segovia
Domingo, 19 de abril 2020, 08:48
La lluvia hizo el resto. El cielo encapotado de la tarde sabatina segoviana descargó sus lágrimas en forma de gotas. Se sumaban a los sollozos que intentaban reprimir los compañeros de Mate, porque en la Policía Local raro es el agente que responde a su nombre de pila. En esta familia, la del uniforme, se suelen rebautizar por el apellido o por el mote. Y Gabriel era Mate, incluso después de haberse jubilado hace un par de años.
«Su fallecimiento nos ha sorprendido a todos», comentaban algunos de los que fueron sus compañeros de trabajo. Las últimas noticias que manejaban es que «estaba mejor, pero...». El coronavirus le ha arrebatado la vida, pero no el legado profesional y personal que ha dejado en el cuerpo municipal de seguridad.
La consternación por la repentina muerte de Mate, a los 67 años, hacía temblar las mascarillas que ocultaban unos rostros afligidos por la pérdida de quien había sido uno de los suyos «durante fácil cuarenta años de servicio público», calculaban los agentes. Muchos de los que integran la actual plantilla entraron cuando el difunto era ya veterano.
A la puerta del tanatorio San Juan de la Cruz de la carretera de La Granja aguardaba el cortejo fúnebre de media docena de coches patrulla que iban a arropar durante unos solemnes minutos el traslado del féretro. En esa espera, las miradas se perdían en la ciudad a la que sirvió de tantas maneras. Como agente de calle, chófer, en la grúa y durante los últimos años antes de jubilarse, en el Ayuntamiento. Al entrar en la Casa Consistorial, al fondo, allí solía estar, sentado en la mesa para identificar «con su voz característica, como ronca» a quien accedía al corazón institucional de la ciudad.
«Era muy buena gente y tenía su carácter; era muy inconformista, no era el típico que decía que todo estaba bien, sino que defendía a ultranza sus ideas e iba con ellas hasta el final, estuviera o no acertado», comenta Rubén de la Fuente, con quien trabajó en el sector de los seguros durante más de veinte años. Agentes con los ojos enrojecidos y la voz entrecortada ensalzaban «la integridad» del fallecido. «Era un gran profesional y un hombre muy agradable y afectuoso». Otros le definían como «campechano, familiar y un trabajador nato».
El coronavirus en Segovia
Por esa vocación de servicio y esa personalidad, la Policía Local llora la «injusta» muerte de Mate. «Era ahora cuando tenía que estar disfrutando de la vida», coincidían policías en su lamento. Sin embargo, el coronavirus «ha sido cruel», repetían. Y es que hace unos días la covid-19 también se había llevado a su madre. «Son momentos muy duros», concluían los compañeros de Mate.
Quienes le conocieron y trabajaron con él destacan su «corazón zamarriego». Era un enamorado del barrio incorporado donde residía. Se implicaba en las fiestas y abría su casa familiar a los agentes que estaban de servicio durante las celebraciones para ofrecerles la tradicional tajada de chorizo que les sabía gloria.
Gabriel Mate deja esposa, dos hijas y un hijo, Jesús, quien siguió el ejemplo de su padre para continuar una estirpe dedicada al servicio público en la Policía Local de Segovia.
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